Hay un dolor similar en cada lado de mi cabeza que se sienten como punzadas fuertes y no parecen querer irse. Yo me percibo ido de mí mismo, hundido en mi y mis pensamientos.
Muevo la cuchara de mi taza de café de manera robótica; arriba, a bajo, luego la vuelta. Una, otra vez.
Estoy viendo a un punto muerto en el centro de la mesa.
Sé que Martina me está observando desde el otro lado de la mesa. Tiene a Rita en brazos, pero nadie dice absolutamente nada.
El sonido de las manijas del reloj, y las gotas que caen del lavamanos en la cocina es lo único que evita un silencio totalmente fuerte en el lugar.
Tic, toc.
Yo subo mi mirada a Martina, y ella instintivamente quita la suya de mi.
El sentimiento de culpa me vuelve a invadir al darme cuenta que muy propablemente la he estado haciendo pasar un mal momento estos últimos días. A penas le hablo, duermo en el cuarto de huéspedes, y pareciera como si tomamos turnos para ver quien pasa con Rita.
Me veo obligado a tener que decir algo:
— Si querés hoy pueda llevar a Rita al parque. —Le sugiero, tratando de romper el hielo.
tic toc, tic toc.
La escucho suspirar sonoramente.
— No sé si estés en condiciones para ir. — Me responde cortante.
Tic toc, tic toc, tic toc.
Es lo único que se vuelve a escuchar.
Me vuelvo a quedar callado, la incomodidad se empieza a tornar más notoria después del pequeño cruce de palabras que tenemos. Pero yo insisto:
— Entonces si querés vos podés salir hoy, yo me quedo con Rita. Sabes que no tengo ningún problema en eso.
Ella vuelve a subir su vista hacia mi, y me fulmina con la mirada. Por un momento creo poder ver como el enojo al fin llega a ella. Parece querer decir algo, pero se detiene.
Ella no responde nada. Solo se levanta con Rita, y se va al cuarto.
Tic toc, Tic toc, Tic toc, Tic toc.
Yo paso mi mano por toda mi cara, en señal de desesperación. Veo mi celular, siento que tal vez lo que necesito es un amigo.
Tomo mi celular para quedar con Felipe y vernos en su casa, necesito salir de acá. Espero un momento, el no lee mi mensaje.
Siento que la manija del reloj se vuelve más sonora, más rápida. Mi angustia y ansiedad aumentan.
TictocTictocTictocTictoc
Veo hacia el reloj, veo la cuchara que estaba en la taza del café. Siento mi frente sudar, los latidos de mi corazón se aceleran a tal punto que creo poder oírlos.
Vuelvo a ver a la cuchara, vuelvo a ver a el reloj.
Tomo la cuchara y la tiro contra el reloj, este cae, produciendo un sonido fuerte.
Vuelve a ver un silencio absoluto en toda la sala.
Yo me siento rendido contra la silla, paso mis manos sobre mi frente, y creo querer llorar. Me fijo de vuelta si Felipe contestó mi mensaje, no lo ha hecho.
Pero yo necesito verlo urgente. Él es mi amigo, me va a recibir.
Tomo le decisión de ir a su casa aunque el no responda, pero me dirijo hacia donde Martina en un último intento por tratar que las cosas sean normales.
— Iré a visitar a Felipe, y pensé en llevar a Rita conmigo, ¿Te parece bien? — Martina ni siquiera voltea a verme, solo asiente con la cabeza.
— La pañelera está colgada donde siempre. Cambiala de ropa, y si empieza a llorar por favor, la traes en seguida. — Se limita a responder.
Yo respiro sonoramente, pienso en sugerirle que venga conmigo, pero la verdad ahora solo quiero mantener una conversación descente con alguien. La última vez que la tuve fue con Paula y eso ya dice mucho sobre mi comunicación con las personas estos últimas días.
Yo solo asiento y sigo todas sus indicaciones.
Ya en el auto, siento a Rita en el porta bebé.
—Sos la única mujer coherente que conozco en estos momentos. —Le digo, ella solo voltea a verme, y aplaude con sus manos.
Sonrió ante la escena y me encamino a casa de Felipe. Decido poner la radio para despejar un poco mi cabeza.
Martina y Camila son lo único que han pasado por mi mente repetidamente. Como si agarraras un par de canciones; una que te trae alegría, y en su momento te encanta, pero luego solo te cansas, y esa alegría que te hace sentir solo es momentánea, de a ratos. Luego está la otra canción; que lo único que te trae es melancolía y tristeza, pero te gusta siempre ponerla, por masoquista.
Porque soy un masoquista.
Mis últimos días se han basado expresamente en eso. En el conflicto de lo que pienso que es correcto hacer, de mis miedos a volver a pasar por lo que pasé, contra todo lo que me grita el corazón que debo hacer.
¿Se deja la estabilidad segura por algo que toda la vida ha sido inestable, incierto?
¿Se vale jugarse por algo que la vida, el tiempo y la circunstancia te han gritado de todas las maneras posibles que no funciona?
Las dos mujeres que he sentido amar, que me han hecho sentirme vivo son las que ahora me tiene en una ansiedad profunda y que se probablemente no la estén pasando bien, también por mis acciones.
Camila no se merecía todo lo que le grité aquel día, pero Martina no se merece nada de lo que le he estado haciendo.
No me merezco a ninguna.
Llego a la casa de Felipe, tiro mi cabeza hacia atrás contra el asiento, me siento agotado aunque físicamente no he hecho nada. Pero se que esto se llama cansancio emocional.
Mis ojos arden probablemente por todas las lágrimas que he estado obligándome a contener.
Veo a Rita, y la cargo en mis brazos para bajar juntos.
Toco el timbre de la casa de Felipe, el abre la puerta. No me percato de su cara de sorpresa al verme ahí y solo entro con Rita.
—Necesito de un amigo.
Puedo asegurar que mi cara demuestra desesperación. Felipe parece querer decir algo pero se abstiene y solo me dice:
—Para eso estoy yo, te escucho.
Yo sonrío.
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El Último Adiós de un Gran Amor.
FanfictionCamila Es una actriz retirada, pero recordada por todos como una de las más talentosas, sin miedo a decir lo que piensa; pero es más recordada por Benjamín. Un viejo amor que no surgió por sus miedos, y tal vez egoísmo. Aparentemente esta historia p...