Capítulo XXI

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Recuerdo que cuando era una nena, mi hermana siempre me contaba una fábula sobre una lechuza.

La lechuza decidía emigrar para buscar otro hogar porque a los demás animales no le gustaba su graznido. Pero en su camino, se detenía en un árbol en donde una tórtola cuidaba de sus huevos.

Esta al verle un poco molesta o tal vez triste, le preguntaba que qué hacía ahí, a lo que ella le decía que estaba de paso, pues ella iba en busca de un lugar en donde a todos les guste su graznido. Porque a muchos les molestaba, entonces su solución era irse.

El pájaro, al ver que la lechuza estaba tomando una decisión muy radical le decía que eso estaría muy bien si pudiera cambiar el sonido de su graznido. Pero éste siempre sonará igual, y en todas partes encontrará alguien a quien le moleste.

Jamás había entendido esta Fábula, a muy duras penas y con mucho esfuerzo le prestaba atención.

Dicen que cuando mueres la vida se te pasa por delante, yo no estaba muriendo. Pero por los últimos capítulos que han venido pasando en mi vida, sé que si cruzo por esa puerta, todo esta historia si muere. Tal vez no para mal, pero acaba. Esta historia sin fin, podría tener su final, y morir.

Veo cada momento de nuestro amor pasar como un trailer de una película.

Toda la historia pasa por mis ojos, ¿Realmente le voy a dar este final tan poco bueno para muy triste y hermosa historia de amor?

La Fábula me enseñaba que realmente de nada sirve huir si no cambio el problema, pues siempre por la misma razón iba a volver a tener que huir.

Pero, ¿Cúal era mi problema? Precisamente ese; huír.

Vuelvo a escena. Tengo a Paula viendome expectante, Felipe incrédulo, probablemente reprochandome a sus adentros, y a Benjamín; Que no dice nada pero con su expresión y su mirada me dice todo.

Cada vez que lo veo a la cara solo siento dolor por todo lo que me dijo hace un par de días. Entonces mantengo mi mirada abajo.

—Cami, olvidé un par de cosas en el auto de Felipe, ¿Te molesta si voy a verla?—Escucho a Paula hablandome. Yo niego.

—Te acompaño — Le digo y camino hacia ella, pero me detiene.

—No, no, no. Felipe me va a compañar, el es el dueño. —Dice con voz nerviosa. Veo a Felipe, el voltea a ver extraño a Paula. Ella abre los ojos de manera acusadora, y luego él cambia la expresión.

— Ah sí, tiene razón. Además qué le debo un helado. —Felipe capta la indirecta y se levanta poniendose al lado de ella. — Si querés puedo llevar a Rita a comer uno, ¿Ya come helado? — Se dirige a Benja. Ambos los miramos de mala manera, entendemos perfectamente lo que intentan hacer.

Pero yo tomo sin refutar su ayuda por primera vez. Benjamín y yo los dejamos ir.

Paula se dirige con Rita en brazos hacia la puerta, un momento antes de salir, Paula me dedica una última mirada, que yo entiendo.

Un silencio abraza todo el lugar, y una vez más solo somos Benja, yo, y el silencio.

—Jamás te cansás. —Habla Benjamín, yo arrugo mi frente.

—¿A que te referís? 

—A huír. La verdad que ya ni me sorprendes. Es todo lo que has venido haciendo desde que nos conocemos.

Yo lo fulmino con la mirada, una vez más sus palabras me lastiman.

 Siento un poco de rechazo y enojo ante todo lo que sale de sus labios, y me veo con la necesidad de hacerle sentir lo mismo.

—No creo que te importe tanto, siempre tenés a alguien más con quien fingir amor cuando me voy. Sea con una persona, o con varias. Nunca te afectó realmente. —Lo ataco con tono sutil.

Veo como se ve sorprendido y dolido ante lo último que dije. Veo de nuevo el resentimiento que ví hace dos días, y siento miedo de todo lo que pueda decir.

—¿Pero vos te pensas que todo esto fue fácil para mi? ¿Que la paso bien cada vez que tegno que preguntarme porqué soy lo que todos quieren para todos menos para la única persona que quiero que me vea así?

Solo miro con verguenza la escena, sorprendida ante el tono de su voz, y conteniendo el nudo que se forma en mi garganta.

—Y aún así, después de toda la mierda que has causado por un capricho, te sigo amando, y por eso nos odio, por seguir amandote aunque me has dado todas las razones para no hacerlo. — Benjamín toma un respiro. Todas sus palabras se sienten como si las dijera porque realmente esta vez, todo se podría acabar.

 Pone ambas manos sobre la mesa y agacha su mirada.

 — Por saber que aún después de todo el daño causado, volvería a caer por ti cada vez que vuelvas. Te amo, y me odio a mi mismo por hacerlo.

—¿Pensas vos que todo esto es un capricho? —Respondo indignada. Mis ojos se llenan de lágrimas y puedo asegurar que no son únicamente de tristeza, pero de desesperación y angustia. 

—Pero es que no hay otra razón. No te querés quedar acá porque decís que no es para ti. Pero si yo sugiero irme con vos te negás. Estás encaprichada con la idea de que no soy para vos.

—Tus sueños y mi paz no son un simple capricho Benjamín. Yo no soy vos, yo no puedo dejarlo todo solo por amor. Tenes que entender que para amar a alguien te tenes que amar a vos mismo primero. Que estés dispuesto a dejarlo todo por mi solo me demuestra que me amas más a mi sobre todo.

El me mira sorprendido.

—Lo decís cómo si fuera algo malo, Camila. —Habla en un tono más bajo que el mío, y tiene el ceño fruncido.

—¡Es que es algo malo, Benjamín! —Grito desesperada, y golpeo el mesón que se encuentra a mi lado. —No puedo verte dejando todo lo que amas por mi. No es justo para vos. Te mereces mucho más que esto. Si yo acepto esto de que tú dejes todos tus sueños por mi eventualmente ese amor que sentís se convertirá en resentimiento. Tendrás sesenta años y volverás hacia atrás a ver cómo dejaste toda tu vida, solo por un amor de adolescentes.

—No es solo un amor de adolescentes.—Murmura.

—Yo no me merezco tanto amor. —Lo interrumpo, bajo el tono de mi voz y cierro los ojos. Niego con mi cabeza mientras termino esa frase. —Yo no dejaría ni la mitad de lo que tú estás dejando por mi, por ti.—Me cuesta decirlo, noto como mis palabras le duelen. —No porque no te ame, pero porque no me puedo permitir amarte más a ti que a mi. Y no puedo quedarme viendo como tú me amas más a mi que a ti y permitirlo. 

Me acerco a él y pongo mis manos a ambos lados de su cara. Lo veo a los ojos.

 —El gesto más grande de amor que pude hacer por vos fue irme. Porque te amo, pero prefiero que seas feliz con tus sueños y metas sin mi, a que estés conmigo sin tus sueños y metas. Te demuestro que te amo haciéndote ver que vos tenes que ser primordial ante todo. —Concluyo.

El me observa, empieza arrugar su nariz y dice:

—Vos sos tan ilógica.

Lo miro por última vez, ignorando esa última frase y camino en dirección a la puerta, determinada a terminar con esto. 

Siento la mano de Benjamín tomar mi brazo, el me da vuelta, a tal punto que puedo sentir su respiración, y mis ojos se dirigen sin permiso a sus labios.

—Enseñame amarme más de lo que te amo a vos, entonces. Pero por favor, deja de huír y de dejarme hecho mierda. —Suplica.

Mis piernas tiemblan, y mi corazón late a tal punto que parece explotar, mis manos están heladas ante la cercanía que tenemos, pero un calor arrulla todo mi cuerpo, y yo finalmente dejo de resistir.

 Mis labios acarician los suyos.

Nos hundimos en el beso, y al fin sedo ante mis sentimientos. Siento nuestras lágrimas acompañar este beso. Mientras entre mis adentros deseo que no sea el último.

El Último Adiós de un Gran Amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora