Capítulo Veinte

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12 de Febrero del año 2020

Estaba recostado en mi cama, tratando de dormir, pero por más que intentara, era imposible. En mis pensamientos solo estaban las escenas de lo ocurrido hace unas horas.

Decidí tomar mi teléfono y ver la hora. Las dos de la mañana.

-Maldición...es tarde y yo aquí.-Pensé mientras dejaba el teléfono en el mueble, para después levantarme de mi cama y sentarme en mi silla, dirigiendo mi vista hacía el exterior.-Las estrellas son...tan hermosas.-Pensé mientras tocaba el cristal de la ventana.

Solía admirar demasiado el cielo nocturno, era demasiado hermoso, y a veces sentía que nosotros los humanos no merecíamos observarlo.

-Ver el cielo nocturno me hace sentir igual de calmado que al verla a ella.-Pensé mientras observaba la luna y recordaba la sonrisa de Vanesa.-No me la puedo sacar de la cabeza.-Pensé mientras sonreía inevitablemente.

Vanesa realmente me tenía a sus pies...me gustaba sentir esta sensación de estar enamorado, pero sabía que jamás podría estar con ella, pues era imposible que ella me diera una oportunidad.

-¿Ian? ¿Puedo pasar?-Escuché la voz de Sam al otro lado de mi puerta, por lo que volteé y me acerqué a ella, abriéndola y mirándola con una sonrisa.

-¿Bromeas? No es necesario preguntar.-Le dije, a lo que ella entró con una mueca de tristeza y seriedad, cosa que provocó que yo inmediatamente borrara la sonrisa de mi rostro.-¿Qué pasa?-Le pregunté cerrando la puerta de mi cuarto, para después mirarla.-Toma asiento.-Le indiqué, a lo que ella se sentó en mi cama, mirándome con una leve sonrisa, la cual era fingida.

-Gracias Ian.-Me dijo con tristeza en su voz, provocando que mi corazón se contrajera.

-¿Estás bien?-Le pregunté acercándome a ella con preocupación y arrodillandome para poder mirarla directamente a los ojos.-¿Qué pasa?-Le pregunté, pero ella solo se mantenía en silencio.-Sam...contesta.-Le rogué, pero ella seguía ahí, quieta.-¡Sam!-Levanté un poco la voz, a lo que ella me observó sorprendida.

-Lo siento...¿Qué decías?-Me preguntó, a lo que apreté mis puños con molestia.

-¿Qué pasa Sam? Tu...estas mal...me estas preocupando.-Le dije, a lo que ella solo sonreía.-Sam...por favor basta.-Dije.-Deja de fingir.

-No estoy fingiendo.-Dijo ella con una leve sonrisa, a lo que negué.

-Sam...lo haces.-Susurre.-Y no me gusta.

-Perdón.-Susurró mientras se acomodaba y se abrazaba las piernas.-Lo siento.-Abrí mis ojos sorprendido al escuchar aquello, y seguido de esto unos pequeños quejidos me dieron a entender que ella estaba llorando.

-¿Sam?-Susurre, y entonces la abracé fuertemente, a lo que ella se sorprendió y se alejó inmediatamente de mi.-¿Qué pasa?-Le pregunté sorprendido.

-No quiero...no quiero que me abraces.-Dijo.

-Estas triste.-Susurre.

-¿Yo?-Preguntó sin entender mientras aquellas lágrimas caían.-¿Qué es esto?-Preguntó mientras limpiaba las lágrimas con el dorso de su mano.

-Son lágrimas.

-¿Qué?-Susurró sin comprender. Sonreí al notar su confusión.

-¿Qué esperamos de una chica que no sabe reconocer sus emociones?-Pensé mientras me arrodillaba ante ella.

-¿Qué haces?-Me preguntó ahora con seriedad.

-Gran cambio de emoción Sam.-Pensé asombrado.-¡Me encanta!-Pensé entusiasmado.-Solo estoy aquí postrado ante sus pies.-Dije poniendo mi mano derecha en el lado izquierdo hecha un puño.-Samantha Roxanne.-Dije firmemente, llamando su atención.-Yo, Ian Cameron, juro que voy a ser tu fiel servidor por el resto de mi vida, sin importar que.

-¿Por qué dices eso?-Me preguntó.-¿Por qué lo haces?

-¿No es obvio?-Le pregunté con una sonrisa.-Lo hago porque te admiro. Te estoy jurando mi total lealtad, y sin importar que estaré detrás de ti, dispuesto cumplir tus ordenes.

-¿Admirarme?-Me preguntó confundida, a lo que asentí.

-Así es.-Contesté.-Te admiró desde hace mucho tiempo, por eso te estoy jurando mi lealtad.-Le dije, a lo que ella comenzó a reír con su risa característica.

-¿Lealtad? ¿Admiración?-Susurró, a lo que negó.-No puedes admirarme y no merezco tu lealtad.-Dijo levantándose.-Me iré.

-Espera.-Dije levantándome y tomándola de su muñeca derecha para detenerla.-No te vayas.

-¿Por qué?-Me preguntó con seriedad.

-Estas mal y necesitas apoyo.-Susurre.

-No necesito nada.-Dijo ella con seriedad.-Así que déjame.

-No.-Insistí.

-Ian...basta.-Dijo esta vez con molestia.

-Sam...se que me necesitas.-Dije mientras intentaba abrazarla, pero ella sin pensarlo me empujó, provocando que cayera al suelo.

-¡Basta!-Gritó molesta.-¡Si tanto dices admirarme déjame en paz y ve a cortarte!-Me gritó esta vez con seriedad, dejándome sorprendido, y justo en ese momento ella salió de mi cuarto.

Estaba solo ahora...solo y con una pena inmensa.

-¿Por qué reaccionó así?-Pensé algo triste intentando contener mis lágrimas, pero poco sirvió.

Mis lágrimas caían por montones, no podían parar, y por mas que lo intentará controlar, era imposible.

-Solo quería hacer algo bueno por ella.-Pensé mientras me acostaba en la cama.-No me voy a cortar...no puedo.-Pensé desesperado mientras comenzaba a rascarme con desesperación.-No quiero...no quiero no quiero.

A decir verdad...solo era un depresivo de mierda ¿Para qué querría Sam la lealtad de un ser como yo?

-"¡Si tanto dices admirarme déjame en paz y ve a cortarte!"-Sonreí levemente al recordar aquellas últimas palabras.

-Me dio una orden.-Pensé mientras me acomodaba en posición fetal debajo de las mantas de mi cama.-Quizá si deba cumplirla.

Fue el último pensamiento que tuve antes de quedarme dormido con lágrimas en mis ojos.

El hombre suicidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora