Domi!

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Mayo de 2002

Si le preguntarán que era lo que más le gustaba hacer a la pequeña; pues, respondería, obviamente, estar con su papá y ni hablar dormir con él, le proporcionaba una seguridad increíble.

—Princesa, hay que despertarse, mi amor. —Su papá le decía despacito cerca de su oído, con una mano en su cadera moviéndola levemente para que despertara.

—No, Pa-pá —dijo adormilada la infanta.

La niña se dio vuelta y abrazó a su padre, quedando así su carita hundida en el ancho pecho del mayor. La ternura era demasiada, su pequeña se estaba quedando dormida ante el delicado tacto que proporcionaba en su cabecita. El agarre de sus pequeños brazos se debilitaba, indicando así que el dios Hypnos poco a poco se adueñaba de sus sueños; mentiría si dijera que él no se estaba durmiendo.

—Vamos, amor —Dejó un tierno beso en su cabeza—, ¿Acaso no quieres ir a ver a Félix o a Rory?

La rubiecita se había olvidado de ese pequeño detalle. Era hoy. Su sonrisita otra vez se hizo visible. Esa sonrisa radiante que le devolvía la felicidad aún en sus días más oscuros.

Emilia elevó la vista para encontrarse con los grandes ojos azules de su padre. Este se encontraba con una media sonrisa, aun se le notaba en la cara el sueño.

—¿Va a estar Domi?

Así era como le decía a Dominique, la quería mucho, era tan dulce. Le encantaba ir a su casa, no solo para ver a sus dos hermanos mayores, sino también para estar con ella.

—Se supone que sí —Le sonrió a la pequeña—, es su casa.

La bebé se sentó en la cama y tomó una almohada para luego tirársela a su papá.

—Levántate —ordenó la pequeña con una sonrisa.

—No hacía falta pegarle a tu padre —reprochó en tercera persona ante la acción de su hija.

—Sí —afirmó—. Dale, Papá.

—Bueno, pero —señaló a su hija— primero dame un abrazo.

Emi se lanzó a los brazos abiertos de su padre, los cuales encerraron suavemente su pequeño cuerpo.

Al separarse Roger fue al baño mientras que la pequeña lo esperaba en la gran y cómoda cama.

Luego de alistarse y desayunar, padre e hija se encaminaron hacia el lujoso auto del mayor. La infanta vestía un lindo vestido blanco decorado con flores rosas y unas zapatillitas blancas, además una hebilla del mismo color adornando el lado derecho de su pelo; algo simple pero hermoso.

—Papi —acaparó la atención del mayor mientras tomaba su mano, quien hizo un sonido de aprobación, cediéndole el habla—. ¿Por qué me dejas con Domi? Yo quiero quedarme contigo.

Su comentario hizo que una sonrisa se plasmara en el rostro del rubio, ¿Por qué tenía que ser tan dulce? Era un angelito recién traído del cielo. Él se arrodilló, apoyando una de sus rodillas en el suelo y sacándose sus anteojos de sol para verla mejor, corriendo un mechón de pelo de su carita hasta depositarlo detrás de su oreja para luego sostener con la misma mano el mentón de su hija con suma delicadeza, como si su piel fuera absoluta porcelana que fuera a romperse.

—Papá se tiene que ir a hacer unas cosas ¿Sí? —la niña miró hacia abajo y asintió, la mano que tenía situada anteriormente en su mentón fue hasta su pequeño hombro— Además, ayer dijiste que querías ver a tus hermanos.

—M-hm —lo miró—, ¿Y a qué hora vas a volver?

—No lo sé, pero te voy a buscar antes del almuerzo ¿Te parece?

La pequeña solo asintió con un movimiento de cabeza; quería que su papá también se quedara con ella.

—Vamos, Preciosa —dijo levantándose del suelo y tomando la mano de su bebé nuevamente.

Tras unos 13 minutos, aproximadamente, de viaje llegaron a esa gran casa. Vio a su papá bajar y abrir la puerta trasera permitiendo que su chiquita pueda salir del auto. Los dos se encaminaron a la puerta principal.

Luego de dar unos leves golpes una mujer de pelo corto color negro, la cual vestía una remera blanca, unos pantalones mom jean negros, que hacían juego con el sweater del mismo color que portaba, y unos zapatos grises cerrados y de taco bajo, con una gran sonrisa en su rostro que permitía ver sus dientes.

—¡Domi!

La niña fue directo a los brazos de la mujer, la cual levantó a la pequeña para besar su mejilla. En eso Rory salió a saludar a su padre y lógicamente a su hermanita.

—¿Cómo andas, Rog? —preguntó Dominique.

—Bien ¿Y tú?

—Bien, gracias.

—Vas a estar entretenida con ese terremoto —le dijo a Rory, la cual tenía rodeada con un brazo por sus hombros, causando la risa de las dos mayores

—No le digas así, pobrecita —dijo dando un leve empujón en el hombro a su padre, defendiendo a su hermanita, la cual estaba entretenida con Dom que aún la tenía en brazos.

—Me tengo que ir —pronunció viendo el reloj en su muñeca—, antes del mediodía estoy aquí.

Se despidió de las 3 chicas, sobre todo de su pequeña diciéndole el típico «pórtate bien».

Al entrar en la casa Felix bajaba por las amplias escaleras, su hermana, al notar su presencia, fue corriendo hacia el, quien la esperaba con los brazos abiertos.

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Reconocida desde pequeñaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora