Agosto de 2013
Poco quedaba para que Abi, junto con su padre, la pasaran a buscar. Sería su primera fiesta. Un leve nerviosismo la recorría, no nos vamos a mentir.
Se seguía acomodando el maldito cuello de la polera, no había forma de que esa cosa quedara bien. Su atuendo era simple; la polera blanca de mangas largas, metida dentro de una falda cuadriculada al cuerpo con los colores negro, blanco y rojo, que le llegaba hasta el final de los glúteos. Además de una cadena al lado izquierdo de su cuerpo, enganchada al cinturón oscuro de la falda. Casi que la totalidad de sus piernas eran revestidas por unas medias largas color negro y unos borcegos del mismo color que guardaban sus pies.
Su delicado cuello era adornado por un fino collar con un dije del Yin y Yang. El cabello caía como una cascada por su espalda, ya que había decidido dejarlo suelto. También, un maquillaje no muy elaborado; los parpados con un delgado delineado, masca de pestañas en las mismas y un labial bordó que cubría sus labios.
Cuando estuvo lista bajó, encontrándose con su padre y su madrastra en los sillones.
—¿Y?¿Qué les parece? —preguntó.
Se colocó el saco color gris claro que sostenía en sus manos y una pequeña mochila negra, terminando así con su vestimenta.
—Te ves hermosa —afirmó la mujer.
Sarina tenía una sonrisa en sus labios, dejando ver sus relucientes dientes. Roger, por su parte, veía lo grande que estaba su hija, cuanto había crecido con los años. Un día fue una pequeña e indefensa niña que ahora se había convertido en una hermosa adolescente que saldría de noche a divertirse; pronto lo haría más seguido y se iría olvidando poco a poco de su viejo padre, desplegando sus alas para crear su propia vida.
Una parte de él no quería que fuera, aún era una pequeña de 15 años, pero otra le decía que ya tenía la edad suficiente y que debía disfrutar de esa etapa tan hermosa y única de su vida.
Recordaba esos primeros años de la existencia de su hija. Todavía recordaba su primer día en este mundo, cuando la conoció, cuando la tuvo en brazos por primera vez, cuando se calmó por solo escucharlo. Ahora, su bebé, su pequeña niña, tenía su primera fiesta, y no sería la única. Se veía preciosa.
—¿No será muy corta? —dijo bromeando, señalando la falda.
—Papá.
La menor entrecerró sus ojos, haciendo reír a su padre.
—Hasta las once —recordó Roger.
—Doce.
Taylor padre frunció levemente el ceño.
—Once.
—Doce menos cuarto.
La bocina del auto que venía a recogerla se escuchó desde afuera. Roger se levantó, acompañando a su hija a la entrada de la casa.
—Once y veinte.
—¡Papá! —Volteó a mirarlo.
—Once y media —La miró—, y cualquier cosa me llamas.
La menor asintió, depositando un pequeño beso en la mejilla del hombre que tanto quería.
—Te quiero.
—Y yo, bonita.
Roger abrió la puerta y saludó a George Rose, padre de Abi.
—Diviértete, amor. Que no te miren demasiado o los mato.
—¡Papá! —dijo entre risas.
Los dos se saludaron con la mano.
La rubia caminó hasta el auto gris de los Rose, abriendo la puerta trasera, permitiendo que se introduzca en este.
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Reconocida desde pequeña
Random¿Cómo sería la vida siendo la hija del gran baterista Roger Taylor? Emilia es reconocida desde pequeña gracias a la fama de su padre. Una chica común y corriente, con problemas como cualquier persona. • • • • • Cabe aclarar que la idea principa...