Agosto de 2012
La tarde se había convertido en un infierno. Su panza dolía a montones, tanto que la hacía retorcerse del dolor en su cama. Para que eso suceda el dolor tenía que ser verdaderamente agudo. Tenía ganas de tirarse por el balcón para acabar con ese sufrimiento, pero todo tiene un final ¿Cierto?
Lo raro fue cuando sintió humedad en su parte baja. «No puedo ser tan idiota de hacerme pis encima», pensó. Tal vez del dolor en esa parte ya le había quitado la sensibilidad, vaya uno a saber.
Caminó hacia el baño dispuesta a bañarse, pero ¡Oh sorpresa que se llevó! Déjame informarte, pequeña Emi, que no, no era pis, te visitó por primera vez la queridísima menstruación. Su primer periodo o, como ella lo definía en ese momento, su primer semana infernal.
Mierda, mierda y más mierda. Justo ahora que no tenía escuela e iba casi diario a la quinta. Quería llorar, llorar de la bronca que llevaba encima, no quería esto, no quería crecer.
Salió del baño en busca de ayuda. En su escuela le habían dado una charla sobre esto, pero no tenía ninguna de las cosas que requería y en su casa solo estaba su padre. Ni Lily, ni Rory, ni Sarina, ni su madre. Este era el momento en el que más quería estar con Deborah.
Atrapó el pomo de la puerta y lo llevó hacia abajo, permitiendo así abrir la puerta. Su padre pasaba por aquel pasillo en ese momento. Por suerte tenía bastante confianza en 'rl, pero no por eso dejaba de ser incómodo.
—Papi —llamó.
Sus azulinos faroles se centraron en su hija, haciendo detener su paso al verla asomando apenas su cabecita por la puerta. Se sentía tan idiota en ese momento.
—¿Qué pasa, preciosa? —preguntó preocupado al ver los ojos cristalizados por lágrimas de su pequeña.
Por más vergüenza y miedo que le pudiera dar, corrió la puerta, dejando ver la mancha de sangre que se alojaba en el claro jean que portaba, que con el paso del tiempo se hacía más prominente. El hombre sonrió, con un poco de melancolía quizás, su hija estaba creciendo muy rápido. Aunque no sabía muy bien lo que tenía que hacer.
—Mi amor fe...
—No —Lo señaló con el dedo índice, con sus lágrimas escurriéndose por sus ojos—, ni se te ocurra decirme felicitaciones —escupió—. Es malditamente horrible, me duele y estoy sangrando, no es nada feliz.
—Tranquila, pequeña —intentó calmarla acercándose a ella.
—No —se hundió en los brazos y perfume del hombre—, no quiero esto.
Blass se hizo presente en la habitación, exaltado al oír los gritos de su humana y se quedó en la cama, a un lado de ellos.
—Amor, no puedes desafiar a la naturaleza —Apoyó su barbilla en la cabecita de su chiquita, mientras acariciaba su largo cabello rubio—. Esto no es más que algo natural que en algún momento te iba a pasar —separó la cara de su pecho, obligando a mirarlo. Amoldó el rostro en sus manos—, y que simplemente tienes que respetar —decía mientras miraba los apagados ojos de su niña—. Además, muestra que estás completamente saludable ¿Si? —Ella asintió, sacándole una sonrisa ladina— Ahora ve a bañarte que te traigo lo que necesitas.
Mientras la menor se dirigía al baño él fue en busca de toallas femeninas para su hija. Por suerte recordaba dónde las tenía Sarina. Cuando al fin encontró lo que buscaba, fue de nuevo hacia la habitación de su pequeña, tocando la puerta del baño antes de entrar.
—Emita —dijo, adentrándose al cuarto de baño—, te dejo esto acá.
La rubia, corriendo la cortina de la ducha, dejando ver la mitad de su cara, asintió a su padre.
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Reconocida desde pequeña
Random¿Cómo sería la vida siendo la hija del gran baterista Roger Taylor? Emilia es reconocida desde pequeña gracias a la fama de su padre. Una chica común y corriente, con problemas como cualquier persona. • • • • • Cabe aclarar que la idea principa...