Do you think I never tried to look for her?

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Abril de 2019

Las sabanas cubrían los cuerpos de Max y Emilia. Ambos hablaban sobre lo primero que se les venía a la mente. Los dos se encontraban enfrentados, recostados lateralmente para poder verse, admirándose el uno a otro.

Por fin se habían despejado unos días para estar juntos. Sin universidad, sin estudios, solo ellos.

—A veces me pregunto cómo fue que entre tantas que un poco más y te tacleaban para que estuvieras con ellas, me elegiste a mí —comentó, viéndolo cerrar los ojos cuando su mano se enterraba dulcemente en los cabellos negros de él.

—¿Y por qué no lo haría, pequeña? —respondió, alzando las cejas aún con los ojos cerrados, disfrutando de las caricias de su novia.

Ella se quedó callada. Había tantas cosas que le podría nombrar.

Su seguridad sobre sí misma no era mucha.

—Ni siquiera te miraba a la cara, me ponía muy nerviosa. Sobre todo a esa edad era muy insegura y tímida. No tenía el cuerpo que tenían las otras chicas, ni mucho menos el gran pero insoportable carisma.

—Pero eras aquella chica que hacía volar mis pensamientos con solo verte, creando una hermosa atmósfera cuando estabas cerca. No me importa cómo eran las demás o que cuerpo tenían. Me importaba la tímida amiga de Alex que no se animaba a mirarme a la cara —aseguró, abriendo sus ojos—, y que poco a poco me fui dando cuenta, que aquella chica, podía hacer que mi mundo de vueltas con su sonrisa.

La rubia se mordió el labio inferior, reponiendo una sonrisa. Él, por otra parte, se enternecía por el tinte rojo que estaba colmando sus mejillas.

—Eres muy tierna cuando te sonrojas.

Eso bastó para que sus mejillas se pusieran más rojas aún, mirando hacia un costado en vez de a Max, haciendo al nombrado soltar un pequeño "aw" agudo mientras rodeaba la cintura de la rubia con sus brazos.

—¿Recuerdas cuando me dijiste te amo por primera vez?

Como para no hacerlo.

Se remontaban a finales del 2013, ya hacían unos meses que habían empezado a salir. Ambos se encontraban en el mismo lugar, en la casa del pelinegro, dónde vivía con su padre y hermana.

Él la tomó del rostro, rozando sus grandes manos que alcanzaban a cubrir las mejillas de la chica, ocultándolas en su totalidad. Buscó con sus claros ojos miel los cristalinos ojos celestes de ella, encontrándolos y provocando lo que siempre hacían. Volver su mundo patas para arriba, atándolo a aquella pequeña cosa loca llamada amor que hacía estragos en él.

Con los pulgares acariciaba sus pómulos, mirándola con amor puro. Amor inocente. Amor real.

Respiró hondo, debatiendo entre decir o no lo que tenía planeado. La batalla había comenzado. Su batalla. La batalla de ambos.

¿Y si lo hacía mal?

Su cerebro debatía con sus sentimientos, quienes también lo hacían con su lógica.

Pero a veces, es mejor arriesgar que pensar.

—Te amo —Se atrevió a decir por fin.

Sus dos palabras provocaron un escándalo en aquella chiquilla de tan solo quince años. Provocaron un remolino en su interior. Un caos en su mente. Un temporal en su corazón.

La respiración se le aceleró levemente y sus neuronas parecían fallar. Aquella pequeña cosa loca llamada amor, también la atacaba.

Pero con ferocidad.

Reconocida desde pequeñaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora