Noviembre de 2010
Observaba como Brian improvisada con la guitarra en el estudio. Se notaba lo mucho que le gustaba hacer eso. Cada vez que veía como sus dedos de deslizaban por el diapasón de la bella Red Special quería poder hacer lo mismo; era impresionante lo que hacía, amaba oír las hermosas melodías que el hombre producía.
—¿Crees que algún día pueda tocar la guitarra como tú? —preguntó, viendo aún los dedos de su tío en la guitarra— obvio que nunca alcanzaría tu nivel.
El contrario alzó las cejas al oír su comentario, sorprendido. Abrió la boca para responder, pero la cerró al instante para luego retomar el habla.
—Sinceramente —llamó la atención de la rubia—, yo creo que serías incluso mejor que yo —pronunció, sacándole una sonrisa.
—¿Y algún día me podrías enseñar?
El mayor curvó una sonrisa, dejando en el soporte su amada guitarra para tomar una acústica. No era muy bueno enseñando, o por lo menos eso pensaba.
—Toma —le ofreció el artefacto, para luego dejarlo reposar en su falda—. Ahora algo de teoría —sonrió—, las barritas de metal que están a lo largo del diapasón se llaman trastes ¿Si? —la pequeña asintió— y las cuerdas se cuentan desde abajo —apuntó a la primer cuerda rasgueándola levemente— hacia arriba —apuntó a la sexta cuerda y repitió lo de la anterior.
Brian le explicó lo esencial a la niña, a lo que ella asentía. Unas frustraciones más tarde, aprendió como tocar el himno a la alegría.
—Solo es cuestión de práctica, todo cuesta —habló el enrulado.
Se levantó de la silla en la que se encontraba para revolver entre algunos cajones, buscando algo que poco después encontró y se volvió hacia ella, sosteniendo algo entre sus manos.
—Para empezar —le entrego una púa color roja.
La niña tomó el objeto entre sus pequeñas manos, devolviendo la guitarra que anteriormente le había dado. Miró con alegría a los ojos color miel del mayor, con un hermoso brillo en sus ojos.
—Gracias, Bri.
—No es nada, cariño —rodeó con un brazo los hombros de la chica—. Ahora vamos que tú papá ya debe estar llegando.
Ella asintió, guardando la púa en su bolsillo, encaminándose a la salida del lugar. Y como lo dijo Brian, Roger salía de su auto.
—Hola —dijo sonriente—, espero que se haya portado bien, señorita —miró a su chiquita.
Recibió un ceño fruncido de parte de su hija, para luego convertirse en una sonrisa al ver la mueca en la cara de su padre.
—Se portó muy bien —dijo Brian.
Le ofreció una sonrisa, que, para esto, tuvo que bajar la cabeza hacia su derecha.
—Hasta aprendió el himno de la alegría —ahora dirigió su mirada a su amigo con una sonrisa de orgullo.
—Y el tío Brian me regaló una púa, Papi —dijo, sacando del bolsillo de su campera el elemento.
—Me imagino que le habrás agradecido —elevó una ceja.
—Sí, pa —rodó los ojos, ganándose un leve empujón por parte de su padre, sonriente.
La acción de Roger provocó un golpecito seco en la mano por parte de Brian, quien lo miró con el ceño fruncido.
—No la empujes —fingió su enojo.
—No me pegues —Roger hizo un puchero, sobándose con la otra la mano que le había golpeado.

ESTÁS LEYENDO
Reconocida desde pequeña
De Todo¿Cómo sería la vida siendo la hija del gran baterista Roger Taylor? Emilia es reconocida desde pequeña gracias a la fama de su padre. Una chica común y corriente, con problemas como cualquier persona. • • • • • Cabe aclarar que la idea principa...