New best friend.

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Marzo de 2005

Alex González, amigo de Emilia y compañerito del colegio. Por su apellido es evidente que no es de Inglaterra. Su familia era de Argentina, él nació allí pero se mudaron, a Reino Unido, cuando tenía aproximadamente 4 años.

En este momento se encontraban los dos en el auto, que era conducido por Felipe, padre de Alex. La niña estaba del lado izquierdo, en medio el niño anteriormente mencionado, y del lado derecho su hermano mayor, Guido.

Al llegar a su destino el mayor detuvo el motor del auto y abrió la puerta trasera, permitiendo a los tres niños salir.

La casa era grande. Sobre todo la sala, era realmente espaciosa. Voluptuosa. Poseía una decoración bastante moderna, sillones negros acompañados con almohadones marrones y rojos, algunas plantas. Obvio con su respectiva chimenea, que daba justo a los 3 sillones que había en ese espacio de la casa.

También, debajo de los sillones, se alojaba una alfombra color gris claro. Toda la casa tenía esa ambientación y, siendo sinceros, era simplemente hermosa. 

Al llegar donde se encontraba Alicia, madre de Alex, la pequeña se dio cuenta de un detalle, luego de que la mujer la saludara. Entre los cuatro no hablaban inglés, no sabía cuál era su lengua, pero tenía algo que le encantaba. El acento era lo mejor. Su entonación era simplemente hermosa ¿Por qué ella no hablaba así? No entendía nada de lo que decían solo los miraba expectantes.

—¿Te gusta el puré, cariño? —Esta vez hablo Alicia, obvio en inglés para que la menor la pudiera entender. Ella solo asintió, acomodándose en una silla al lado de su amigo— ¿Y la carne?

Emilia asintió nuevamente, viendo como la mujer se adentraba de nuevo en la cocina para llevar la comida a la mesa. Felipe, en su defecto, traía a la mesa las bebidas y vasos.

Se tomó el atrevimiento de preguntar una cosa que no dejaba todavía de rondar por su cabeza.

—¿En qué idioma estaban hablando?

Lo preguntó bajito. No tenía mucha confianza, pero se quería quitar la duda que la carcomía. A veces era bastante tímida.

—En español, bonita —le respondió esta vez el hombre, el cual estaba sentado frente a ella—. En Argentina se habla en ese idioma.

La niña ladeó levemente la cabeza, dando a conocer su desconcierto ante su respuesta.

—Argentina es un país de América —Esta vez su mirada fue para su derecha, escuchando atentamente las palabras de Alicia, que estaba situada en la cabecera a un lado de ella.

Luego de eso le enseñaron algunas palabras que, lógicamente, le costaron pronunciar. Sabía cómo decir hola, mamá, papá, chau y gracias. Algo que costó, pero valió la pena.

Los dos amiguitos fueron hacia el patio de la casa habiendo terminado de comer, seguidos por Felipe. Le caía bastante bien el hombre, era muy carismático. Su pelo era igual al de sus hijos, castaño claro, aunque los ojos de ellos dos eran como los de su esposa, verdes. Y con su metro con ochenta y tres (1,83m) se le hacía gigante a la pequeña, aunque su amigo también era alto.

Comenzaron a hacer pases con una pelota, a lo que Felipe no dudó en unirse. Estaban pasando un buen rato, hasta con caídas incluidas por parte de los pequeños, pero nada grave. Los juegos que hacía el mayor con la pelota divertían a los niños, incitándolos aún más a querer sacarle la pelota.

Luego de una gran, y agotadora, tarde de juegos Debbie llegó a recoger a su hija.

Cuando la puerta le dio la oportunidad, Emilia fue hacia su madre y, aprovechando lo que hoy había aprendido con los González, no la saludo de la típica forma, lo dijo en español.

—Hola ¿Mamá? —dudó al decir la última palabra. Miró al papá de Alex, que se encontraba al frente de las dos junto a Alex, esperando que lo haya dicho bien.

El hombre y su mamá rieron levemente. Su pronunciación obvio no era la mejor, puesto que lo había aprendido hace unas horas. El castaño pasó su gran mano por la cabellera rubia de la niña.

—Estuvo aprendiendo español —explicó Felipe a Debbie.

—Sí, mami —miró a la mujer con sus ojos iluminados.

—Que bien, hija —pronunció con emoción acariciando la mejilla derecha de la niña—. Así que, tú debes ser Alex ¿Cierto? —Se agachó para quedar a la altura del pequeño.

—Sí, yo soy.

La mujer le dedicó una sonrisa al niño, lo que fue correspondido.

—¿Cómo se portó esta pequeña? —dijo su madre, cuando se reincorporó, al papá de su amiguito, mientras ellos hablaban. El hombre miro sonriente a la niña.

—Muy bien —fijó sus ojos marrones en los de la propietaria de la voz—, es un amor.

Ella le dedicó una sonrisa y miraron cada uno a su respectivo hijo. Vio en su reloj de muñeca que ya se le estaba haciendo tarde.

—Hija, tenemos que irnos.

La chiquita, si bien quería seguir jugando, saludo a los dos chicos, algo que su mamá imitó, y las dos fueron hacia el auto rumbo a la escuela de su hermano Rufus.

En el camino hacia la institución la pequeña le dijo todo lo que había hecho hoy con su amiguito, y en clases. Además, todas las palabras que aprendió. Deborah escuchaba con atención cada una de las cosas que salían con emoción de la boca de su bella hija.

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Reconocida desde pequeñaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora