veintiuno

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Alexa

Casi todo el grupo estaba despejando el jardín excepto Beth, Hershel, Judith y yo, los tres teníamos impedimentos distintos; Beth estaba con Judith, Hershel no tenía mucha movilidad con esas muletas y yo, no tenía movilidad directamente.

En estos tres días de reposo pude mejorar un poco mi movilidad pero no tanto, podría estar mejor. Me puedo parar aunque me duele demasiado pero suelo fingir que no duele para salir de mi celda antes que me vuelva loca, y caminar eso es un tema bastante complicado, no puedo hacer un paso sin sentir la presión en mi muslo pero hago el esfuerzo de caminar, arrastrar lo que sea que hago al mover mis piernas.

— Deberías estar acostada niña.— dice Hershel mirándome.

— Estoy de lo mejor de hecho. — dije mintiendo.

—No me engañas, se que te duele. No tienes porque decir que no duele. — dice el sonriendo.

— No me gusta sentirme un estorbo, un gusano, no quiero estar tirada en esa cama mientras gasto la comida y el agua sin hacer nada.— dije mirando el suelo.

— Alex, estas herida. Tienes derecho de estar herida, de estar en recuperación. No fue algo tonto lo que pasó, si esa herida se infecta hasta podrías perder la pierna si no sabemos controlar la infección.— dice un poco preocupado el anciano.

— Yo creo que deberías estar acostada Alex, aprovecha y descansa. Cada día notarás cambios positivos en la pierna, si la esfuerzas tardará más en sanar.— dice Beth mientras se sienta al lado nuestro con Judith en brazos.

Tal ves tengan razón pero soy demasiado terca como para agachar la cabeza e irme a acostar y pensar en todas las cosas que me torturan día y noche. Estar aquí rodeada de gente distrae un poco mis pensamientos, lo que más me preocupa no es mi pierna; si no mi cabeza y lo destructiva que puede llegar a ser a veces.

— Quiero despejar un poco mi cabeza.— dije mientras los miraba.

Luego de esto Judith comienza a llorar y Beth deja de darle el biberón. Al acomodarla la bebé vomita toda la leche, la chica se asusta y Hershel la mira.

— Hace unos días hace esto, creo que debes revisarla Papá.— dice mirando a su padre mientras limpia a la bebé con su babero.

— Tráela aquí.— dice mientras se dirigía a su celda.

— Ya volvemos.— dice ella mientras sigue a su padre.

Ambos se fueron al rescate de la bebé. Alaska estaba conmigo sentada a mis pies, no quiso ir con Carl a despejar todo, quiso quedarse conmigo a hacerme compañía, ella siente cuando estoy mal y cuando eso pasa no me deja un segundo sola, es la mejor compañera que jamás pude encontrar.

Me quedé en silencio esperando que vuelvan mis compañeros pero escucho un sonido de la puerta que comunica la cárcel por dentro. Arriba de la mesa estaba mi cuchillo, lo tomo por las dudas y sigo mirando la puerta.

— Alaska, ¿escuchaste?.— dije mirando a mi loba y ella solo gira la cabeza al mirarme sin entender que pasa.

Vuelvo a escuchar un sonido, era una voz. No logro deducir lo que decía. Con un poco de esfuerzo me paré y caminé con dificultad hasta la puerta. Alaska sin entender mucho se para y me sigue. Ya dentro de los túneles lo veo, riéndose como un psicópata.

— Sigues igual de linda como la última vez.— dijo mientras reía.

Me quedé perpleja ante la escena y no dude un segundo en caminar apresurada hasta él, sin importar el dolor de mi pierna.

Warriors {daryl dixon}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora