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Conversaciones con brujas.
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Un mes había pasado tras la boda, los Potter no podían estar más unidos. Jane llegaba realmente cansada de San Mungo, pero James se las ingeniaba para esperarla despierto y con una taza de chocolate lista, el azabache no podía sentirse más orgulloso de su esposa. Pero no todo era de color rosa, James consideraba que la pelirroja corría peligro siendo miembro de la orden del fénix, ese tema desataba el mal humor en ella, pues no se quedaría en casa mientras sus amigos y su esposo luchaban contra las fuerzas del mal. Esa misma noche, la pareja recién casada debía hacer rondas en el callejón diagon, el cual había sido el principal centro de ataques de mortífagos.
– ¡No quiero que vayas, Jane! –exclamaba un furioso James.
– Eres un maldito egoísta, ¿Tú puedes ir y arriesgarte, mientras yo qué, me quedo en casa criando hijos?
James rodó los ojos con fastidio y miró a la pelirroja a los ojos.
– No se trata de eso. ¡No quiero perderte! –James parecía que en cualquier momento estallaría, por lo que hizo el intento de calmarse– Eres lo único que tengo, no puedo arriesgarme a perderte.
– ¿Entonces qué me espera a mí? –la pelirroja miraba a su esposo con dolor reflejado en los ojos– Por más que quiera quedarme en casa, no puedo, no puedo quedarme con la incertidumbre de si estás o no con vida. ¿Cómo crees que me sentiré si te llegase a pasar algo mientras estoy en casa, tranquila y bebiendo café? Debo y quiero estar ahí, ambos nos cuidaremos las espaldas y estoy segura que así no nos ocurrirá nada. Sólo deja de ser un jodido idiota.
El azabache no dijo nada, sólo atrajo a la pelirroja hacia sus brazos y la abrazó.
– Estamos en medio de una guerra...
– y si no sobrevivo, quiero que sepas que juro solemnemente que estaremos juntos siempre, en esta vida o en alguna otra.
– No digas eso, Dorothea. Estaremos juntos hasta que seamos ancianos y lo único estable sea nuestra varita. Quizás una de las mías no sirva como siempre pero... –Jane le propinó un pequeño golpe en la nuca– ¡Era para aliviar el ambiente!
La pareja ya se encontraba en el callejón, para su sorpresa, no eran los únicos ahí; Eric y Sirius también hacían rondas esa misma noche.