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La desaparición de Rose. «spoiler M.P»
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Sirius besó la frente de su hija, la pequeña hizo un pequeño puchero y estiró los brazos hacia su padre.
– Cassie, nos veremos luego, ¿si? lo prometo –el hombre se acercó a su esposa y depositó un casto beso en sus labios.– Las amo.
– Y nosotras a ti, pulgoso.
Sirius les dio una sonrisa, antes de desaparecer por la puerta. El joven Black salió de la casa, sin saber que sería la última vez que vería a las dos personas más importantes en su vida.
En 1979, Rose Black (de soltera, Mansour), se contactó con Regulus, a pesar que se encontraban en bandos contrarios, la rubia estaba convencida que podía hacerlo cambiar de opinión y unirlo a Sirius. Y no se equivocó. Regulus y Rose se comunicaban a través de cartas, fue el primero en tener conocimiento del embarazo de la mujer, y fue quien le sugirió el nombre Drizella para la pequeña, y constantemente le advertía a Rose que nunca debía dejar a Sirius a cargo de la pequeña, pues era capaz de olvidarla. Regulus comenzó a temer y a lamentarse por las decisiones tomadas, pero sabía que Voldemort podría deshacerse de él en cualquier momento. Es por eso, que antes de morir, dejó al nombre de su sobrina toda la herencia Black.
Rose recordaba con nostalgia a su cuñado. La rubia escribía en su diario todos sus pensamientos y añoranzas. Aquel día, era el aniversario de la muerte de sus padres, y Rose tenía decidido visitar a su hermano, sin que Sirius supiera. Era un día extremadamente frío, daba la impresión que en cualquier momento llovería a cántaros, por lo que abrigó a la pequeña Cassie y partieron a la mansión Mansour.
Rose caminaba hacia un lugar seguro donde pudiera desaparecer, mientras tapaba a la pequeña con la manta. Llevaba su abrigo rojo carmesí y la cinta en su cabello, este lucía reluciente y brillante, la mujer había heredado la belleza característica de los Mansour y la elegancia de la familia Lestrange, de eso no cabía duda. Se escabulló en una calle desolada, en cuanto frenó, notó que alguien las seguía. Rose era una excelente duelista y muy hábil con la varita, pero al tener a Cassiopeia en brazos, le dificultó defenderse. Un rayo de luz las atravesó, dejándolas inconscientes.
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La rubia despertó, se encontraba en un especie de calabozo, su pequeña hija lloraba a mares. Eran las únicas encerradas, no había una pizca de luz o ventanas, la única iluminación provenía de las rejillas de la puerta.
– ¿Puedes callar a la bastarda? –espetó un hombre del otro lado, Rose pareció entrar en razón y acunó a Cassiopeia en sus brazos, cubriéndola con la manta.
– ¡No le digas así! –respondió Rose con un grito de furia.
La puerta se abrió y la rubia, por instinto, escondió a Cassiopeia en su pecho, divisó el rostro de Rodolphus Lestrange. Alissa Lestrange, era hermana de Rodolphus y Rabastan. Alissa se alejó por completo de su familia en cuanto tuvo a Rose, no quería criarla como lo habían hecho con ella, con la crianza de todo sangre pura.
– Vaya, vaya, sobrina, qué grata sorpresa. ¿Cómo está mi querida hermanita? –el hombre tenía una sonrisa siniestra en su rostro. Era una versión masculina de Alissa.
– No te hagas el imbécil, sabes muy bien que la asesinaron.
Habían días en los que la pequeña Cassiopeia quedaba a cargo de los Malfoy, mientras que a Rose la torturaban intentando sacarle información sobre los Potter. A Narcissa se le partía el corazón ver a la pequeña Black en esas condiciones, pero mucho no podía hacer, su hijo era lo más importante para ella en esos momentos.
Rose vivía la peor de sus pesadillas, los mortífagos parecían entretenerse con la rubia, apenas le daban de comer y agradecía a Merlín que a su hija no le estuviera pasando lo mismo que a ella. A duras penas, le cantaba cada noche la misma canción para hacerla dormir.
Rose nunca conoció a Narcissa Malfoy, todo lo que sabía era por su esposo Sirius, pero se sentía en deuda con ella. Narcissa le mandaba notas entremedio de las ropas de la pequeña Cassie, explicándole que estaba cuidando muy bien de su hija.
Era octubre y podía notarse en la temperatura. Rose se encontraba en la esquina del calabazo, jugueteando con las manitas de su hija. No tenía fuerzas, llevaba días sin comer y lo único que recibía eran maldiciones y malos tratos. Un golpe se escuchó en el pasillo, y se divisó a un hombre alto y rubio, de ojos grises, que Rose reconoció como Lucius Malfoy.
– Toma tus cosas y vete. No hay nadie, más que nosotros y este. Ellos volverán por ti. –murmuró con frialdad. Rose se quedó paralizada, pero en menos de cinco minutos, se encontraba huyendo con su pequeña hija.
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Una mujer de cabellos rubios y baja estatura, corría por las frías calles de Londres con un bulto envuelto en una manta color menta en sus brazos. La mujer, de no más de unos 20 años, se escabulló por un callejón y desapareció en el mismo. Con mucho cuidado, presionó a la bebé de un 1 año en su pecho y tocó la puerta de la mansión Mansour. La rubia se veía completamente demacrada, su cabello no era el mismo rubio vivo de siempre, tenía moretones por todo su cuerpo y se veía aún más delgada, como si no hubiera comido en meses. Por la elegante puerta, se asomó un hombre de ojos azules, al ver a su pequeña hermana en ese estado soltó un sollozo y la abrazo, con miedo de quebrarla.
– Rosie, c-creí que... –Se calló en el momento en que escuchó un estruendo muy cerca, Rose tembló y le entregó a la bebé a su hermano Edward.– ¿T-te vas? No puedes dejarme con Cassie.
– Escucha, Eddie. E-ellos me están buscando, a Sirius y a mí, lo saben, lo saben. Por favor, cuídala. Estaré bien –Le intentó sonreír con la poca fuerza que le quedaba– Dejé una carta en la manta, por favor, cuídala. Es lo único que nos queda. Promételo.
– Lo prometo, la cuidaré con mi vida.
La pequeña, quien se encontraba dormida, se removió en los brazos de su tío. El estruendo se escuchó de nuevo, Rose besó la frente de su hija y miró por última vez a los últimos Mansour que quedarían con vida. Se puso la capa color carmesí y desapareció en la penumbra de la noche. Los días pasaron y finalmente, Rose se encontraba en paz. Rose Black había sido secuestrada meses antes junto a su pequeña Cassiopeia. La mujer había pasado por distintas torturas, con el fin de sacarle información sobre el paradero de los Potter, pero Rose nunca habló y eso fue lo que molestó a los mortífagos.
Rose se mantuvo valiente y fuerte, por su hija, por sus amigos. En el interior, tenía claro que la matarían, pero moriría con la ilusión de haber dejado a su hija sana y salva.