-𝐄𝐱𝐭𝐫𝐚

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"Jane y Eric"
«spoiler M.P»

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  Chicago, Estados Unidos.

Un hombre de aspecto serio, alto y algo flacucho, con ojos verdes, caminaba por las calles de Chicago. Su hijo estaría cursando un año más en Ilvermony, por lo que se encontraba más solitario que nunca. En realidad, estaba bastante acostumbrado a la soledad, nunca fue alguien de muchos amigos o un círculo social inmenso. Eric admiraba la soledad y lo que esta le propinaba, tranquilidad y aclarar pensamientos.

Saucet entró a la cafetería que recurría cuando se encontraba en un dilema. Sentía que algo le faltaba, pero ¿qué era? Saludó a la camarera (quien acostumbraba a coquetearle) y ordenó lo de siempre. La monotonía era parte de su vida, y estaba comenzando a hartarse de ello, por lo que decidió romper su rutina diaria y se adueñó de una mesa fuera de la cafetería, junto al periódico matutino.  Frente a la cafetería, se hallaba un Blockbuster, un lugar donde se alquilaban cintas de todo tipo.

El hombre leía con atención la noticia de la muerte de Richard Nixon, un ex presidente estadounidense. Hubo algo, o más bien alguien que acaparó aún más la atención de Eric, una mujer pelirroja. Era estatura promedio y delgada, el cabello pelirrojo lo llevaba hasta la cintura (lo que la hacía lucir más joven de lo que era) y sobretodo, unos inmensos ojos color esmeralda, iba de la mano con un hombre de anteojos grandes y el cabello alborotado, de un color tan negro como la noche. Era James y Jane, pero eso era imposible, ellos habían muerto. ¿No? Y, si es que no podía sorprenderse más, la pareja tomaba de la mano a una niña pelirroja, el mismo retrato de quien parecía ser su madre.

Eric derramó el café sobre sus pantalones de la impresión y a penas lo notó cuando comenzó a arder como mil demonios. Dejó cinco dólares como propina y siguió a la pareja. Estaba seguro que era ella, pues nunca olvidó su rostro y mucho menos sus pecas, debía asegurarse si era o no su galletita.

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Grimmauld Place.

La pelirroja de treinta y tantos, se encontraba buscando información sobre la infracción del Decreto para la moderada limitación de la brujería en menores de edad. Según lo que le contaron, su hijo mayor siempre se metía en problema y eso no le sorprendía, era un digno hijo de James Potter. En la biblioteca de los Black se podía encontrar lo que fuera, era el sueño de su ñoña interior.

En la entrada, Eric admiraba a Jane, como un ciego admira los colores por primera vez. Podían pasar más de diez años y la pelirroja seguía arrugando la nariz cuando leía algo que la desconcertaba, y suspirando cada vez que no entendía lo que leía, aquello la frustraba bastante. El hombre se encontraba tan concentrado en ella, que no notó cuando se apoyó en una pila de libros y los derribó, el estruendo hizo que la pelirroja se sobresaltara.

– Lo siento, no quería molestarte –se disculpó. Con la varita ordenó los libros desparramados y tomó asiento junto a la mujer.– ¿Qué lees?

– Información sobre la audiencia de Harry. Ser madre de un adolescente no es para nada fácil –ambos rieron.– ¿Estabas espiándome?

Eric se rascó la nuca con nerviosismo, pero sin apartar la mirada de Jane.

– Nos has cambiado nada durante estos años, galletita –suspiró– Nunca logré olvidarte, ¿sabes?

– Eric, yo... –Eric acarició su mejilla y admiró su rostro, la mujer comenzaba a demostrar su edad, pero la belleza y carisma seguían intactos.

Luces tan hermosa como el día que te perdí. Jamás logré olvidarte, Jane Elizabeth. Te juro que lo intenté, pero con nadie me sentía como cuando estaba contigo, era algo inexplicable, y no sabes lo mucho que me arrepiento de haberte dejado ir... –la voz de Eric se quebró, pero continuó:— Si te hubiera dicho que te quedaras, ¿te habrías quedado?

– Eric, lo nuestro pasó hace mucho. Construí una familia con el hombre que amo, tengo dos hijos los cuales debo cuidar con mi vida –Jane retiró la mano de Eric de su mejilla, con delicadeza– No puedo detener mi vida para pensar en lo que habría pasado si, y tú deberías hacer lo mismo. Tienes un hijo que te necesita, eres todo lo que le queda.

– Durante quince años intenté olvidarte, lo intenté con Emmeline, pero al final del día, algo dentro de mí sabía que no eras tú... Cuando te vi en Chicago, sentí que podía tener una segunda oportunidad contigo.

– Eric, sabes muy bien que amo a James. No lo dejaré, me costó mucho tenerlo como para tirar todos estos años de matrimonio a la borda –Jane hizo una mueca. Dentro de ella siempre supo que esta conversación llegaría, pero no tenía idea de qué hacer o decir.

– ¿Lo amas, en verdad lo amas? –preguntó con un hilo en la voz, Jane asintió.

– James es todo para mí, es mi razón de ser y vivir. Sin él no sería lo que soy ahora –Eric cerró sus ojos con fuerza, derramando lágrimas. Jane depositó un beso en su frente y se levantó, con toda la disposición de irse– Lo siento, Eric.

– Espero que seas feliz, Jane.

– Lo soy –la pelirroja suspiró y se dirigió hasta la puerta de la biblioteca– Te deseo lo mismo, Eric Saucet.

Jane dejó la gran biblioteca, dejando a un Eric solo y despechado, con el corazón en la mano. La única mujer que amó, dejaba la puerta para volver con su esposo. Aquel fue el error más grande de Eric, el amor de su vida le correspondía a alguien más.

Lágrimas brotaban desde sus ojos, preguntándose el por qué de las cosas, cuestionando todas las decisiones tomadas a lo largo de su vida. Desde aquella paleta de chocolate que compró cuando pequeño, hasta el por qué del atuendo que llevaba aquel día, todos menos el nacimiento de su hijo Magnus.

– ¿Puedo pasar? –preguntó Remus Lupin con timidez, inmediatamente se arrepintió, pues Eric se veía bastante mal.

– C-claro, adelante, ya me iba.

– Puedes quedarte, Eric.

𝐅𝐚𝐥𝐥 𝐢𝐧 𝐥𝐨𝐯𝐞 ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora