-𝐄𝐱𝐭𝐫𝐚

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 El bosque

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El bosque

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La pelirroja sintió cómo era aturdida por una maldición y cerró los ojos, ya no había nada que hacer. Algo dentro de ella sabía que la muerte era algo inevitable, pero, ¿por qué ella? Jane no merecía la muerte, debía cuidar de su bebé, terminar de ver crecer a Rosalyn y recuperar el tiempo perdido con Harry. Sintió que caía sobre césped; era un prado lleno de girasoles.

–No lo puedo creer –escuchó una voz detrás de ella y se levantó. Giró sobre sus talones y la miró, era Rose. La rubia llevaba el cabello hasta los hombros, su diadema negra y el abrigo con el que la encontraron muerta, sólo que este lucía radiante, al igual que ella– ¿Realmente eres tú, pelirroja?

–¡Rosie! –exclamó la pelirroja y le dio un fuerte abrazo a su mejor amiga.– ¡No sabes cuánto te extrañé, rubia!

–Yo no tanto –se separó de ella– Digo, sí te extrañé, pero a la vez no. Podemos observar todo.

–¿Podemos?

–Escuchaste bien, pelirroja –dijo una voz masculina a sus espaldas. Era Edward.– Podemos observar absolutamente todo, por cierto, creo que a Cassie y a Harry les hizo falta la clase sobre sexo seguro –Jane soltó una pequeña risa.

–Todo esto ha sido muy difícil para nosotros, ¿sabes? Mi Cassie ha sido tan valiente... Daría todo por poder abrazarla, al menos una vez, y pedirle perdón por haberla abandonado... ¡Oh, Merlín, estoy sensible de nuevo, no me toquen, estoy bien! –Rose comenzó a sollozar e inmediatamente, ocultó el rostro con sus manos, Edward se acercó a ella y la abrazó.

–Rosie, Rosie... –Jane comenzó a acariciar su cabello con ternura– Cassie no te culpa, y creo que... –la pelirroja fue interrumpida.

–¡Ya llegué! –un azabache se acercó hasta ellos, Jane lo reconoció como Regulus Black– Ouh, ¿Está llorando de nuevo? ¡Oh, Jane, estás aquí!

–Hola, Reg –la pelirroja saludó alegremente al azabache, pero notó que no venía solo.– ¿Severus?

–¡Suéltame, Regulus! –refunfuñó un joven Severus Snape, lucía de 17 años de nuevo, como todos en el lugar.

–Merlín, Sev. Estamos muertos, ¿A quién quieres impresionar con tu malhumor? –Jane puso las manos en sus caderas en modo de reprenda, Severus se acercó a ella y la abrazó.

–¡Abrazo grupal! –Edward tomó a Rose y Regulus, y los unió en un abrazo.












La Piedra de la Resurrección se había resquebrajado siguiendo la línea vertical que representaba la Varita de Saúco, pero todavía se distinguían el triángulo y el círculo que representaban la capa y la piedra. Y una vez más, Harry comprendió sin necesidad de reflexionar: no hacía falta que los hiciera regresar, porque estaba a punto de reunirse con ellos. No iría él a buscarlos, sino que ellos vendrían a buscarlo a él.

Cerró los ojos e hizo girar la piedra en su mano tres veces.

Y supo que se había obrado el milagro porque oyó ruidos en la franja de tierra cubierta de ramitas que señalaba la linde del Bosque Prohibido, como si unos cuerpos ligeros caminaran por ella. Abrió los ojos y miró alrededor.

Enseguida comprendió que no eran fantasmas ni seres de carne y hueso. Se parecían mucho al Ryddle que había escapado del diario varios años atrás: un recuerdo convertido casi en algo material. Eran menos consistentes que los seres vivos, pero más que los fantasmas; avanzaban hacia él, y en todos los rostros había una afectuosa sonrisa. Jane lucía como una adolescente, parecía estar radiante y sus ojos verdes brillaban a la luz de la luna, a su lado se encontraba Rose. Harry no pudo evitar el gran parecido que tenía la rubia con su hija, ambas compartían la mirada traviesa y la sonrisa burlesca. Harry sentía una extraña comodidad, se encontraba rodeado de dos mujeres, las cuales dieron su vida por la de sus hijas.

Jane se apartó el largo cabello de la cara al acercarse a Harry, y le escrutó ávidamente el rostro con aquellos ojos verdes tan parecidos a los de él, como si nunca fuera a cansarse de mirarlo.

—Has sido muy valiente —le dijo.– Mi pequeño Harry, estoy tan orgullosa de ti.

Harry se quedó sin habla. El miedo se había esfumado, se sentía en casa. Rose se acercó a ellos y acarició la espalda de Harry.

–Ya casi has llegado, te estaremos esperando, ahijado...

–Lo siento –se disculpó Harry, mirando a ambas mujeres– Siento mucho abandonar a Cassie y Sirius, a Rosalyn, Andrew y a papá...

–No los has abandonado, cariño –susurró la pelirroja– Siempre estaremos cuidándolos.

–Nunca te dije lo mucho que te amo, mamá –murmuró Harry.– Y jamás pude decirte lo orgulloso que me hace sentir ser tu hijo.

–Cariño, yo soy la orgullosa de ser tu madre. Eres mi pequeño, siempre lo serás, no importa cuán lejos me encuentre de ti. El amor de una madre es una fuente inagotable.

–Harry asintió y dirigió la mirada hasta Rose– Cassiopeia la extraña mucho. No quiero que sufra por mí, ¿Aún podré verla, aún podré escuchar su risa y mirar sus ojos?

–Son almas gemelas, Harry. El destino se encargará de juntarlos de nuevo, en esta o en otra vida –pronunció las mismas palabras que  Cassie alguna vez le dijo.

—¿Duele? —esa pregunta tan infantil brotó de los labios del chico sin que él pudiese impedirlo.

—¿Si duele morir? No, en absoluto —contestó Jane—. Es más rápido y más fácil que quedarse dormido.

—Y él se encargará de que sea rápido. Quiere acabar de una vez —añadió Rose.

Una fresca brisa que parecía emanar del corazón del Bosque Prohibido le apartó el pelo de la frente a Harry. Sabía que ellas no lo obligarían a seguir adelante, que esa decisión tenía que tomarla él.

—¿Se quedarán conmigo?

—Hasta el final —contestó Jane.

—¿Y no las verá nadie?

—Somos parte de ti —repuso Rose—. Los demás no pueden vernos.

Harry miró a su madre.

—Quédate a mi lado —le pidió.

𝐅𝐚𝐥𝐥 𝐢𝐧 𝐥𝐨𝐯𝐞 ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora