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Euphemia y Fleamont Potter.

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El tiempo transcurrió y Jane había olvidado por completo a la bruja muggle, cuando sentía que su vida comenzaba a ser algo más normal, Euphemia y Fleamont contraen viruela de dragón. Ambos Potter eran ya bastante mayores, aún para la expectativa de vida de los magos, la pelirroja creía que hasta eran más ancianos que Dumbledore. Jane se encontraba de turno en San Mungo cuando sus suegros llegaron, su piel estaba cubierta de un desagradable color verde que apenas y Jane los pudo reconocer.

– Nos alegra que seas tú quien nos atienda, cariño... –Fleamont hablaba con dificultad, estaba siendo revisado por la pelirroja, Euphemia ya se encontraba durmiendo.– Moriremos, ¿verdad?

Jane sintió que su corazón se apretaba. Los Potter la habían acogido como si fuera una hija, desde muy pequeña, hasta le tenían un cuarto con pósters de The Beatles. Cuando iba a la casa de James, Euphemia era quien le hacía las colitas en el cabello y Fleamont intentaba enseñarles Quidditch (aunque Jane era un completo fracaso para el deporte). Los Potter habían sido más sus padres que sus propios padres, a pesar de la riqueza con la que contaban y el perfecto linaje, nunca les importó que su hijo se juntara con un hombre lobo y una mestiza. Jane se sentó en la cama de su suegro y con delicadeza, tomó su mano.

– Lo siento mucho, la viruela de dragón a su edad es sumamente complicada, pero haré lo posible para recuperarlos. Es una promesa –el anciano le sonrió con las pocas fuerzas que tenía.

– Sálvala a ella primero, –susurró mirando a la anciana pelirroja que yacía en la camilla a su lado– No vale la pena vivir en un mundo sin mi alma gemela.

– ¿Cómo sabe uno que, encontró a su alma gemela?

– No tengo la menor idea de cómo lo harán los muggles, sería interesante saberlo. Los magos podemos conjurar un patronus, recordamos nuestros momentos más felices... Cuando conjuraba el mío pensaba en Euphemia, en sus hermosos ojos azules y su cabello pelirrojo, como el tuyo, y al parecer ella pensó en mí, pues de nuestras varitas salieron unas lechuzas que revoloteaban entre sí.

Jane recordó la forma de su patronus y el de James. Ella era el recuerdo de él. Él era el recuerdo de ella. James era su alma gemela.

– Tienes cara de haber visto un muerto, cariño –Jane soltó una pequeña risa– Una vez un viejo loco me dijo que, la muerte no es más que la siguiente aventura. Estoy listo para dejar este mundo, mi hijo ha sido mi mayor logro y sé que estará bien si es a tu lado.

Jane abandonó la habitación luego de asegurarse que ambos estuvieran dormidos y en buenas condiciones. Afuera de la habitación, James, Sirius, Remus la esperaban, cada uno con una expresión triste en su rostro.

– Están dormidos –les comunicó la medimaga, sentándose a un lado de James.

– No sobrevivirán, ¿cierto? –susurró James mirando un punto fijo. Nunca se había planteado la muerte de sus padres, ellos eran el pilar fundamental en su vida, gracias a ellos era lo que era.

– La viruela de dragón a su edad es completamente mortal –comentó Remus con un hilo en su voz.

Los merodeadores pasaron toda la noche en San Mungo. Esa misma noche, Jane los hizo pasar para que viesen a los Potter, aunque estos seguían dormidos. Se mantuvieron ahí hasta que la fiebre de ambos comenzó a aumentar, casi a convulsionar; el personal médico no pudo hacer mucho. Esa misma noche, murieron. Así mismo, el funeral ya estaba listo. Profesores de Hogwarts, Dumbledore, miembros de la orden y personas que, al parecer, eran muy famosas en el mundo mágico, asistieron al funeral. James estaba devastado.






𝐅𝐚𝐥𝐥 𝐢𝐧 𝐥𝐨𝐯𝐞 ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora