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Los Bennett.
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– ¡No entiendo por qué eres tan malvado conmigo, Elett! –exclamó una furiosa pelirroja, tan roja como su cabello. El elfo doméstico había intentado lanzarla por el balcón de su habitación, de nuevo.
– La señorita Winona no le permite a Elett responderle a la señorita Jane –habló por lo bajo el elfo doméstico. A Jane se le cayó la ropa de las manos y se arrodilló con curiosidad frente al elfo.
– Elett, ¿De qué estás hablando? Te prohibo ocultarme algo.
– ¡Si Elett le dice algo a la señorita Jane, la señorita Winona le planchará las manos! –El elfo de pequeños ojos azules comenzó a desesperarse. Jane no sabía qué hacer, por lo que recurrió a abrazarlo.
– No permitiré que Winona te haga daño, Elett. Sólo dime lo que te ha dicho, ¿Sí? –dijo Jane con un tono dulce en la voz, intentando tranquilizar al elfo.
– Hace años, la señorita Winona le ordenó a Elett ser malvado con la señorita Jane. Elett no quería, ¡Pero la señorita Winona le planchó las manos! –lloriqueó Elett mientras intentaba golpearse con la pared de la habitación.
– ¡Basta, Elett! ¡No te hagas daño! –Jane le quitó el libro que había tomado el elfo para golpearse– Mira, si Winona pregunta, debes decirle que has sido muy muy malvado conmigo, ¿Está bien? Es una orden, Elett.
El elfo doméstico asintió y de un chasquido desapareció de la habitación de su ama. Jane suspiró y siguió ordenando su baúl. El timbre de la elegante casa color marfil sonó repentinamente, la pelirroja bajó las escaleras con rapidez, pero alguien se había adelantado.
– ¡Cariño, estás aquí! –chilló Winona abrazando al castaño.
En el vestíbulo se encontraba un chico con aspecto relajado, a simple vista se podía apreciar que era todo lo contrario a Winona. Jane no lo conocía, sólo sabía de su existencia a través de las cartas que sus padres le enviaban.
(...)
– ¿Y tú, Jane, qué quieres estudiar? –preguntó Acacia Bennett mirando a su hija menor. Jane dejó los cubiertos de lado y miró a sus padres con un semblante serio: