📚 Thirty-eight

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Furuta sirvió la carne en un plato, era la comida del mes para su querida prisionera. Sacó un estuche y lo abrió, tomando una jeringa y un frasco de vidrio, que contenía la droga supresora de RC; lo abrió y absorbió el líquido con la jeringa, para luego inyectar este en la carne. Sonrió y tomó el plato, dirigiéndose al cuarto de la chica. Abrió la puerta y sonrió, mirándola.

Tn estaba en la cama, acostada de lado y viendo a la pared, pues no había una ventana por donde mirar hacia afuera. Cuando oyó la puerta abrirse, cerró los ojos y frunció el ceño.

– Sé que no estás dormida, mírame.

Ella tomó aire y se incorporó con cuidado, mirándolo. Él sonrió.

– Te traje de comer –enseñó el plato.– Parece que está hambrienta, ¿No? Tus ojos lo dicen todo –rió.– Te ves linda con el kakugan activado –bromeó.

– Tú... –suspiró.– Olvídalo...Me rindo.

– ¿Ohh~? ¿Eso significa que ya decidiste qué hacer?

La chica asintió, con la mirada baja.

– Muy bien, dime. ¿Qué es lo que elegiste al final, querida?

– Yo... –lo miró.– Me casaré contigo...Souta.

El pelinegro sonrió, victorioso.

– ¿Puedes...sacarme...esto? –pidió, levantando sus manos esposadas.

– Oh. No, querida. Aún no.

– Pero...

– Sé lo que intentas, así que no puedo hacerlo –rió.

– Souta...eres más alto y fuerte...que yo. Además...estoy demasiado...débil por la...droga supresora...así que si yo...tratara de hacerte algo...tú podrías matarme...tranquilamente.

– ...Buen punto –rió.– Bien, te quitaré las esposas. Pero te lo advierto, si haces algo, olvidaré lo del matrimonio y procederé con la ejecución. Puedo encarcelar a tu padres y a tu amiguito con sólo hacer una llamada. Mi Oggai los encarcelarán en lo que dura un parpadeo.

– ...No haré nada...No me conviene hacerlo.

– Bien dicho.

Furuta sacó las llaves de las esposas, se acercó a la chica y le quitó estas, dejándolas caer. Tn sobó sus muñecas, le dolían mucho al tener aquellas cosas metálicas por tanto tiempo.

– Bien. Hora de cenar –le entregó el plato.

– Tiene droga también... ¿Verdad?

– No me arriesgaría a dejar de drogarte –rió.

– ...Por dios –suspiró.

Ella comenzó a comer, mientras él la observaba.

– Anunciaré nuestro matrimonio pronto, será emocionante –rió.

– ...Quiero...que dejes ir...a Eto.

– Nop.

– Hazlo como...regalo de bodas.

El pelinegro rió.

– Tendrás regalos mejores, créeme. No pienses en ella, además...no está en mis manos lo que ocurra con ella, eso es decisión de Corona.

La chica bajó la mirada.

– Y aunque la dejara ir... –ella lo miró.– Está muy mal, demasiado. Moriría de todos modos.

Sweet Escape 📚 Eto YoshimuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora