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El intercomunicador emitió un sonido anunciando la llegada de alguien. Joaquín se limpió las manos con una servilleta desechable, presionando el botón.

"¿Sí?".

"¿Me dejarás entrar o me quedaré aquí congelándome?"

"Vaya, que urgencia señor Marcos". La risa de Joaquín resonó. "Puedes pasar, dile a Albert que puede irse a descansar".

"De acuerdo, no puedo creer que hayas mantenido al pobre señor más tiempo de su turno cuando bien puede estar con su familia disfrutando de un chocolate caliente".

Emilio entró al edificio, en sus manos llevaba un pequeño ramo de girasoles y una botella de whisky Black & White, en el recibidor estaba el señor Albert, descansando su cabeza en el escritorio, Emilio lo movió ligeramente del hombro y cuando el hombre reaccionó le dijo que podía irse a casa.

El ascensor no tardó en llegar, Joaquín vivía en un penthouse hasta el último piso, durante el viaje Emilio pensaba una y mil maneras de llegar, quería sorprender a Joaquín, el ascensor se abrió, dando paso al living el cual era grande y espacioso, los sofás de cuero blanco, la pantalla de plasma de 50 pulgadas, el mostrador ocupado por botellas de champagne, ron, whisky y vino.

Un aroma delicioso invadió sus fosas nasales, fue directo a la cocina, dejando la botella de whisky en la mesa del comedor, la imágen de Joaquín era una absolutamente diferente, vestido con una playera color rosa, jeans ajustados, los cuales resaltaban la forma de sus piernas y glúteos, una pañoleta atada a su frente color rojo, sosteniendo sus rizos.

"Qué bien huele". Emilio se acercó, sosteniendo de la cintura a Joaquín, posando su rostro en el cuello del mismo, deleitándose con el aroma de su colonia.

"Hola a ti también".

"Oh, lo siento, que desconsiderado soy al solo acercarme así, le pido disculpas, como recompensa le daré muchos besos, ¿Eso salda mi error?".

"No, le hará falta más que besos para que pueda perdonarle, por el momento puede ayudarme a poner los platos y las copas en la mesa, iré en un momento y empezaremos a cenar".

"A sus órdenes". Emilio tomó los platos y las copas del estante y los llevó hasta la mesa, colocó cada uno en su lugar. "¿Tienes algún jarrón?".

"Sí, debe estar a lado de los cubiertos".

Emilio buscó y encontró el más vistoso jarrón color rosa, detalles de flores con color violeta, azul y amarillo, era un jarrón lindo, lo llenó con un poco de agua y puso los girasoles, acomodando el jarrón en medio de la mesa.

"Esto está listo... Oh, Emi, girasoles". Joaquín se apresuró a colocar la cacerola en la mesa, debajo puso una superficie de madera para que el calor de la cacerola no diera directo con el cristal, tomó el jarrón y aspiró el aroma de los girasoles. "Son hermosos".

"Bueno, llenaste mi casa de flores, ahora me tocar hacerlo con tu apartamento".

"Gracias". Los dos sonrieron y se besaron, suave, dulce, lento.

"¿Qué haz cocinado?".

"Sopa de crustáceos, me dijiste que te encantaban y... Decidí poner en práctica una de las recetas de mi madre, además, mi padre me enseñó el procedimiento y ahí está, también preparé el crème brûlée que me pediste".

Joaquín sirvió los dos platos con la sopa y los dos se sentaron, empezaron a comer, la sopa era realmente buena, el sabor de la langosta junto al jugo de limón era una delicia, una cena tranquila como antes, anécdotas de universidad, aventuras en familia, risas, halagos, música de fondo, un buen whisky, todo perfecto, pareciera que ese tormento que tuvieron que vivir hace semanas nunca se hubiera hecho presente.

Amor De Hospital | EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora