Once

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Desperté por un beso, me costó muchísimo abrir los ojos, pero allí estaba papá, del lado de Graham cubierto por las sábanas, lucía cansado, su cabello estaba revuelto y llevaba puesto ese colgante que no se quitaba nunca.

-Buenos días, campeón. – Dijo somnoliento, la luz del sol indicaba que ya estaba amaneciendo – Ha sido una mala noche, ¿eh? – Dijo mientras revolvía mi cabello. – Debes calmarte, fue un mal sueño, dicen que si los cuentas no se hacen realidad, has hecho bien en decirle para que esas fantasías se espanten y se vayan bien lejos, ya verás que todo eso de tu madre dentro de un tiempo será solamente eso, un mal sueño. – Dijo volviendo a besar mi mejilla sonoramente de igual forma como lo había hecho para despertarme. – Ahora debo ir a asegurarme que se haya despertado ese flojo. – dijo levantándose al fin. – ahora ve a lavarte, tu ropa está colgada detrás de la puerta.

Se fue y escuché como mi cama chilló, aparentemente Graham sí que estaba acostado, creo que papá se lanzó sobre él porque le gritó imbécil, luego pasó un ratito y volvieron a lo de las risitas, cuando salí del baño me crucé con él que venía a la habitación junto con papá, me saludó y noté que por primera vez se veía que papá tenía muchas más ojeras.

Cuando llegó el fin de semana pude ir a ver a mamá en compañía de mi viejo, en un momento tuve que ir al baño y cuando regresé se estaban besando, eso me alegró en demasía, pero no dije nada para no arruinar el momento, terminaron y se quedaron viendo casi como él miraba a Graham, su actitud era rara, pero me sentí con el derecho y el deber de informarle a Graham, tal vez debí ser considerado y tomar conciencia de que aquello heriría sus sentimientos y le haría sentir mal, pero herirlo era exactamente lo que yo quería hacer, así que esperé hasta el lunes en la hora del té.

- ¿A qué no adivinas lo que he visto el fin de semana? – Dije a tono de acertijo, él sonrió y puso cara de intrigado seguramente pensando que en verdad se trataba de un juego.

- Mmm... No lo sé, ¿un dinosaurio, quizás? –

- Frío, frío – le respondí extrañamente divertido y expectante por mis jugarretas.

- ¿un oso polar volador?

- No, ¿te rindes? – pregunté ansioso de decirle aquello de inmediato.

- Sí, la verdad no tengo idea de lo que podría ser. – dijo rascando su nuca.

- Papá y mamá se besaron, ya se han vuelto a querer, ¡a que sí! – vomité con entusiasmo y el cambió su expresión facial de golpe a una muy seria.

- Está bien que te sientas enojado, que me odies y yo no te caiga bien, pero mentir está mal, muy mal. – dijo poniendo su taza de té sobre el plato haciendo un ruido muy fuerte que me hizo pensar que la loza se había quebrado.

- Yo no te he mentido, te he dicho exactamente lo que vi.

- No hay nada peor que ser un niño mentiroso porque si mientes luego te convertirás en un adulto mentiroso y las mentiras hacen daño, las mentiras causan mucho dolor. – dijo con la vista fija en la puerta y tal vez mordiéndose los pellejitos de su dedo gordo (Vaya que sí tenía razón en lo que dijo), luego se paró de la mesa dejando su merienda a la mitad. – cuando termines debes retirar los platos y lavarlos, ya no tengo hambre. Con tu permiso. – Dijo manteniendo, a pesar de todo, esa obsesión que tenía por enseñarme modales en la mesa.

- No tienes mi permiso. – contesté en tono de burla, pero el siguió caminando hasta la escalera y ni siquiera me miró.

- Luego de lavar la loza haz tus deberes y ordena tu mochila y tu pieza. – ordenó, luego subió, sentí que cerró la puerta algo fuerte y yo me fui tras el a intentar abrirla, pero le había puesto seguro, giré la perilla un par de veces y golpee, pero no respondió, de cualquier modo, no hice nada de lo que me dijo y me puse a mirar televisión hasta que me dormí.

Desperté a la hora en que llegó papá por el ruido que hizo al introducir las llaves, yo estaba cubierto por una manta que tal vez Graham me había puesto encima, al entrar, mi padre primero me saludó a mí y posteriormente besó a Graham que estaba al pie de la escalera, ninguno de los dos cerró los ojos ni se miraron como antes después de besarse.

Se supone que los niños son humildes y perdonan, pero, mirando con perspectiva, puedo ver que en ese momento yo fui muy injusto y malo con Graham, que al parecer estaba dando lo mejor de sí, si un hijo mío me contestara de esa forma o actuara de tal manera no dudaría en darle una reprimenda o algún castigo, pero él siempre ha estado un poco, aunque fuera mínimamente fuera de sí, ahora comprendo que aunque no me creyera, sí había sembrado la duda en él y su mente que siempre ha sido frágil. 

Algo en la relación de mi padre con él se estaba rompiendo o derechamente ya se había roto y por algún tiempo estuve muy orgulloso de mi supuesta aportación.

Durante el resto del tiempo Graham no hizo mención, ni siquiera a papá de lo que había pasado entre nosotros.

Pronto a mamá la dieron de alta y pude ir a pasar tiempo con ella, Graham mismo me llevó a buscarla al hospital y nos llevó a casa, no había dinero para pagar a alguien que le asistiera así que le ayudaba yo, en ese tiempo tuve que aprender un montón de cosas, como lavar loza, barrer, utilizar la lavadora y otras tantas cosas, bueno, Graham me enseñó.

"Debes aprender para ayudar a tu madre", decía, yo fingía prestarle atención y él me reprochaba mi cara de cabreado, pero al final si me fue conocimiento útil.

Al otro día calenté una lasaña congelada que había en el congelador para el almuerzo, pero mamá no quiso, a las horas, comencé a sentir muchísimo frío, tanto que fui a su cama y me acosté a dormir junto con ella, al despertar sentía los ojos como secos y aún sentía frío, ella me tocó. – Tienes fiebre. – Me dijo preocupada, y yo corrí al baño, al parecer la comida me había caído mal, entonces, ella, recién salida del hospital, tuvo que cuidar de mí el corto tiempo de descanso que le dieron para estar en casa y yo me sentí más mal por ella que por el dolor de tripas o los vómitos, tercianas y diarrea que me afectaba, ella me daba un agua con sales que sabía horrible, me cocinaba sopita y me ponía pañitos fríos en el cuerpo para bajarme la fiebre.

Y eso fue muy arriesgado de su parte tomando en cuenta lo delicado de su estado de salud en aquellos momentos.

El padrastro.  GramonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora