Veinte

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Papá y Graham se lo pasaron bien ese día, intercambiaron regalos, aunque cenaron conmigo, Graham hizo algo como más elaborado y toda esa tontería, yo miraba televisión, hacía mis cosas y los miraba de reojo un poco harto de toda su cursilería. No podía, en el fondo, dejar de pensar en Ed y lo que había pasado, no quise llamarle porque supuse que estaría enojado conmigo, que no querría hablarme así que me comí la ansiedad, comer fue muy difícil porque me sentía un poquito mal.

Me fui a acostar y me costó un poco dormir de tanto pensar, en ese instante pensaba que tal vez se merecía el golpe porque el fue quien comenzó a comportarse raro y a mí eso me incomodó y me dio miedo. Tal vez yo sí tenía derecho a pegarle después de todo, me decía.

Al otro día llegué al cole tempranísimo, la sala estaba vacía, encontré la tarjeta y el regalito justo sobre mi pupitre, abrí el paquete y era una caja de chocolates, me refiero, no una caja de esas que uno compra y vienen con chocolates dentro, sino otra cosa, una cajita que sería de otra cosa antes a la que él le puso un montón de calcomanías y láminas de Pokémon y dentro le puso chocolatinas, bombones, alfajores y otros dulces, abrí ansioso el que estaba relleno de pasta de maní , lo masqué, estaba rico y entonces reparé en un sobre de color lila, en su interior había una tarjeta, era de cartulina roja, por dentro era de color blanco y tenía una pegatina de charmander, se notaba que la había hecho él. Simplemente decía:

"Feliz día al mejor amigo de todos."

La verdad es que ese simple mensaje me alegro muchísimo, me llenó el pecho de algo que no sabía qué era. Entro un niño, la iba a guardar, pero entonces me di cuenta de que también había una hoja de cuaderno doblada. Allí decía que yo le gustaba mucho, que estaba enamorado de mí y que me amaba y todo eso. Yo simplemente guardé todo apresuradamente en mi mochila, no quería que nadie supiera, me daba muchísima vergüenza que la gente pensara que yo era gay.

Ese día Ed no llegó en todo el día, al siguiente tampoco, pero le compré unas galletas de jengibre porque al otro día era su cumple, sin embargo, a la noche me avisaron que no iría a clases porque tocaba audiencia con el juez y por los horarios no alcanzarían a irme a buscar.

Ese fue un día ajetreado, fueron mis abuelos, se dijeron cosas feas con papá, recuerdo que cuando fue el turno de ellos de hablar dijeron cosas muy odiosas sobre Graham, que yo compartía en mi mente, pero que sin embargo se escuchaban hasta injustas, no lo sé.

De pronto hicieron pasar adelante a Graham que estaba vestido con el mismo traje que usó en el funeral de mamá, era extraño, por seguro era porque no tenía otro, al menos yo nunca le había visto otro puesto.

Ahora que lo pienso como adulto, tal vez lo llevaba porque estaba enterrándose a sí mismo, o al menos una parte de sí, algo en su rostro, su pose y lo que hacía con sus manos, mas que delatar que mentía, denotaban que le dolía negarse a sí mismo, su identidad y desmentir cualquier sentimiento romántico por papá.

Se lo preguntaron mucho, varias veces, qué sentía por él, si lo amaba, si alguna vez se habían besado. Él simplemente dijo que todo lo que yo veía a diario era mentira, mintió sobre toda su vida y quién era.

Juró solemnemente que no amaba a papá, que no eran pareja, que no lo quería, que no lo amaba, que eran sencillamente camaradas, colegas del trabajo y amigos cercanos, pero nada más, que ni él ni papá eran homosexuales.

Le dijeron que si todo eso era verdad, que si era cierto que era un auténtico hombre debería presentar a su novia o que ella debería haber pasado a declarar. Pero él dijo que era un amor imposible, que estaba enamorado de alguien que jamás le querría, de una mujer ciertamente inalcanzable.

Mentir sobre lo que uno es, es ciertamente una mierda, creo que todos hemos tenido que mentir sobre lo que somos en algún punto, ya sea para impresionar a alguien, para no desencajar o para ajustarnos a aquello que queremos ser, poro se aleja de lo que de verdad somos.

Al final me hicieron pasar a mí y me preguntaron con quién me quería quedar.

Todos me miraron expectantes, sentí que les debía algo, a mis abuelos, a papá, incluso a Graham, sabía que sin importar mi respuesta iba a decepcionar a alguien, tal vez la opción correcta era una que no me habían dado, irme a un hogar de menores, emanciparme o qué se yo, pero sobre la mesa habían dos alternativas y esta vez escogí, ante la mirada de dolor en los ojos que me miraban expectantes, a papá.

Luego salimos de la sala mientras el juez tomaba el veredicto. Papá y Graham ni se acercaron, se situaron en lugares distantes y sus miradas contactaban ocasionalmente y la bajaban al instante.

Mi abuelo me hizo acercarme a él y me preguntó por qué había escogido a papá, me dijo que se sentía decepcionado, yo me sentí mal por eso y porque tampoco sabía muy bien que decir.

Luego papá me fue a alejar de él, hubo una discusión en voz baja, pero con palabras de alto calibre entre ellos, pero afortunadamente nos ordenaron volver a la sala.

El juez decidió que me quedara con papá, me despedí de mis abuelos un poco inseguro respecto a lo que había dicho y nos fuimos a casa.

Yo tomé el teléfono y marqué a casa de Ed para felicitarlo y contarle, pero nadie contestó, insistí y luego se escuchó el sonido de línea ocupada.

Me fui a acostar con la esperanza de verle al otro día, pero tampoco llegó, le pregunté a un compañero si el día anterior le había visto y me dijo que no.

Intenté llamarlo de nuevo en la tarde, pero otra vez sin éxito, lo intenté el sábado u el domingo, pero tampoco contestó nadie.

El lunes ante una nueva inasistencia, le pregunté a mi profesor jefe si sabía algo y me dijo que sus padres habían pedido el traslado, pero no le habían dicho a dónde, le pregunté la dirección de Ed para ir a visitarlo, pero se negó diciéndome que era información privada que no podía revelar.

Los siguientes días fueron llamar a una línea vacía y llorar, me sentía muy triste por no volverle a ver, porque ahora estaría sentado solo, pero yo lloraba en soledad, escondido en mi habitación o en el baño porque e cualquier modo sentía que no había nadie en quien confiar, que nadie me entendería.

A veces soñaba con él, también con mamá, a veces con ambos y me gustaba eso, pero al llegar la mañana, venía de la mano con la realidad.

Cuando pude reflexionarlo con una mente más madura, creo que me sentía mal porque jamás recibí un castigo como me merecía, me refiero, no volver a verlo y estar solo me hacía tremendamente triste, pero no era suficiente castigo para mí, me merecía más por mi responsabilidad en que dejara el colegio y se fuera a otro.

También pienso que lo de él se parecía tanto a lo de Graham, cada que lo pienso lo imagino con esa pena, ese pesar de esconderse del mundo, de esconder una parte de él del resto, a pesar de sentirme un poco estafado por su falta de honestidad conmigo, que tal vez se acercaba a mí con motivos ocultos.

Debe haber sido horrible no sentir la confianza de contarme, el haber tenido el valor de decirme y haber sido rechazado de esa forma, aún admiro la valentía que tuvo aquel día y siempre la comparo con mi propia cobardía.

Que yo le gustara no era algo de lo que pudiera culparle ni culparme a mí, simplemente pasó y ya, él no se merecía mi reacción violenta, a veces intento decirme que me faltaban herramientas para lidiar con eso, que el asunto con mis viejos, mi mamá y Graham me hacían tener mucho miedo de ser gay, de enamorarme, de intentarlo y terminar en esas mismas peleas, que tal vez si fue un poco invasivo que me besara sin mi consentimiento, pero solamente son mentiras que me cuento para no sentirme tan mal conmigo mismo, porque en el fondo sé que fue mi culpa completamente, pero ahora no hay nada que pueda hacer al respecto, intento no pensarlo tanto porque no hay ninguna máquina que pueda devolver el tiempo, las mierdas que he hecho ya están hechas y ya ésta el daño que he causado, el que me han hecho, hecho está y no hay nada que al respecto se pueda hacer ya.

El padrastro.  GramonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora