Doce

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El otro día estaba ordenando, hay muchas cajas con muchas cosas en esta casa, algunas son solo basura, pero otros son recuerdos, los hay buenos, los hay malos, solo recuerdos. No podría decir si es mejor olvidarlos o aprender de ellos o simplemente aprender a vivir con ellos.

En el fondo de una caja de zapatos estaba esta horrible postal hecha por mis propias manos.

En 1999 mis vacaciones de verano fueron un mes que pasé prácticamente solo y aburrido con la fiel compañía de la televisión y el perro que vivía en el patio de atrás.

Mis horarios cambiaron un poco, me dejaban acostarme a la hora en la que llegaba papá y levantarme a la hora en la que me despertara, Graham hacía un poco más de comida a la hora de la cena y yo recalentaba eso para almorzar cuando me daba hambre. Cuando él llegaba yo me sentía un poco más aliviado porque la soledad a veces me daba un poco de miedo e incertidumbre acerca de que pudiese venir alguien; Estar con él me tranquilizaba un poco. Entraba, se lavaba las manos, me daba algo para comer y, lo más importante, me hablaba.

Un día eran más o menos un cuarto para las cinco, no faltaba casi nada para que Graham llegara de trabajar. El perro ladró y alguien llamó a la puerta, Graham solía utilizar sus llaves, pero pensé que tal vez las había olvidado, perdido o no las hallaba dentro de su mochila, así que extrañamente emocionado abrí la puerta con entusiasmo, pero del otro lado no estaba él sino un hombre muy alto que al verme sonrió.

- ¿Vive aquí Graham? – me preguntó.

- Sí, pero no está. – le contesté.

- ¿Y está tu mamá? –

- Está en el hospital ahora.

- ¿Estás solito? – preguntó con ojos compasivos

- Sí. – Respondí.

- Verás, he venido desde muy lejos, soy un amigo muy querido de él, ¿podría esperarlo dentro?, ¿Me invitas a pasar? – Rogó con una sonrisa encantadora a lo que yo accedí.

Yo seguí mirando televisión y él se sentó a mi lado, haciendo que me desconcentrara por el molesto zapateo de su pie. De pronto se escuchó el sonido de una llave metiéndose en la cerradura, acto seguido, este hombre se paró y abrió la puerta él mismo, Graham, según yo, en ese instante, sorprendido, hizo ese ruido que se hace cuando se te ha caído un vaso, un huevo o algo.

- Sal de aquí. – le dijo al desconocido.

- Hola, Graham, tanto tiempo sin vernos. Me alegra que estés bien. – dijo con esa sonrisa tan típica en él, volviéndose a sentar a mi lado, extendiendo sus brazos por detrás del respaldo del sofá y abriendo las piernas.

- ¡Te he dicho que te vayas de mi casa! – gritó y corrió hacia mí. - ¿Te ha hecho daño? – Yo negué con la cabeza. – Vete a tu cuarto y no vuelvas a salir de ahí. Debí haberte advertido que no abrieras la puerta a nadie. – Me dijo enojado

- Pero es que pensé que eras tú, además es tu amigo. – Expliqué.

- vete a tu cuarto, enciérrate allí y no salgas, sin importar qué. – me gritó furioso, yo subí las escaleras.

- Cuando estabas conmigo no eras así de cascarrabias, ir por la vida jugando al fugitivo y sin mi supervisión te ha hecho mal. – dijo el hombre.

- ¿cómo encontraste mi casa?

- Porque eres mío, me perteneces, te conozco y siempre voy a saber dónde estás  –

- Sal de aquí, por favor.- le pedía Graham

- ¿quién es el niño?, ¿estás jugando a la niñera?, porque lo haces pésimo. - le dijo

- Sal. – exigió

- ¿Estás fingiendo que eres heterosexual para que alguna puta te mantenga? - preguntó con tono de burla.

- Deja de molestarme. – le dijo y trató de golpearle, pero el hombre lo sujetó del antebrazo.

- ¿Te gusta mirar la hora?, ¿o te da vergüenza lo que te hice? – Le preguntó quitándole el reloj y lanzándolo al suelo para pisarlo.

- Alex, No... - Respondió Graham y le vi bajar la cabeza y bajar los brazos.

- ¿es importante para ti el chico?, porque si no vuelves a casa conmigo ahora, lo voy a matar. – Dijo y yo corrí a mi cuarto y cerré la puerta, la aseguré y me senté tras ella muerto de miedo.

- No. – dijo Graham bajito. - solo déjame guardar mis cosas.

- Espera, ¿quién es el de la foto que sale contigo?, ¿Te gustan rubios?, ¿de ojos azules?, ¿crees que solo por eso valió la pena dejarme?

- No, no es nadie. Respondió con voz temblorosa.

- ¿Seguro?, porque es más que seguro que te lo estás tirando y por tu culpa a él también lo voy a matar – le gritaba y el perro en el patio ladró, seguramente al escucharle.

- No, mi amor, te juro. Solo déjame recoger algunas prendas y vamos a volver, te he estado extrañando. - dijo quebrándose

– No necesitas ropa en el lugar al que vamos. – advirtió

-Suéltame. – Gritó Graham, y de pronto escuché algo que se rompía el sonido de algo pesado que caía, podría ser algo así como un saco de patatas o un saco de harina cuando los cargan y descargan en los camiones, yo apreté los ojos y lloré de miedo, hasta que escuché que la puerta de la calle se abrió y se cerró, entonces bajé. Había restos de una escultura rota y unas manchitas de sangre que se difuminaban como pinceladas por el corto camino entre el sillón y la puerta.

Bajé en silenció, Graham sujetaba su brazo y observaba en su muñeca una especie de cicatriz que tiene ahí, que es como una línea que recorre todo, como si fuera una pulsera.

- Graham. – Susurré, él ocultó su marca contra su pecho utilizando su otra mano.

- ¡Vuelve a tu puta maldita habitación, no te he dicho que puedes salir! – Me gritó.

- ¿Estás bien? – pregunté sintiendo pena de que me tratara así de mal cuando yo solo estaba preocupándome por él.

- Estás castigado. Vete a dormir. – Dijo siendo él mismo quien me llevara a la rastra a mi cama y me acostara con ropa incluso. - ¡Ay de ti si te vuelves a bajar!, ¿me escuchaste? – Advirtió y cerró la puerta, entonces pude escucharle llorar.

Trajinaba cosas, al parecer estaba botando los restos de lo que se había roto, pronto subió el aroma del líquido que utilizaba para trapear pisos y entre medio de todo ese ruido, se notaba que aún estaba llorando.

El padrastro.  GramonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora