Quince

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El domingo comimos comida china, lo recuerdo. Papá a penas hablaba, pero la comida estaba rica, era horrible esa sensación de que todos eran tremendamente infelices y no poder hacer nada.

Para mi sorpresa, el lunes fue mamá quien me vino a buscar al colegio ya que la dieron de alta ese día, al llegar a casa se quejó un poco porque papá había dejado todo desordenado en casa, ella siempre se esmeraba en lucir bien, su cabello de por sí ya era bastante corto y se notaba que ya estaba quedando calva, se podían ver algunas zonas de su cuero cabelludo en donde solo se observaba piel y no pelo y que se esmeraba en ocultar bajo otros mechones de pelo.

Fue agradable pasar esa tarde con ella, o sea, lo recuerdo como agradable a pesar de que se la paso regañando por el aseo, en la noche me dejó dormir con ella, en el lado de la cama que nuevamente olía a papá.

A media noche le sentí llegar a la pieza y saludarla, ella le pidió que durmiera en mi habitación. Y él revolvió mi cabello.

El martes, recuerdo haberme despertado y estar solo en esa cama que me parecía inmensa, así que decidí ir a ver por qué no estaba mamá, me levanté, la luz se colaba por la puerta abierta del baño y dentro de este estaban los dos, mire atento, ellos no notaron que yo estaba allí, él tenía una especie de rasuradora eléctrica en la mano izquierda, la encendió, aún recuerdo el sonido de su motor y la pasó por la cabeza de ella cortando los mechones que se habían resistido a caer, ella comenzó a llorar de inmediato, su cuerpo temblaba y se estremecía, me acerqué temeroso y ella me abrazó, se veía en verdad diferente, no se si mejor o peor que con esos pelones de antes, pero sí diferente.

Papá barrió el suelo, junto el pelo en una pala y lo tiró a la basura ante la atenta y triste mirada de mamá, luego me llevaron a dormir, yo en un extremo, mamá en el medio y papá sentado a su lado, ella reposaba su cabeza en su regazo mientras él la acariciaba.

A la siguiente mañana, ella nos fue a dejar en su auto, se puso un labial intenso, un gorro tipo turbante y una bufanda, eso le daba un look interesante, pero no quitaba en lo absoluto esa pena inquietante en su mirada.

Fue algo más de un mes de simulada vida en familia, ellos volvieron a dormir juntos y yo a mi habitación, convivíamos bien, ella pasaba las tardes conmigo, me daba comida, me iba a buscar al cole y me ayudaba con los deberes, pero pronto volvimos a la realidad en la que ella fue nuevamente internada, así que tuve que volver a pasar mis tardes en casa de Graham, no entiendo como estaba dispuesto a eso a pesar de todo, cómo lo convencieron o si se ofreció, o si le pagaban, no lo sé.

Él iba a buscarme al cole, me llevaba a su casa a pasar la tarde y después de la cena me llevaba a mi casa y se quedaba allí mirando tele hasta hasta que llegaba papá

Yo odiaba eso, odiaba la idea y lo odiaba a él, pero el seguía siendo tan amable como siempre, no comentaba nada sobre las cosas que había pasado, ocasionalmente preguntaba por mamá y cada vez que podía, lo hacía por papá, poniendo mucha atención e intentando profundizar en el tema, pero a decir verdad no le veía mucho, hace meses que solo le veía las narices solamente los domingos y algo así como media hora por la mañana.

Era absurdo que me preguntara, pero un día que me desperté justo a la hora, note que no se hablaban, papá entraba y él salía inmediatamente, ni siquiera lo miraba.

Así fue más o menos el mes de noviembre, el año había pasado asquerosamente lento, pero increíblemente rápido ahora que lo pienso, ya entrabamos a pleno diciembre con toda su navidad, su frío, su inclemencia y su esperanza.

Mamá estaba de alta y en casa nuevamente, su salud estaba delicadísima, ella muy decaída, pálida y huesuda.

No se qué mierda, pero Graham se había agarrado un resfriado terrible y tuvo que ir a casa a buscar algo o qué se yo a qué, yo le abrí la puerta, estuvo un rato en casa, tal vez alcanzó a hablar un poco con mamá y se fue.

Pasaron unos días y mamá parecía resfriada, otros días más, salí del cole y allí estaba él a la salida, su presencia podía ser de todo menos buenas noticias.

Me contó que esa tarde la habían hospitalizado, a todo lo que mamá tenía, me faltó sumar que estaba inmunodeprimida, hasta el día de hoy me arrepiento y me culpo de haber abierto la puerta, uno de los tantos días en los que odié a ese hombre, a decir verdad lo odiaba cada día de mi vida, pero unos días lo odiaba más y otros menos.

viernes 15 de diciembre fue el último día en que me habló antes de entrar a la UCI o la UTI, no recuerdo mucho, su voz era muy bajita, tosía mucho, ya luego me la dejaron ver el domingo 17, en coma inducido y entubada, debería haberle dicho que la quería el viernes, capaz y eso le daba ánimos y su salud mejoraba, pero no se lo dije, simplemente esperé.

¿sabes lo horrible que es ver a alguien entubado?

La casa ya estaba decorada, la de Graham no, papá se tomó unos días del trabajo para estar conmigo por mis vacaciones de fin de año, yo me pasaba las tardes con la mente en blanco o pensando en ella y mirando las luces del árbol y dejándome llevar por su titilar y sus colores o mirando la tele, esperando la llamada del alta.

21 de diciembre, solsticio de invierno. Llamaron como a las dos de la tarde, papá contestó el teléfono con su voz profunda.

-Sí. Sí. – decía, de pronto ya no pudo contestar nada apoyó su frente contra la pared, luego se volteó y su cuerpo comenzó a descender lentamente mientras lloraba, no tan agitado, pero con el rostro más genuina y dolorosamente triste que yo haya visto en mi vida.

Corrí hacia él, nos abrazamos y no me dijo nada, pasó como una hora de llorar hasta que por fin me lo confesó:

Mamá había muerto, yo tenía todos los sentimientos desagradables del mundo juntos y lloraba junto a él, creo que ninguno de los dos sabía bien que hacer, según yo, mamá había muerto por la culpa de Graham y la inmundicia que había traído a casa, pero de igual forma fue la primera persona a la que recurrió papá. Lo llamó al móvil que recientemente se había comprado, él llegó prontamente y noté que solamente en sus brazos papá hallaba la verdadera calma, el monstruo de lentes le abrazó y el silencio volvió a reinar, lo sentó , acomodó la cabeza de mi padre contra su pecho y le adormeció, contra su regazo le hizo dormir y para mi que miraba de lejos, sin llorar pero con la pena contenida en lo más profundo y escapándose por cada parte donde encontrase salida, aquello era pura mierda, yo no lo quería en mi casa, yo no lo quería ver.

Debería haberle dado un pelotazo más fuerte el día en que lo conocí, uno que lo matara de golpe.

El padrastro.  GramonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora