CAPÍTULO 4

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Snape estuvo de pie frente a la veterinaria durante unos minutos mientras trataba de mantener al cachorro quieto entre sus brazos. El edificio era grande, de unas tres plantas, de ladrillos color crema y tenía un gran cartel azul que ponía "SCAMANDER'S VETS, CLÍNICAS VETERINARIAS Y REFUGIOS". En la fachada del edificio, había un ventanal gigante junto a la puerta que dejaba ver una pequeña zona ambientada con juguetes para las mascotas, inmediatamente al lado de la sala de espera.

El cachorro no dejaba de moverse y mordía juguetonamente la mano del profesor, tratando de soltarse, al parecer pensaba que estaban jugando. El lugar tenía buena pinta, la suficiente como para hacer entrar a Snape lo más rápido que sus pies le permitieron antes de que el perro se soltara y cayera al suelo de madera de la veterinaria. La puerta emitió un sonido que indicaba su entrada.

Adentro, en la sala de espera y recepción, hacía una temperatura agradable. Había una máquina de café, un dispensador de agua y una máquina expendedora de premios para mascotas. Las sillas se veían cómodas y eran giratorias, la decoración consistía en murales de colores con siluetas de diversos animales, así como unas fotografías del equipo que trabajaba ahí. Destacaba una en especial que decía "Nuestro fundador"; en la que mostraba a un hombre delgado, sonriente y con apariencia tímida cargando un gato en sus brazos, una cacatúa en su hombro y un reptil en su cabeza.

—Un momento, por favor —dijo una voz amable que se escuchó por una puerta detrás del mostrador. Severus aprovechó esos segundos para tratar de atrapar a su perro.

Ojalá Draco hubiese venido conmigo, a él no le pasaría esto.

Tomó al perro antes de que hiciera algún destrozo que tuviera que pagar y lo levantó muy en contra de su voluntad. Al hacerlo, quedó de frente a un cuadro de razas de perro. Se preguntó que raza sería Lamarck, aunque lo más probable es que fuera un mestizo.

—Te pareces a un... —no pudo terminar la frase, el sonido de pisadas lo distrajo.

Cuando se giró, un hombre alto y demasiado grande se estaba instalando detrás del mostrador. Tenía el cabello y la barba algo despeinados y estos cubrían su rostro, su cara era bonachona y grande. Llevaba una bata blanca y grande. Sus manos, que saludaban al cachorro con emoción, estaban arañadas y también eran grandes. ¡TODO ÉL ERA GRANDE! Estaba seguro que media cerca de dos metros, tal vez un poco más. Apretó con fuerza al perrito junto a su pecho y tomó valor para no dejarse intimidar.

—Hola, buenas tardes, bienvenido a Scamander's. Soy el Dr. Rubeus Hagrid, ¿en qué puedo ayudarlo?

—Buenas tardes... Soy Snape... yo... —su voz se cortó de repente, ya ni siquiera recordaba para que había ido al lugar. Solo podía pensar en aquella mutación de la genética que había provocado aquella proporción tan descomunal a ese gigante sonriente—. Un colega me recomendó venir aquí, se llama Lupin, Re...

—¡Oh, genial! Es usted el amigo del profesor Lupin, nos avisó que vendría —exclamó entusiasmado haciendo saltar a Snape y al perro al mismo tiempo—. No se preocupe, Sr. Snape, su perrito está en las mejores manos si me permite decirlo y, por ser su primera vez y ser amigo de Remus, le daremos un descuento a usted y su amiguito.

—Sí, Lupin mencionó algo así...

Snape recordó las múltiples clases que había tomado de anatomía cuando estaba en el colegio y en la universidad, trató de pensar cuales serían las posibles causas para su desorden de crecimiento. ¿Sería algo hereditario? ¿Alguna mutación? ¿Tal vez un problema hormonal?

— Si desea puede dejar a su perrito en la zona de juegos, creo que no está cómodo en esa posición —dijo el gigante al darse cuenta de que el cachorro seguía mordiendo a Snape. Este no dijo nada y llevó al perro a dicha zona donde, inmediatamente, empezó a jugar con las cosas que encontró —. Me decía...

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