CAPÍTULO 2
Severus Snape trabajaba como docente en uno de los internados más renombrados del país, un colegio autónomo en la capital londinense, el cual contaba con múltiples convenios con diferentes universidades dentro del Reino Unido e incluso con otros programas de intercambio de la Unión Europea. Hogwarts, este colegio de alto rendimiento, albergaba entre sus paredes a generaciones y generaciones de importantes figuras británicas en todos los campos: desde deportes y artes hasta ciencias y política. Los alumnos podían acceder a becas dependiendo de su situación económica, así como un dormitorio —en el caso de que no vivieran en la capital— dentro de la estructura gótica que simulaba a un museo o un pequeño castillo.
Incluso el mismo Snape había hecho uso de esas becas cuando él era apenas un inocente estudiante de once años. Los padres de Snape no contaban con el dinero suficiente para pagar la escuela y el muchacho ya se había resignado a ir al colegio cerca de su casa. Sin embargo, la necesidad de escapar de los problemas dentro de su hogar, hizo que un muy joven Severus Snape estudiara día y noche para poder ingresar al internado en el cual su madre y la familia de su madre también habían estudiado. Dio el examen de ingreso y calificó con uno de los puntajes más altos por lo que el colegio lo admitió con una beca y un dormitorio compartido.
Hogwarts se volvió su sinónimo de salvación, de una vida mejor.
Siete años después —repletos de una serie de altibajos, bullying y crisis de autoestima—, egresó del internado con numerosas recomendaciones para las universidades, pero con muy pocas firmas en su anuario, salvo las de sus profesores. Postuló a una de las universidades dentro de los convenios, estudió Ciencias Naturales donde destacó inmediatamente en Química y Física, pero muy pronto, conoció la belleza de la biología y se enamoró de ella, así como también de una hermosa chica con la que compartía dicha clase.
El resto ya era historia.
El profesor llegó temprano el lunes siguiente a su cumpleaños y marcó su entrada en la sala de maestros. Era raro, pensó, pues a esa hora solía ver a sus compañeros desayunando o tomando café, incluso, era usual encontrarse al director, Albus Dumbledore, hablando con otros docentes o leyendo el periódico. Sin embargo, ese día no había nadie cerca, tampoco se encontró con alguna señal de vida durante el trayecto a su salón de clases.
El laboratorio de Química se encontraba en el sótano del internado y se caracterizaba por tener una temperatura un tanto fría. Las ventanas de los pasillos y el laboratorio estaban ubicadas cerca del techo por lo que la mayor parte de la iluminación era brindada por fluorescentes blancos. Cuando estos se apagaban, el sótano era un lugar oscuro y algo tétrico, de ahí que esa zona fue bautizada por los alumnos como "las mazmorras" del castillo. Todo el sótano junto con su despacho eran sus dominios, controlaba todo lo que pasaba y gobernaba con mano de hierro por lo que pronto se ganó el apodo de "Murciélago de las mazmorras". Sin embargo, ese día específicamente, sería el primero de muchos en los cuales dejaría de tener el control.
Al abrir la puerta del salón, sintió que le iba a dar un ataque al corazón debido al susto que le dieron a continuación.
—¡FELIZ CUMPLEAÑOS, PROFESOR SNAPE!
El flash de alguna cámara, el sonido de millones de fotos tomadas por diversos celulares, las serpentinas cayéndole sobre el rostro y los gritos de júbilo de los "invasores" fue una combinación sumamente peligrosa para el pobre profesor de Química quien se tambaleaba junto a la puerta tratando de entender qué demonios estaba pasando. Su querido laboratorio estaba decorado con serpentinas verdes y plateadas, había tres pasteles sobre su escritorio junto con vasos y platos de plástico. Más allá, entre el mar de alumnos —parecía que venían de todos los grados—, estaban sus colegas docentes encabezados por el mismísimo director Dumbledore, un hombre de largo cabello cano, barba y un impresionante gusto por la moda, quien le sonreía con una mirada de triunfo.
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¿Bailamos?
FanficDespues de un tormentoso divorcio y múltiples fracasos en su vida, Severus Snape está cansado de vivir una vida demasiado tranquila en un mundo lleno de parejas felices. Aburrido de su rutina, un día decide inscribirse a una clase de baile de salón...