CAPÍTULO 5

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¡Era ella!

Era la muchacha que siempre veía apoyada en el alfeizar de los ventanales, la joven de ojos tristes. Llevaba el cabello castaño sujetado por su alta coleta, un conjunto vino tinto y negro que se apegaba a su cuerpo, resaltando su esbelta y delicada figura y, al igual que su acompañante, tenía el rostro colorado, como si también vinieran de hacer ejercicio.

—Buenas tardes, profesora —saludó el joven ojiverde de cabellos negros. Tenía una toalla colgada sobre su cuello y sus zapatos de baile en una de sus manos. Era bajito, pensó el profesor al verlo caminar por el salón al encuentro de la profesora de baile, tampoco era más bajo que la castaña, pero sí era bajito para la persona varón promedio.

—Buenas tardes, profesora perdone la demora —explicó ella siguiendo los pasos de su acompañante—, tuvimos que quedarnos a cerrar el salón de abajo. Roxanne dijo que tenía que irse temprano.

— No te preocupes, querida —le respondió correspondiendo al beso que la castaña depositó en la mejilla de la mayor—. ¿Podrías darle una ficha de las fichas de inscripción al caballero de allá, por favor?

La menor se giró en su dirección. Sus ojos miel se encontraron con los oscuros de él y durante lo que le pareció una eternidad, se quedaron mirándose el uno al otro. Snape notó que sus labios eran rosados y carnosos, sus incisivos seguían siendo ligeramente más grandes de lo normal y su nariz, pequeña y bonita. Sabía que era bonita, pero era la primera vez que pensaba que ella era hermosa. Por más que lo intentara, Snape no podía apartar la mirada ni siquiera para parpadear, estaba hipnotizado ante su piel joven y tersa, y su cabello largo que se rizaba por la humedad.

La bailarina asintió al mandado. Dejó sus cosas cerca a los sillones y se dirigió rápidamente hacia el escritorio moviendo las caderas rítmicamente al caminar. Era claro que no lo hacía a propósito, su forma de caminar era así, pero, maldita sea, no pudo resistirse a la tentación de mirar. No iba a usar la típica excusa de "Soy un hombre, eso hacemos, mirar" porque le pareció estúpido querer justificarlo con eso. Al menos, intentó disimular mientras la seguía hasta el mueble.

La joven desapareció detrás del escritorio y reapareció al instante con un folder rojo con hojas dentro, sacó una de ellas y la deslizó hacia él junto con un bolígrafo—Por favor, rellene estos datos y necesito su firma aquí y aquí.

Su voz era muy... demasiado... diferente a lo que imaginaba o a lo que creía recordar. Había perdido la calidez, la dulzura e incluso, aquel pequeño toque de misterio que lo había impresionado esa vez hace tres años. Ahora era monótona y apagada, ni siquiera se había tomado la molestia de mirarlo. Se notaba incómoda —muy incómoda— y algo fría.

De seguro le molestó que la mirara fijamente como si fuera un idiota... a cualquiera le molestaría.

—Las clases de principiantes son tres veces por semana —explicó—: los martes, jueves y sábados desde las 18:00 hasta las 20:00, es media hora de calentamiento y una hora y media de práctica. Le pediremos que traiga una muda de ropa, zapatos más cómodos para bailar, de preferencia formales, no zapatillas, y, si desea, puede traer una botella de agua o puede tomar una de aquí, son gratis —Sus ojos miel estaban concentrados en medir mentalmente el largo del escritorio en lugar de mirarlo a él, Snape rellenó el documento, pero no le pasó desapercibido su frialdad—. Creo que ya lo sabe, pero la primera sesión es gratis, es una clase de muestra. Las siguientes clases puede pagarlas por mes o por sesión, depende de la frecuencia con la que decida venir.

—Tal vez venga a todas las sesiones —respondió dejando ver una pequeña sonrisa de lado.

No sabía porque dijo eso, pero consiguió captar la atención de la castaña quien, por fin, levantó la cabeza y lo miró sorprendida. La bailarina enarcó una ceja como cuestionando la veracidad de cada palabra que dijo, pero no se atrevió a responder por el momento. Snape firmó la última línea punteada y lo deslizó hacia ella, rozando su mano izquierda por accidente. Ella tomó la ficha firmada, revisó que todo estuviera en orden y le puso unos sellos antes de archivarla en la vieja carpeta de color rojo.

¿Bailamos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora