CAPÍTULO 22

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Su reflejo en el espejo le devolvió la misma mirada fría e intensa de siempre. Una mirada llena de autocrítica y frustración. Sus ojos negros examinaron su figura desde todos los ángulos posibles, pero no importaba cómo posara frente a la superficie refractante, siempre obtendría el mismo resultado.

—Nos vemos horribles —suspiró cansado, apoyándose con ambas manos sobre el lavabo del baño. Lamarck, quien se encontraba sentado cerca de la puerta, observando de forma atenta el drama que su amo estaba viviendo, ladró un par de veces en respuesta al comentario—. Sí, lo sé. Tal vez debería hacerle caso a Lucius y cambiar de shampoo.

Su cabello era un desastre y eso era un hecho irrefutable. Su piel seguía siendo la misma piel cetrina y seca de siempre y, por alguna razón que no podía explicar, tenía ojeras bajo los ojos a pesar de haberse acostado temprano anoche. En resumen, se veía fatal. ¡Justo hoy! ¡Justo el día que más había esperado durante toda la semana! Era como si el universo y su cuerpo estuvieran conspirando contra él para hacerlo sentir inseguro el día en que finalmente se reuniría con Hermione Granger.

Llevó el peine gris a su cabeza y lo pasó entre sus finos cabellos para volver a acomodarlos una vez más. Lástima que siguiera siendo inútil. Su cabello era tan delgado que no importaba cómo se peinara, este siempre terminaría cayendo alrededor de su cara, simulando ser dos largas y uniformes cortinas color negro, las cuales provocaban que aquellas ojeras se acentuaran aún más debido a la sombra que proyectaban.

Literalmente parecía que ya no podía hacer nada más para lucir decente.

—Bien, esto es lo que hay... No es mucho, pero es lo que hay.

Salió del baño y se dirigió a su cómoda donde tomaría su colonia y aplicaría un poco sobre el cuello de su camisa verde oliva. Una vez más, su reflejo en el espejo de cuerpo entero de la habitación le devolvió la mirada. Le gustaba lo que llevaba puesto. Una camisa un poco más casual, jeans oscuros, unos zapatos decentes y su reloj. Había tardado un poco más de lo planeado en escoger, pero por fin estuvo contento con los resultados.

Se veía bien.

O al menos eso pensaba.

Observó el regalo que yacía sobre su cama perfectamente hecha. De tamaño mediano y un buen grosor, lo que parecía ser un prisma rectangular envuelto en un bonito papel regalo color mármol y atado con una delicada cinta verde descansaba dentro de una colorida bolsa. La vendedora de la tienda de libros fue muy amable en envolver su regalo por él. Siempre fue pésimo para las envolturas. Estaba algo nervioso por su elección. Su último regalo no pareció gustarle para nada. Esperaba tener mejor suerte con este.

"Por favor, no faltes", le escribió ella por mensaje hace dos días. "Tengo una gran sorpresa para todos, es muy importante para mí y me gustaría que estés ahí cuando lo anuncie".

Ese mensaje había ocupado la mayor parte de sus pensamientos por los últimos dos días. ¿Qué era aquello tan importante que Miss Granger quería anunciar ante todos sus invitados? Algo mucho más impresionante que su regalo, sin duda. Se moría por saber qué era. Solo deseaba que fuese algo bueno para ella. Si la hacía feliz, él también sería feliz.

Tomó la bolsa roja con puntos blancos y luego salió de su habitación rumbo a la primera planta, donde su ahijado, Draco Malfoy, lo esperaba aburrido en la sala, tumbado sobre su sofá, haciendo zapping frente al televisor.

—¡Alguien se bañó! —bromeó reincorporándose sobre el mueble, aún con el control en la mano. Severus rodó los ojos y siguió su camino por la sala, buscando su teléfono, billetera y llaves. Dejó la bolsa sobre uno de los muebles, anotando mentalmente no olvidar tomarla antes de salir—. ¿Te pusiste perfume?

¿Bailamos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora