CAPÍTULO 18

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Advertencia: El siguiente contenido puede ser sensible para aquellas personas que se entristecen y lloran fácilmente. Si estás emotivo, no lo leas aún. (No iba a poner advertencia, pero dado las primeras impresiones...)
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El primer contacto que Draco Malfoy tuvo alguna vez con la muerte fue cuando uno de los empleados de la casa murió y no lo volvió a ver nunca más. Aunque nunca fue a su funeral, para el niño de cinco años fue extraño no encontrarse con el antiguo jardinero, incluso extrañaba sus regaños por jugar sobre los rosales recién plantados o por chapotear dentro de las fuentes. Mamá tuvo que explicarle por qué el Sr. Mendez ya no iba a trabajar. Esa fue la primera vez que escuchó las palabras "persona" y "muerte" dentro de una misma oración.

—Si han sido buenas personas, van al cielo —fue la respuesta corta y simple de Narcisa, sin saber que aquella elección de palabras desataría una avalancha de preguntas demasiado complejas como para que un niño de cinco años lograra comprenderlas.

Al final de la conversación, el pequeño Draco Malfoy se quedaría con la idea de que, al morir, las personas buenas van al cielo y las personas malas, a "un lugar oscuro y feo". No obstante, la explicación de su madre no fue suficiente porque, ese mismo día, Draco le preguntaría a su padre sobre a dónde iban los animales cuando morían.

—¿Mi pollito también se fue al cielo? —le preguntó el niño sentado sobre sus piernas.

Lucius y Narcisa acordaron decir que "sí", pues eso era preferible a confesarle que se lo habían comido.

A medida que iba creciendo, Draco se preguntaba por qué sus padres iban a "reuniones" vestidos de negro de pies a cabeza cada vez que alguno de sus conocidos moría. Él solía quedarse en Southfields, en la casa de su padrino y su tía Valerie, todo el tiempo que durara dicha "reunión". Recordaba claramente a su tía encerraba en su estudio, trabajando en lo que sea que estuviera trabajando, y a su padrino sentado junto él en la sala, frente al televisor, viendo una película y disfrutando de un delicioso helado de chocolate.

—¿Por qué mueren las personas? —preguntó mientras se llevaba una cucharada de helado a la boca.

—Porque es parte del ciclo natural de la vida, Draco —explicó de inmediato el profesor, imitando la acción—. Nacemos, crecemos, nos reproducimos y morimos. Es el ciclo sin fin.

—¿Cómo en el Rey León? —interrogó con los ojos brillando de emoción.

—Eh... Sí, supongo que es una forma de verlo —respondió parco, frunciendo el ceño, confundido, pero sin atreverse a replicar ante un mocoso que apenas le llegaba a la altura del estómago.

Cuando fue más grande para asimilar lo que significaba la muerte y lo doloroso que podía ser para los familiares, Draco empezó a acompañar a sus padres a los funerales en señal de respeto a la familia en luto. Realmente no le gustaban. Le resultaba incomodo estar en un ambiente tan triste, con personas de miradas perdida, vestidos iguales y de negro, cual secta, y soltando queditos sollozos lastimeros frente a un cajón cerrado, rodeado por coronas de lirios blancos.

Tal vez le resultaban incómodos porque no comprendía lo que era perder a un ser querido hasta que llegó el funeral de su propia abuela. Nunca había sentido aquella opresión en su pecho al ver a un ataúd. Nunca se había sentido tan extraño y perdido entre su propia familia. Nunca había visto a su padre tan destrozado y solo supo que todo eso era real cuando entró a los sanitarios y se encontró a su abuelo llorando en silencio frente al lavabo.

La única palabra que podía describir ese momento era: "Impactante".

Desde entonces, Draco había evitado los funerales a toda costa. Sin embargo, no podía evitar asistir al funeral de quien en vida fue Eileen Snape pues, a pesar de no haberla conocido, sentía que era su obligación estar ahí y apoyar a su querido padrino en aquellos momentos tan delicados para él.

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