CAPÍTULO 9

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NOTA: ESTE CAPÍTULO LO ESCRIBÍ CON CANCIONES, ASÍ QUE, EN EL CASO DE QUE QUISIERAN ESCUCHAR, LA LISTA DE CANCIONES ESTÁ EN ORDEN AL FINAL. CUANDO ENCUENTREN UN "( )" CON UN NÚMERO DENTRO ES CUANDO INICIA LA CANCIÓN. DISFRUTEN.

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CAPÍTULO 9

Las personas que no conocían a Lucius Malfoy podrían pensar que era un hombre muy atareado y puede que lo fuera, por momentos. Como cabeza de una de las familias más importantes en todo el Reino Unido, dueño totalitario de dos cadenas de aerolíneas internacionales, activo participante de la política conservadora del Parlamento inglés y posiblemente dueño de... todo, era imposible no pensar que era un hombre ocupado; no obstante, la realidad era muy diferente a lo que aparentaba y eso lo sabía Severus Snape de primera mano.

—¿No estoy viendo el clásico por esto? —preguntó el aristócrata aburrido mientras apoyaba su barbilla sobre su mano, sentado en uno de los sillones oscuros de la habitación de Snape.

El rubio platinado ya tenía todo el día planeado. Hoy era el clásico partido de fútbol entre los equipos de Gryffindor y Slytherin —no había que ser un genio para saber a cuál apoyaban ambos adultos—y había reservado un palco privado dentro del estadio para ellos dos. La mejor vista de lo que sucedía en el campo sin la molestia constante de los otros fanáticos. Slytherin se enfrentaba a Gryffindor en territorio enemigo, quería ver como su equipo humillaba a los leones en su propio estadio y con su propio balón.

Pero Snape tenía otros planes.

—¿Ya terminas? Me aburro —comentó fastidiado, ahogando un bostezo. Snape aún seguía en el baño de su habitación, terminando de abotonarse la camisa—. ¿Qué es eso tan importante que tienes que hacer para que te preocupes tanto por tu imagen? Snape, te conozco de toda la vida y nunca te importó, ¿por qué ahora? —Lucius tenía una mente sagaz para los negocios, pero algo lenta para otras cosas, por lo que demoró para formular su siguiente enunciado—. Por favor dime que no es una mujer. Snape, ¡¿se trata de una mujer?!

—¡No! —gritó— Ya te dije que es una conferencia importante y que quiero verme bien, me reuniré con importantes colegas para discutir el proyecto del que te hablé —el profesor abrió la puerta y salió para que pudiera verlo de pies a cabeza—. ¿Y bien? ¿Qué tal?

Portaba una camisa celeste, un saco color azul marino abierto de par en par, el pantalón a juego y una corbata roja a medio ajustar. Para "complementar" el traje, sus pies estaban cubiertos por sus pantuflas negras para días de relajo en casa. Lamarck, quien estaba echado sobre la cama en silencio, levantó la cabeza para ver mejor a su amo y, luego, la volvió a bajar, escondiéndola entre sus patas. No era una reacción muy alentadora. Se giró en dirección a su amigo aristócrata y esperó pacientemente su opinión.

Lucius reaccionó peor que el perro y ni siquiera se tomó la molestia de disimularlo. La mueca en la cara del Slytherin era de desagrado total, como si algo apestara a su lado. Su nariz estaba arrugada, su ceja derecha levantada y sus labios entreabiertos hacían ese gesto de desagrado que tantas veces había visto a lo largo de su vida. No lo aprobaba, no lo aprobaba para nada.

—¿Recuerdas que te dije que el anterior traje era horrible? —el profesor asintió. Su traje de a cuadros no era su mejor conjunto. Lucius se lo quitó en cuanto lo vio, amenazó con quemarlo si intentaba devolverlo al armario— Este es peor —dio su veredicto después de unos segundos. Se acomodó en su asiento y cruzó su pierna izquierda sobre la derecha, apoyando el tobillo sobre su rodilla—. Quítatelo, quítatelo ya, te queda espantoso.

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