CAPÍTULO 23

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ADVERTENCIA: Este capítulo puede presentar contenido no apto para todo público. Se abordan temas relacionados a la violencia doméstica y adicciones —de forma sutil, pero hay mención—, por lo que se recomienda que, si eres sensible ante este tipo de temas, saltarlo.

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A medida que septiembre llegaba a su fin, el clima comenzó a cambiar. Los últimos rayos del sol desaparecieron, llevándose el calor del verano y dejando ligeras ráfagas de aire frío de otoño. Con el cambio de estación, también llegaba el momento de cambiar de outfis, lo que quería decir que era hora de guardar la ropa de verano y sacar la de invierno. Era exactamente por ello que Draco Malfoy y Severus Snape se encontraban de camino a Oxford, acelerando en cada tramo recto de la M40.

Afuera hacía frío, pero el interior del auto estaba cálido ya que el rubio había encendido la calefacción. La radio reproducía los mejores éxitos del rock de los 80's y 90's y Lamarck, sentado en la parte trasera del coche, mordisqueaba su peluche de pato en silencio. Atrás, en la maletera, dos grandes maletas llenas de ropa de invierno del Malfoy descansaban junto a algunas cajas de zapatos. Adelante, en los asientos del piloto y copiloto respectivamente, Draco y Snape cantaban uno de los más grandes éxitos de Queen, agitando la cabeza de arriba abajo al ritmo del bajo de John Deacon.

Another one bites the dust...Another one bites the dust. And another one gone and another one gone. Another one bites the dust! Hey I'm gonna get you too ¡ANOTHER ONE BITES THE DUST!

El carro aceleraba a medida que la canción se hacía más y más intensa. Según Google Maps, estaban a más o menos 20 minutos de distancia de su destino. Harían el viaje en tiempo récord, tiempo de sobra para desempacar, ir a almorzar, guardar la ropa de verano en el auto y conducir de regreso a Londres para dejar a Snape y al perro. Era una suerte que Draco no tuviera clases al día siguiente, hubiese sido una tortura hacer tres viajes en un solo día.

En un intento de recompensar el "desplante" que le había hecho la semana pasada, Severus Snape se ofreció a ayudar a su ahijado con el traslado de su guardarropa a la residencia universitaria. Para ser honestos, el mayor no era de mucha ayuda ahí, literalmente solo había viajado para mirar como Draco doblaba su ropa, pero su consciencia no le dejaría descansar en paz hasta que pasara "un tiempo de calidad" con el muchacho. Era justo por ello que hoy, en su día libre, Severus había aprovechado la ausencia de trabajo para acompañar a Draco a Oxford.

Por supuesto, ningún viaje estaría completo si la compañía de su fiel amigo perruno. Pasaría tiempo de calidad tanto con el rubio como con el can y así mataría dos pájaros de un solo tiro. No tenía absolutamente nada que ver que no fuera capaz de dejar a Lamarck solo en la casa sin que este o se la pasara llorando o destrozando muebles y zapatos hasta su regreso por la tarde.

"Lamarck sufre un grave caso de mamitis", respondió cuando Draco pasó a recogerlo en la mañana. "Si lo dejamos solo, no habrá casa a la cual regresar".

—¿Qué tal si, en esta ocasión, yo invito el almuerzo? —preguntó bajando un poco el volumen de la radio.

—¡¿Y eso?! —exclamó sin apartar la mirada del camino— Por lo general, es al revés. ¿Acaso aún tienes remordimiento de consciencia por dejar solo a tu único ahijado o qué? Estas más atento de lo usual —añadió con una sonrisa de lado.

—¿Hasta cuándo seguirás con el tema? Ya dije que lo sentía.

—No creas que puedes comprarme con un poco de comida. Yo no soy papá.

—Bien, entonces paga tú.

—No, ya dijiste que me ibas a invitar —respondió al instante, soltando una tonta risa—, pero no quiero ir a McDonald's.

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