Memorias

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La confusión es abrumante, era como una horrible habitación sin ventanas que te asfixiaba, haciéndose cada vez más y más pequeño hasta que sueltes tú último suspiro.

Apretó los ojos con fuerza, el dolor en su nuca le hizo soltar un quejido, no podría aguantar más tiempo, así que tarde o temprano va a tener que recurrir a él le guste o no.

Su espalda la sentía fría, con sus manos inspecciona y se da cuenta que no está en su cómoda cama, sino que está en el suelo. Al haber poca luz es fácil que sus ojos de acostumbren, lo primero que ve es el techo de piedra, como uno de esos castillos antigüos. Aún el suelo observa a su costado, se encuentra con un pasillo con focos de luz blanca a lo largo y el piso tiene azulejos blancos sin rastro de suciedad.

Se pone de pie, de un momento a otro su marca a dejado de doler, así que aprovecha y se dedica a caminar por el pasillo un tanto confundido y a la vez con la sensación de conocer perfectamente el lugar. Al final hay tres separaciones, una a la derecha, otra a la izquierda y el camino que seguía derecho. Toma el camino de la izquierda, antes de seguir por este hay unas escaleras, las sube y llega al siguiente piso, en dónde lo primero que se aprecia es una enorme sala vacía y más al fondo un balcón donde hay dos personas a un costado del pequeño fuego que se hace afuera. Retrocede, puesto que sabe perfectamente quienes son esas dos personas, y no se tendría que ser un genio para saber que la menor de cabellos azabaches es él y el de cabellos blancos es Norman. Ambos portaban atuendos algo básico. Él o ¿Ella? Bueno, no importa. Ambos traían puesto unos pantalones y botas cafés y camisa blanca a manga larga.

Con mucho cuidado toma el valor suficiente como para caminar hacia ellos, y cuando lo hace solo se quede adentro a una distancia propia para escuchar su conversación.

—Si todo sale a lo planeado te prometo que conocerás cosas nuevas, me encargare de que eso sea así y tú me podrás dar una condición más.—Asegura el albino con una sonrisa tranquila a ojos cerrados.

La azabache tenía sus piernas pegadas a su pecho y rodeandolas entre sus brazos.

—¿Y si no pasa así?

—En el dado caso de que fallemos y terminemos muriendo—Su voz era baja, apagada y muy triste— Nos encontramos en nuestra próxima vida.

—¿De verdad crees en esas cosas?—Expreso la azabache, mirando a su contrarió con una ceja alzada. 

—No mucho, pero siempre hay que creer en algo, tengo fé en que saldremos de aquí. Nada podría fallar.—Volvio a sonreír, animando a la chica que parecía estar ya más tranquila, pues ahora una pequeña sonrisa habitaba en su rostro.

—¡Reina, Norman!

Los mencionados y el mismo Ray miraron quienes hablaban, eran Gillian y Anna. La mayor tenía tomada de la mano a la más chica, ambas tenían una ligera sonrisa curvada en el rostro. La pareja del balcón se puso de pie y camino hacía ellas.

Esta todo listo, los demás están esperando nuestra señal.—Dice Gillian señalando con la mirada un arma para bengala que tenía en la mano.

—¿Oliver?—Cuestiono Norman.

—No sabemos nada de él—Volvio a responder Gillian.

—Los niños están en posición y Emma ya está con Violet en la armería.—Avisa Anna.

—En ese caso, larguemonos de aquí.—Dice la azabache, tomando un balde de agua y apagarlo el fuego del balcón.

Ray solo miraba todo con confusión, no entendía exactamente qué pasaba pero sabía que algo no andaba bien, pues el corazón comenzaba a dolerle. Se comenzó a sentir mareado y después de eso cayó al suelo de rodillas, parpadeando un par de veces mientras el olor a quemado le hacía reaccionar. En un nuevo escenario se apreciaba un enorme puerta de la que salía humo, la tierra mojada ya hecha en lodo tenía la marca de pisadas de al parecer infantes que habían salido corriendo, del interior se escuchaban disparos y pasos apresurados que salían hacia afuera. 

Insolente pero no tuyoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora