Capítulo 8

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Esteban...

Había oído que el karma era una perra, pero eso era una patada en las bolas y debía admitir que me había equivocado. Mónica tenía un cuerpo que hacía babear a cualquier hombre e incluso a unas cuantas mujeres.

Desde que había entrado a la fiesta me había quedado con la boca abierta, aquél vestido era diseñado para provocar infartos en hombres mayores y deseo en el resto de los presentes. Se pegaba a cada centímetro de su cuerpo y la idea de qué encontraría debajo de ese vestido me tenía como un adolescente con la libido hasta las nubes.

Cuando sus ojos se fijaron en nosotros, en Alejandra y en mí esperé una reacción, cualquiera. menos esa sonrisa de suficiencia, como si le importara un rábano verme con otra mujer. No sabía por qué eso me molestaba. Y de repente entendí el porqué, un hombre que me parecía conocido iba con ella. Mantenía su mano en la espalda baja de Mónica, justo antes de la curva de su respingado trasero, y le hablaba al oído haciéndola reír. Lucían como una pareja.

Durante la noche estuve más pendiente de lo que hacían ellos dos, de a lo que pasaba con el resto del mundo, incluida Alejandra. Al avanzar la velada comencé a beber cada copa que me ofrecían, mientras seguía vigilando a la pareja que parecía se divertían bailando en la pista.

Me pregunté si ella habría notado que usaba justo el traje que había mencionado, quizás la costumbre o que era el único de los trajes con el que no me sentía un completo idiota.

¿Por qué estaba pensando en si ella se habría fijado en qué traía puesto? ¿En qué momento entre la noche y el alcohol me convertí en un adolescente en su primer día de escuela?

-Traje más champaña pero quisiera bailar antes de que no puedas sostenerte más.—Refunfuñó Alejandra sentándose a mi lado y dejando dos copas frente a nosotros. La miré por primera vez en la noche, al menos realmente observándola.

Antes de la fiesta me había parecido sexy como se había vestido, pero ahora después de tanto alcohol y tanto malhumor, me daba igual cómo estuviera vestida. Aun así me levanté y le tendí la mano para ir a bailar, aunque una parte de mí quería estar más cerca de Mónica y quizás escuchar qué tanto le decía aquel hombre.

No era un bailarín consagrado, pero al parecer aquel hombre sí y hacía girar a Mónica en sus brazos; con aquel vestido podía tocar su cuerpo como si estuviera desnuda y eso no me gustaba. Quizás porque nunca la había visto con otro hombre de aquella manera y no había pensado en que ahora era una mujer soltera.

La siguiente canción fué una lenta, así que él la rodeó con sus brazos y comenzaron a moverse muy juntos. Yo bailaba de igual manera con Alejandra, pero no podía centrarme en nosotros o en ella. Solo en esa pareja que me molestaba de una forma que no podía explicar con palabras.

Mónica se estiró y le dijo algo al oído a su pareja, antes de separarse y salir rumbo a la casa, suponía que iría al tocador. Tomé eso como mi oportunidad y me separé de Alejandra.

-Debo ir al baño.—Murmuré alejándome entre la gente, sin siquiera esperar su respuesta. Lo bueno con ella era que le importaba un comino lo que hiciera o dejara de hacer, podría incluso acostarme con la mitad de la población femenina y ella ni siquiera se inmutaría.

Entré a la casa unos segundos después que Mónica y esperé a que bajara de nuevo. Diez minutos después, apareció por la escalera, bajando con extremo cuidado, y me deleité con la vista, recorriéndola con la mirada sin pudor alguno.

Entre Pasión y TentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora