Mónica...
Al día siguiente estaba de muy buen humor, así que desperté temprano, me duché y arreglé para irme al trabajo. Dejé una nota en el refrigerador para Samuel, en la que le decía que estaría en la oficina. que había una llave en la barra para que pudiera salir sin problemas y que lo vería esa noche para cenar.
En el trabajo Gabriela me agradeció, igual que Samuel por dejar que se quedara en mi casa, le respondí lo mismo y ella dejó el tema por petición mía. Sin embargo, me propuso una noche de chicas el viernes, así que saldríamos con Ana a un club nocturno que estaba a las afueras del pueblo, pero Damián había prometido pasar por nosotras si las tres terminábamos tomando demás.
Armando me entregó lo que sería mi primer caso, era uno sencillo y no requería mucho papeleo ni una gran investigación, básicamente eran dos jóvenes de veintidós y veintitrés años que querían divorciarse, no tenían nada que pelear. tenían apenas tres semanas de matrimonio. Al parecer una noche de fiesta en Las Vegas y no habían podido anular el matrimonio porque habían sido pareja antes de eso y habían consumado el matrimonio.
A mediodía los dos llegaron a mi oficina, parecían una pareja tranquila, lo que era raro en un caso de divorcio. Generalmente todo eso llevaba una pelea tras otra por los bienes, sin embargo ellos parecían solo querer salir del problema.
-Vanesa y Fernando ¿verdad?.—Pegunté con un sonrisa educada, ellos asintieron.— Bueno, por lo que leí solo quieren un divorcio sin tanto papeleo, algo rápido.—Comenté con una sonrisa.
-En realidad… vinimos a hablar de eso…—Murmuró algo nerviosa la chica que parecía tener un cierto brillo en sus ojos.
El único problema era que hablar de un divorcio nunca terminaba bien, lo que probablemente se volvería una locura de papeles y visitas al juez. Se suponía que era uno fácil.
-Queremos detener el divorcio, vamos a intentarlo.—Respondió el joven, que a diferencia de la chica parecía no tener nervios algunos, pero sí compartía la sonrisa y el brillo de Vanesa por aquella idea.
-Oh… eso es genial.—Confirmé con una sonrisa. Eso había sido más sencillo de lo que había esperado.— Entonces solo cancelaremos los trámites y ya no tienen que volver.
-Gracias. Esperamos no sea mucho trabajo.—Negué sonriendo y ella me devolvió la sonrisa.
Después de mi extensa cita de quince minutos, salí a entregarle todo lo que se necesitaba a Armando y él sonrió divertido por lo sucedido. La tarde pasó rápido, así que a la hora de salida me despedí de Gabriela y regresé a mi casa.
Samuel había preparado la cena, realmente agradecí que no hubiera decidido ir a un restaurante. pues no tenía ganas de cambiarme por algo elegante, solo quería una cena agradable en casa.
-¿Debo ponerme vestido o puedo bajar en pijama?.—Pregunté sonriente dejando las llaves sobre la barra y mirando a Samuel que todavía traía el mandil para no manchar su ropa.
Me miró con una ceja alzada por mi sonrisa divertida.
-Puedes bajar en pijama, es lo bello de comer en casa. Pero no es bueno burlarse del que maneja la comida, señorita Mónica.—Me reí bajito y pasé de largo hasta mi habitación.
Me cambié por algo más cómodo y unas pantuflas, me hice una coleta y me quité el maquillaje. Cuando bajé, Samuel ya tenía todo servido y se veía delicioso. Jamás me habían cocinado, Esteban lo había intentado una vez, se había propuesto preparar el desayuno y llevármelo a la cama, pero esa mañana no desperté con un rico pan tostado, sino más bien con un olor a quemado que llenaba la casa.