Mónica...
La semana siguiente me tomé unos días para ir a visitar a mi madre en México, así que por siete largos y perfectos días pude evadir todo para centrarme solo en mí. Mi mamá estaba enterada de todo mi divorcio y le había puesto al tanto de nuestro trato, hasta ahora era la única que sabía, al menos la única a quien yo le había contado.
Había sido bastante relajante pasar un tiempo lejos, también me había propuesto que al llegar hablaría con mis amigas sobre sus llegadas inesperadas a mi casa y así lo hice. No les había contado todos los detalles de mis intentos de quedar embarazada, pero sí una gran parte de ello para que pudieran comprender la situación en la que estaba. Ambas lo habían comprendido mejor de lo esperado y sus visitas a altas horas de la noche habían disminuido.
Ana me dijo que en la semana que no estuve, habló con el padre de su bebé. Al parecer, el estaba enterado desde unos dos meses atrás, pero Ana le había dado un tiempo para pensar qué haría. Ella estaba segura de que no quería casarse o formar la típica familia con ese hombre, si no se veía en el papel de madre, en el de esposa mucho menos. Sin embargo, el hombre misterioso sí quería sentar cabeza con ella y ya tenía todo planeado para ellos, quería que se fuera a vivir con él, que se casaran y ella podría dejar de trabajar si lo deseaba, pues él se haría cargo de todos los gastos. Así que estaban teniendo bastantes roces sobre el tema. Gabriela quería empujarla a que accediera, al menos como una prueba, para que lo intentaran por la pequeña que venía en camino, en mi caso intentaba mantenerme al margen de todo el tema, no se suponía que fuera mi decisión.
Con Esteban hablamos poco en esas semanas, decidimos que nos haríamos los análisis juntos. pero todo sería después del gran día, pues entonces podríamos tener una mejor perspectiva de qué queríamos saber y qué haríamos a futuro. Por lo que sabía, él había salido un par de veces con una mujer de la que desconocía su nombre, Damián había jurado guardar silencio y no le contaba nada a Gabi sobre ello y una parte de mí estaba volviéndose loca al no saber nada. Sabía que yo le había pedido que lo hiciera, pero no creía en ese momento que me afectaría como lo estaba haciendo. Tampoco me estaba muriendo de celos o tenía la necesidad de investigarlo, pero la curiosidad se había sembrado cuando Damián se negó a hablar y mis dos mejores amigas, con las hormonas por los cielos, habían decidido dar con la mujer a como diera lugar.
Yo había decidido dedicar mi tiempo libre a arreglar la única parte de la casa que seguía como antes, el patio. Era un bonito espacio que solo necesitaba algo de ayuda, así que comencé a plantar nuevas flores, quitando las malezas, limpiando y cortando el pasto. Era mi proyecto para distraerme.
Así pasaron los últimos días de febrero y todo marzo y, cuando menos lo esperamos, Gabi entró en su último mes y Damián se volvió su sombra. Era tierno verlos juntos, él preocupado y ella jurándole que todo estaba bien.
Los primeros días de abril fueron tranquilos y con un clima maravilloso, estaba algo nerviosa pues faltan unas semanas para nuestro ansiado día y una parte de mí entendía a qué se refería Esteban, ese miedo a que uno de los dos no llegara y quedarse ahí esperando algo que no iba a pasar. Suponía que debía ser porque estaba tan segura de que él llegaría que ni siquiera había pensado en la posibilidad de ser la única ahí, pero con sus recientes citas todo podría cambiar.
Mientras ponía unas cuantas rosas rojas y blancas en la orilla del jardín, Ana me ayudaba a cortar pétalos ya secos de los rosales antes de ponerlos en la tierra. Habíamos pasado una agradable mañana juntas, me había contado que el padre de su pequeña quería ir a los últimos ultrasonidos y ella no estaba segura de quererlo ahí, porque era demasiada intimidad.