Capítulo 15

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Esteban...

Verla irse era algo para lo que jamás estaría listo. Tener que aceptar el final de todo y saber que, sin importar las palabras o las disculpas, ya no teníamos remedio, que estábamos destinados a terminar separados, era difícil y costaba aceptarlo.

Me obligué a no tomar ni una gota de alcohol al entrar a la casa, porque quería enfrentarlo como un hombre y no ahogarme en eso para superar la pérdida. Me senté en los últimos escalones de las escaleras y todos los recuerdos, que parecían estar adheridos a las paredes, sentados en los muebles y escondidos en las sombras, comenzaron a golpearme con fuerza.

Esa madrugada en la que entramos a la casa, ella en mis brazos con aquel vestido blanco que la hacía brillar en medio de la habitación. Como nos habíamos reído como idiotas por las copas de más y porque era un asco intentando abrir cada botón del vestido.

La primera mañana que despertamos juntos siendo marido y mujer. Cuando abrí los ojos ella ya me estaba mirando, me sonrió y se estiró dejando un beso en mis labios. En ese preciso instante había estado cerca del éxtasis, tan jodidamente enamorado de ella que aún me costaba creer que ella me amaba de igual forma, que la chica que se había ido del pueblo para ser una gran abogada me amaba siendo un simple ranchero, que  ella me había elegido.

Nuestros patéticos intentos de hacer el desayuno juntos, que siempre terminaban con la cocina hecha un desastre y nosotros comiendo en alguna cafetería en el centro del pueblo.

La primera y única vez que entramos a una tienda de cosas para bebés. Habíamos revisado cada pasillo, observando desde la ropa hasta los juguetes y cunas; la ilusión de formar una familia juntos nos había atrapado.

No entendía cómo Mónica había preferido sacarme del juego apenas se puso difícil. Yo merecía saber que estábamos teniendo problemas para tener un bebé, había creído por mucho tiempo que ella había vuelto a los anticonceptivos porque había meditado las cosas y yo no quería obligarla, así que no había cuestionado la situación. Ahora me pesaba no haberlo hecho, porque una sola pregunta habría cambiado todo.

Nos recordaba jugando en la sala, enredados en los brazos del otro en el pequeño sofá. Al principio nuestro amor era apasionado, justo como la última noche que pasamos juntos; así habían sido todas las veces anteriores al intento de tener hijos. Cada habitación de la casa tenía un recuerdo de nuestro pasado como dos jóvenes enamorados y deseosos el uno del otro.

Recordaba la tarde que habíamos pasado pintando el cuarto que se suponía sería para nuestro primer hijo, ella con pequeñas manchas en sus mejillas sonriéndome como solo ella sabía hacerlo.

Las lágrimas comenzaron a caer una a una, bajando por mis mejillas y nublándome la vista poco a poco. Ella representaba todo para mí, era con quien quería compartir mi vida y ahora ya no tenía esa posibilidad. No recordaba la última vez que había tenido el corazón realmente destrozado, pero recordaba que cuando la sonrisa de Mónica me atravesó había sabido que no habría forma de sacarla de mi vida y que si alguien lo hacía me dejaría vacío. Finalmente había ocurrido y no podía culpar a nadie, ni a Alejandra, ni a Samuel… Solo nosotros dos teníamos la culpa del dolor que estábamos sintiendo.

La amaba, no se suponía que dejaras ir a alguien que amabas.

Los días siguientes fueron difíciles, intentaba enfrascarme en el trabajo, revisar los contratos y demás cosas del rancho. Simplemente intentaba no pensar en ella, pero era complicado, en especial al llegar a la casa y no verla ahí. Siempre había una pequeña esperanza de que al cruzar la puerta ella estuviera esperando por mí, cuando entraba y no había rastro de mi Mónica, todo volvía a pesar.

Entre Pasión y TentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora