Esteban...
El día después de aquella fiesta había sido horrible y estresante. Verla a ella con otro hombre me había sacado de mi zona de confort, no sabía si eran celos o la sorpresa, pero no podía sobrellevar eso. Así que me centré en el trabajo con el deseo de ignorar el tema. Comencé limpiando los establos y recogiendo cientos de cosas, pero durante la tarde tuve que ir al centro para buscar algunas cosas para el rancho.
Estaba en la ferretería cuando vi al hombre con quien Mónica había salido y a Damián. Me sorprendía un poco que no estuviera con su esposa todo el día, la noche anterior no habían podido quitarse las manos de encima y supuse se tomarían el fin de semana libre para ellos. Aunque seguro Gabriela no querría dejar solo a su hermano.
Jamás me había gustado escuchar conversaciones ajenas, pero de alguna manera necesitaba escuchar que no había estado con Mónica, que solo durmieron o que ella se negó. así que los seguí lentamente con la mirada en los productos de la ferretería y tomando algunas cosas que seguro no usaría jamás.
-Siempre me gustó su cabello suelto y ahora que lo pintó más oscuro, su piel resalta.—Comentó el hombre que ahora reconocía como Samuel Alcázar.
-A ti te traía loco Mónica y punto.—Respondió Damián sonriendo. Me dió rabia saber que él sabía eso y jamás me lo dijo, lo consideraba un amigo; aunque quizás nuestra amistad solo se basaba en que nuestras esposas eran amigas.
-Y ahora la preciosa Mónica Torres Landa está soltera de nuevo, quizás sea el destino que ahora que estoy soltero ella también lo esté.—Continuó Samuel. Sentí la imperiosa necesidad de soltar un bufido y hacerle saber que no tenía oportunidad con ella, pero la verdad era que en aquel momento Mónica podría hacer su vida con el hombre que quisiera.
-¿Eso quiere decir que vas a intentar algo con ella?.—Preguntó Damián con el ceño levemente fruncido.
-Quizás hombre, ahora está reciente su divorcio, pero estos días me recordaron por qué estaba loco por ella. Iré a México a pedir unas merecidas vacaciones y vendré aquí a pasar el verano.―Fruncí el ceño y mis manos se cerraron con más fuerza, mis nudillos casi se pusieron blancos.
-Ella está disfrutando de ser soltera e independiente, al menos eso dijo Gabriela, así que tendrás mucho que hacer para convencerla.—Él idiota de Alcázar sonrió como si aquello no fuera ni remotamente difícil.
-Pasamos 24 horas juntos, la convencí de ir conmigo al baile y durmió en mi cama después de eso. Estoy decidido a sacarla de este pueblo y llevarla conmigo a México, la haré la mujer más feliz que te puedas imaginar.—Me quedé tieso en donde estaba mientras ellos seguían avanzando a la caja.
Quería llevársela.
La idea de no volver a verla me pegó más de lo que habría esperado.
Ella era una constante en mi vida, no podía irse del pueblo así nada más, ¿o sí?
Aunque realmente nada la amarraba aquí, nada la haría dudar si se enamoraba de aquel hombre y él le pedía que se fueran juntos.
Mónica siempre había tenido grandes sueños respecto a su carrera y seguro que en México donde ese hombre quería llevarla podría cumplirlos.
La frustración me invadió, dejé todo lo que llevaba para salir de ahí e irme.
Seguramente iba a una velocidad muy por encima de la permitida, pero me importaba poco, no quería pasar un momento más en aquel sitio, necesitaba encerrarme hasta poder enfrentar la idea de ella lejos.