II: La historia de Jonah.
Pasó la semana de periodo de prueba y los médicos decidieron que Nathan se quedase durante un tiempo más, para solucionar "ciertos asuntos", de los cuales la chica no conocía. Con lo cual, Alaia iba cada día a comprobar el estado de salud de su nuevo amigo. Siempre se había sentido atraída a ayudar a personas que lo necesitasen, a hacer compañía a ancianos en residencias o a los enfermos en el hospital. Le hacía sentirse útil y que estaba haciendo algo bueno por la gente.
A lo largo de esa semana, Alaia le contaba anécdotas del orfanato y las historias que le contaban sus amigos desde otras partes del país, todas ellas decoradas en sus cartas y postales con flores coloridas y un fresco perfume. Mientras, Nathan le había contado dos largas historias de dos vagabundos llamados Gabriela y Manuel.
Gabriela había sido la sirvienta de una gran familia adinerada de la ciudad, pero tras un devastador incendio únicamente sobrevivió la anciana abuela de aquella familia, que aguantó dos años más. A partir de ese momento, Gabi se había quedado sin hogar, intentaba buscar trabajo ya que su dinero era escaso, pero la gente conocía la historia de su antiguo puesto y como ella era la única que seguía viviendo, la consideraron maldita. No tuvo más opción.
Por otra parte, Manuel participó en los últimos años de la guerra de Vietnam, dejándole manco, ciego del ojo derecho y medio costado arrasado. Como les ocurren a muchos militares tras la guerra, no supo qué hacer ni en qué invertir sus esfuerzos, tampoco es que se lo facilitasen, nadie quería una carga como él en su negocio, por lo que se vio obligado a vivir en la calle.
Por su parte, Alaia alternaba sus horarios lectivos en el orfanato con sus visitas al hospital. Madre Raquel sabía que había hecho un amigo fuera del centro, pero no conocía detalles, lo cual hacía que aquel hombre no le inspirase la suficiente confianza.
—Estaba esta mañana divagando y pensando en historias que contarte... y resulta que he decidido contarte una muy especial. — dijo Nathan.
Alaia dejó a un lado su galleta y le miró emocionada.
—¡Genial! En el orfanato está todo muy relajado y no he recibido nuevas cartas. Me encantaría escuchar tu historia. ¿De quién trata esta vez?
Nathan se acomodó mejor en la cama y cogió otra galleta.
—Verás, querida Alaia, se trata de la historia de un amigo que vivió conmigo muchos años, éramos como hermanos inseparables. Era un buen hombre, pero vivió una de las mayores injusticias de la vida.
—¿Vivió en pasado? Quieres decir que... ¿falleció? Es la primera vez que voy a conocer la historia de un fallecido, sin contar las famosas. Y, ¿a qué te refieres con "una de las mayores injusticias de la vida"?
Nathan suspiró. Le era complicado recordar aquellos días, en los que él y su compañero se contaron las historias más tristes, emocionantes y románticas de su vida. Le echaba de menos, nunca había sentido esa facilidad de abrir su corazón, sabiendo que no iba a ser más dañado de lo que ya estaba.
Aunque él ya no estuviese, quería que esta muchacha le conociese, tal valiente y buena persona, para intentar borrar las versiones que podría escuchar después, por parte de otros que decían entender todo, pero que en realidad no entendían nada.
—Sí, él falleció hace muchos años, casi tantos como los que tienes tú, pero éramos prácticamente el mismo porque éramos muy parecidos, además de muy buenos amigos. — suspiró. — Y pues una de las mayores injusticias en la vida es tener un amor correspondido y que todo en la vida se te ponga en contra. Él nunca se rindió, luchó desde el primer momento, pero unos acontecimientos hicieron que tuviera que olvidarse... durante bastante tiempo. — sonrió con dulzura.
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EFÍMERO
RomanceA cada latido, cada minuto, cada segundo que pasaba, el tiempo se hacía más breve, pero para ellos era imposible saberlo, no se puede saber el tiempo que te queda con esa persona especial. Si estas leyendo esto, significa que has llegado al principi...