XVII: Comedia y drama.
—¡No puede ser! Me niego. — dijo Bobi indignado.
—¿Verdad? Me quedé igual que tú, osea... la historia no puede terminar tan mal, no sé, pensaba que vivirían juntos para siempre y derrotarían a los padres de Eva, lo que suele pasar en las historias normales.
Alaia le terminó de contar la historia a Bobi en el coche de camino al pueblo de éste. De vez en cuando quedaban para que Alaia le contase sobre Jonah y demás, no con tanto detalle como lo hacía Nathan pero sí que le ponía en contexto.
Cuando Nathan terminó de contar la historia, Alaia no quería aceptar ese final tan abierto y tan triste, pero el hombre le dijo que, cuando volviese de las vacaciones, le contaría el después, ya que la chica se negaba a dejar la historia así, sin más. Sabía que tras la operación habían pasado más cosas, era lo lógico, ocurriese una cosa u otra, siempre hay un final y esa última frase no lo era.
—¿De dónde habéis sacado esa historia? — preguntó divertida la madre de Bobi.
—Eh... un amigo mío del orfanato. La leyó en un libro y me la contó hace unos días. — disimuló Alaia.
—Y dices que tiene un final horrible el cual no puede ser. — añadió el padre.
—Claro que pueden haber finales tristes o con los que no estemos de acuerdo. — opinó la madre. — Es lo que los acerca más a la realidad, al fin y al cabo.
—Pues sigue sin gustarme. — dijo Bobi.
Llegaron al pueblo ya entrada la noche. Aparcaron en la puerta de su casa, bajaron las maletas y se dispusieron a colocarlas en las habitaciones de cada uno. En el cuarto de matrimonio dormirían los padres de Bobi y su hermano pequeño en un colchón al lado; y en la habitación del chico dormiría él en su cama y Alaia en la del hermano. Ella ya había estado ahí en vacaciones anteriores y siempre se iba con muy buenos recuerdos.
Las paredes de la habitación estaban llenas de pósters de cantantes y de Star Wars, así como algún dibujo de Alaia y fotos con familia y amigos. Era muy parecida a su cuarto en Madrid.
Aquel día cenaron los cinco solos disfrutando del calor que emitía la chimenea, en la cual Alaia y Bobi se quedaban hasta muy tarde leyendo algún libro o hablando de cualquier cosa. Esa noche, cuando Bobi volvió de ponerse el pijama se encontró a su amiga sentada frente al fuego, con una manta de pelo de borrego echada por los hombros, su cuaderno de investigación y un boli en la mano, mirando a las llamas.
—¿En qué piensas? — preguntó mientras se sentaba al lado suyo y se arropaba con otra manta.
—En Nathan... ojalá no tuviese que pasar las Navidades solo en un lugar tan frío como el hospital. — dijo ella pensativa, con la mirada fija en la chimenea.
—Entiendo... pero seguro que con la sorpresa del piano y con tus visitas estará más feliz que otros años, ¿no crees?
La chica dibujó una sonrisa ladeada y asintió. Le miró y se acercó a él, apoyando la cabeza en su hombro.
—Supongo que tienes razón.
—Siempre la tengo. — dijo él con un pequeño tono sarcástico.
Entonces Alaia le mostró el cuaderno, sobre el cual descansaban varios papeles sueltos con letras de periódico pegadas.
—Estaba a punto de escribirle una carta a Valeria y no me acordaba de que tenía esto guardado entre las páginas.
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EFÍMERO
RomanceA cada latido, cada minuto, cada segundo que pasaba, el tiempo se hacía más breve, pero para ellos era imposible saberlo, no se puede saber el tiempo que te queda con esa persona especial. Si estas leyendo esto, significa que has llegado al principi...