XVI: ¿El final?
En cuanto llegó dejó la maleta al lado del sillón y se sentó, recuperando el aire perdido en aquella carrerilla a saber desde dónde. Tomó un par de respiraciones profundas, tragó saliva y con una sonrisa miró a Nathan.
—Tengo un par de horas antes de que me recojan Bobi y sus padres. — dijo Alaia todavía cansada y del tirón. Aquel era día veintidós de diciembre, el inicio de las vacaciones navideñas. — Quería que me contases un poco más sobre la historia, no sé si te parecerá bien y si te dará tiempo.
Nathan sonrió. Tenía la camilla un poco levantada, permitiendo que su postura fuera más sentada y tenía una expresión extraña, aunque para evitar que Alaia se diese cuenta intentó disimularlo lo mejor que pudo. Se acomodó y, al moverse, tosió repetidas veces.
—¿Cómo te encuentras hoy? — preguntó la chica, analizándole más fijamente.
—Un poco cansado, pero nada de qué preocuparte.
—¿Te han dado otras medicinas?
Se encogió de hombros y por un momento miró a su alrededor. Habitación de hospital, todas las camillas vacías a excepción de la suya, al igual que las semanas pasadas que Nathan llevaba en el centro. Aunque, de repente recordó, hubo una noche que la camilla de enfrente la ocupó un anciano señor. Nunca llegó a saber muy bien por qué estaba ahí, pero por la mañana volvía a estar solo en la habitación. No preguntó nada, prefería recurrir a la ignorancia y centrarse en lo que era más importante para él en aquel momento.
Continuó observando, él estaba con la ligera manta arropado hasta el pecho, con los brazos por fuera para que no estorbase la intravenosa en el brazo izquierdo y el pulsioxímetro en el dedo. Entonces miró a Alaia, sentada al lado suyo como casi todas las tardes. Había dejado de lado su investigación personal para poder hacerle compañía y escucharle, fuese una historia real o inventada, no importaba, con regalarle sus oídos sabía que Nathan se encontraría mejor. Por un tiempo fue así, pero los dolores cada vez se intensificaban más y la chica no podía hacer nada contra ello.
—Creo que en estas horas podría terminar la historia. — comentó Nathan al fin.
—¿En serio? Pero si todavía queda mucho, ¿no? — respondió Alaia un poco desilusionada. Pensaba que aún tendría excusas para ir a visitarle y ver su progreso. "Aunque parece que va mejorando", pensó.
—Me temo que no... pero una cosa, Alaia.
—¿Mmm?
—Cuando termine la historia, ¿vas a seguir viniendo?
Tras una corta pausa, la chica le sonrió dulcemente y dijo:
—Si me dejas molestarte seguiré viniendo todas las tardes.
Nathan le imitó el gesto y, por primera vez, mostró todos los dientes. No estaban amarillos como cualquiera podría llegar a pensar y tenía una sonrisa preciosa. Lo único es que, la típica alegría que acompaña a esos gestos era muy débil.
—Será mejor que continuemos, antes de que acabe nuestro tiempo.
La semana siguiente de aquella conversación en la terraza, de la ecografía y los nombres, la noticia del trasplante de riñón se difundió rápidamente entre todos los conocidos de Eva. Le enviaron tarjetas de apoyo, cariño y fuerzas, así como algunas otras dando la enhorabuena por el bebé. Esa noticia no se había pasado de boca en boca como la del riñón, pero, más pronto que tarde, la familia y amigos lejanos ya se habían enterado.
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EFÍMERO
RomanceA cada latido, cada minuto, cada segundo que pasaba, el tiempo se hacía más breve, pero para ellos era imposible saberlo, no se puede saber el tiempo que te queda con esa persona especial. Si estas leyendo esto, significa que has llegado al principi...