VIII

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VIII: La primera pista

Al día siguiente, después de terminar las clases, Alaia regresó a su habitación para prepararse e ir a visitar a Nathan, ya que en los próximos días comenzaría a trabajar en "O&J's" y le quitaría bastante tiempo, pero aun así mantendría su promesa de comprobar de que estaba bien.

Dejó los libros y archivador sobre el escritorio y cuando se dirigía hacia el armario para coger algo más abrigado la vio. Una carta en el suelo. Así era como llegaba el correo a las habitaciones, si no estabas lo pasaban por debajo de la puerta. Se detuvo con el armario medio abierto y se acercó a recogerla. Allí mismo de pie la leyó. Estaba escrito con recortes de letras de periódicos, revistas y libros y decía:

"Lo siEnTo, poR NO habErtE AcomPañAdo DUrante tODos estOs aÑoS y OcultARtE tu vErdAD y LA nuesTRa. No SoY lo SUFIcienteMentE valiENTe paRa eStaR jUntO a TI, Y mENos aHora, sERía InJUSto. Te seGUiré esCRibiEndo. nO olViDEs qUe tE QuiErO. PapÁ".

Dentro del sobre donde venía la nota había una foto de un bebé en brazos de una mujer. Las lágrimas brotaron de los ojos de Alaia. En la esquina inferior derecha de la imagen había escrito: Alaia y Mamá. No podía creer lo que estaba viendo, era la primera vez que veía a su madre, aunque apenas se la veía porque estaba borroso y sonreía a su bebé en brazos, pero pudo acertar a ver su pelo recogido en una trenza bastante deshecha y una enorme sonrisa. Tenía el mismo pelo castaño que su madre y eso la hizo pensar en qué otras cosas se parecería a ella.

Decidió guardar la nota entre las páginas de su libro favorito, para releerla más tarde hasta que se le agotasen los ojos.

Salió conmovida del orfanato y olvidó coger dinero para el metro, por lo que tuvo que volver y reanudar de nuevo el camino.

En el hospital, Nathan se dio cuenta de que la chica estaba en una especie de estado ausente.

—¿Alaia? — preguntó algo extrañado. Ella reaccionó al instante.

—¿Si?

—Parece que estás en las nubes. — dijo él echando aire a modo de risa.

—Ay no, perdona...

El hombre supo que Alaia tenía algo en mente que no la dejaba centrarse en otra cosa y no estaba seguro de si le respondería con una mentira o con una verdad, pero al menos lo tenía que intentar. Probó con la primera cosa que se le ocurrió.

—¿Has sacado alguna mala nota? — preguntó empático. Alaia se sobresaltó.

—No, no, no es eso, es solo que...

Inhaló profundamente, decidiendo si debía contar la verdad o no. Al final optó por contárselo, ¿qué mal podía hacer? Nathan no salía de su camilla y a los médicos no les importaría una huérfana que había recibido una nota de su padre biológico.

—No sé si alguna vez te dije que busco a mis padres, a los de verdad... pues... hace un rato he recibido una nota de mi padre. — los ojos se le empezaron a llenar de lágrimas. — Y... también... había una foto... mía y de mi madre... — consiguió decir entre sollozos.

Se limpió las primeras gotas que caían por sus mejillas con la manga de la sudadera y respiró fuertemente. Nathan, mientras, la miraba con ternura. Jamás habría pensado que experimentaría algo así, una cría (aunque tuviese diecisiete años) que acababa de recibir una nota de aquellos que llevaba buscando a saber cuánto tiempo.

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