VI

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VI: El comienzo de una vida a partir de una mirada

—¿Qué tal te encuentras? Hace días que no vengo a verte. — dijo Alaia.

—Estoy bien, en observación y nada más.

Alaia se sentó en el sillón al lado de Nathan.

—¿Qué tal te han ido los exámenes? — preguntó Nathan.

La chica suspiró y dijo:

—Pues muy bien. Soy buena estudiante, las notas no son algo que me preocupe. Pero, ¿sabes qué? He conseguido trabajo.

—Ah, ¿sí? ¿Dónde?

Se pensó un poco la respuesta antes de contestar, no quería decirle que en dos días empezaría a trabajar en la misma cafetería que en la que estuvo Jonah, podría incomodarle o quién sabe qué.

—En un Starbucks donde trabaja un amigo mío. —se paró a pensar y analizar lo que acababa de decir. Tenía sentido y Nathan no le preguntaría por más detalles.

En cambio, el hombre cerró los ojos y dijo un poco molesto:

—Ay... los Starbucks... no sé cómo a la gente le gusta tanto su café si hay cafeterías mejores.

Alaia no pudo evitar sonreír. Estaba segura de que se refería a "O&J's".

—¿Como la de "Olivia's"? — preguntó. Él abrió los ojos.

—Exacto. Ellos vendían los mejores cafés de la ciudad, te lo prometo. — contestó convencido. — En fin... ¿qué te parece si continuamos con la historia? ¿Dónde me había quedado?

—En la "cita" entre Jonah y Eva. — se acomodó en la silla, preparada para escuchar.

En La Violeta, Jonah le compró a Eva una cajita con aquellos famosos caramelos violetas y ella le confesó que nunca los había comido. Es increíble cómo, si nos proponemos averiguar nuevas cosas sobre nuestra ciudad natal, descubrimos lugares, comida y cultura en general que no conocíamos antes.

Más tarde se encontraban en un pequeño oasis urbano, un salón de té que parecía sacado de un cuento de hadas. Este lugar estaba "escondido" en un pequeño callejón y estaba decorado con cestos de plantas verdes, pequeños árboles, luces colgando, mesas y sillas al estilo vintage. El edén secreto de Montera, encantador y apenas conocido.

Jonah y Eva compartían una mesa para dos personas y, sobre esta, descansaba un plato de patatas bravas, otro de aceitunas y unas bebidas. Una cerveza para él y una Coca Cola para ella. Desde que habían salido de la primera tienda y Jonah se había enterado de que la chica se había perdido muchos placeres de la vida, había empezado a preguntarle distintas experiencias que suele tener un adolescente.

—¿Alguna vez te has colado en una fiesta? —preguntó Jonah, esperándose la respuesta.

—Uy no, qué va. Digamos que tenía cierta ventaja que nos permitía a mí y a mis amigos abrirnos paso entre la gente.

—Ah, ¿sí? — dijo en tono divertido y ella asintió. — Bueno y ¿cuál es esa cierta ventaja?

Eva se acomodó en la silla que tenía un cojín y se llevó una aceituna a la boca. Unos segundos después, cogió el pipo y lo dejó con el resto, en un montón de papeles que funcionaba como basura común.

—A ver, normalmente las fiestas las hacemos en la casa de alguno del grupo, pero si queremos ir a una discoteca puess... recurrimos al dinero.

—Vaya, discúlpeme duquesa. — dijo él irónicamente.

EFÍMERODonde viven las historias. Descúbrelo ahora