III

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III: El corazón y Eva.

Le dieron un par de palmadas en los mofletes y abrió los ojos.

—Hey, ¡Jonah! ¿Estás bien? — preguntaba Olivia seguidas veces mientras le daba en la cara.

Jonah se incorporó. Se dio cuenta de que se había caído al suelo. Se quedó sentado y se frotó los ojos, mientras arrugaba la cara.

—¿Qué ha pasado? — preguntó extrañado. Intentó levantarse, pero sintió un leve mareo, lo que hizo que permaneciera sentado.

—Estabas llevando un café a esa mesa y te has desplomado de repente. ¿Qué te ocurre? Si estás enfermo debes decírmelo. — respondió Olivia preocupada.

Tras un par de segundos de silencio, Jonah decidió volver a intentarlo y levantarse. Esta vez lo consiguió, aunque se apoyó sobre una silla que tenía a su derecha. La bandeja con el café que había estado llevando se encontraba en el suelo, restos de taza esparcidos por todas partes y el café desparramado. Al ver que el chico se quedó observando la oscura mancha en el suelo, Olivia añadió:

—No te preocupes por eso, ya me encargo yo. — se agachó y recogió los trozos de porcelana mientras los dejaba sobre la bandeja. Lo dejó todo encima de la barra y, a continuación, trajo una fregona. — Jonah. — le llamó.

Él se había quedado con la misma postura, sin moverse, observando el suelo, pero esta vez tenía una mano colocada en su pecho. Olivia se preocupó más.

—Hey, ¿qué te pasa?

Colocó su mano derecha sobre su hombro izquierdo y con ello reaccionó.

—¿Qué me estabas diciendo? — preguntó aturdido.

—Te has desplomado y tienes mala cara. ¿Qué te pasa?

Jonah respiró hondo y al exhalar bajó la mano que tenía en el pecho.

—No lo sé, nunca me había pasado. Ya me encuentro mejor, gracias. Iré a por un poco de agua.

En el momento en el que se giró para dirigirse a la barra, Olivia le paró con la mano e hizo que la mirase a los ojos. A ella se le daba bien leer la mirada de alguien, conocer su estado actual y descubrió que sí, Jonah se encontraba mejor, pero tenía una extraña confusión en su mirada, incluso algo de miedo.

—¿Seguro que no necesitas nada? — insistió Olivia.

—Confía en mí. Sólo ha sido un susto. — respondió con una sonrisa incluida. — Ya veo que te preocupas por mí. — añadió con sorna.

—Anda vete por ahí. — y le pegó un suave puñetazo en el hombro. Ambos se rieron.

El resto del primer día de trabajo de Jonah transcurrió normal, sin ningún otro incidente y con muchos clientes que atender. La cafetería era bastante popular por la zona. Recuerdo que me encantaba ir allí y visitar a Olivia, creo que hoy en día sigue atendiendo a su clientela tan animada como siempre, pero ahora siendo la dueña. (Alaia sonrió al imaginarse a aquella chica). Estaba como una cabra, pero la echo de menos, la verdad.

En fin, cuando terminó su turno, decidió acompañar a Nicolás a su universidad, ya que tenía clases por la tarde. Creo que estudiaba algo de empresariales, si no recuerdo mal. Cogieron un par de metros hasta llegar a uno de los campus de la Universidad de Rey Juan Carlos y allí se separaron, aunque Jonah prefirió quedarse a dar una vuelta y ver el ambiente.

Grupos de amigos por aquí y por allá, jugando, charlando, caminando... había oído hablar a algunos adolescentes del pueblo de cómo era la vida universitaria, lo que hizo que sintiera lástima por no poder acceder a ello. De pronto, le surgió un instinto paternal, prometiéndose a sí mismo de que, en un futuro, cuando tuviera hijos, haría que no les faltase de nada, trabajaría muy duro para conseguirlo.

EFÍMERODonde viven las historias. Descúbrelo ahora