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Elara se despertó de golpe. Era de noche y había vuelto a tener otra pesadilla. De nuevo había soñado con la noche en la que su madre fue asesinada. Se sentó en la cama mientras se frotaba la cara confundida. Miró hacia la ventana, era de noche, miró hacia la ventana mientras observaba la luna.
Todos los meses recordaba a su madre contarla que no debía de salir en luna llena. De pequeña lo entendía. Pero ahora..., la era difícil recordar a su madre. Recordar algo de ella era algo realmente complicado. Apenas recordaba su voz o su apariencia, apenas recordaba algo de la noche en la que la mataron. Lo único que recordaba a la perfección era a Heather esconderla, y decirla que guardara silencio y fuera valiente.
Desde lo ocurrido, hacia doce años, apenas había hablado de ello con alguien. No la gustaba hablar de su madre, ni de lo que la pasó. Lo único que quería era olvidar o simplemente pensar que no pasaba nada.
Se puso de pies mientras se acercaba a la ventana y la cerraba, Elara sabía que la había dejado cerrada o eso creía, desde que su hermano la había hablado de la bestia, había pensado en ello. ¿Y si era verdad que era un hombre lobo? Más de una vez les había oído a sus padres hablar de ojos rojos y de distintos colores. ¿Y si ellos sabían que ocurría? Sacudió la cabeza intentando alejar de su mente aquel pensamiento.
—¿Estás bien?— La puerta se abrió dejando ver a Tyler.
—Sí, sí.— Respondió rápidamente mientras corría de nuevo las cortinas. —Solo me había levantado para cerrar la ventana.— Sonrió.
—Esta bien. Deberías de dormir, mañana tienes clase.— Tyler cerró la puerta, mientras Elara soltaba un pequeño suspiró de alivio. —Algo la decía que mañana no iba a ser, simplemente, un día normal de clase.
***
Elara y Alexander estaban terminando de prepararse para asistir a una de las fiestas de Lydia. Mientras Alexander caminaba nervioso de un lado a otro, desde su habitación su hermana podía notarlo, estaba preocupado. Stiles la había mandado una foto de lo que Scott había hecho en su silla, lo que confirmaba la teoría de la licántropia. ¿Pero que pasaba con Alexander? ¿Qué era él?
Elara salió de su habitación mientras terminaba de acomodarse el jersey y la cazadora de cuero que se había puesto. Se acercó a la habitación de su hermano y llamó a la puerta para después abrirla.
—¿Alex, estás listo?— La morena miró al interior de la habitación, encontrándose al rubio sentado sobre su cama. —¿Estás bien?— Se acercó a él.
—Eh, sí. Sí. Estoy perfectamente, Elara. ¿Podemos irnos?— La morena le miró confundida. Había dos cosas que conocía mejor que nadie. Los coches y a Alexander, y sabía que algo le ocurría. Mataría si no fuera así.