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Elara miró el motor del coche, desde lo ocurrido aquella mañana no podía pensar en otra cosa que no fuera la noche en la que perdió su vida. Solo tenía cinco años, y a pesar que durante años se había esforzado por recordar, era ahora, a sus dieciséis años cuando recordaba casi todo. Al hombre y a la chica, sus preguntas, su diversión, los gritos de dolor de su madre, el disparo y la sangre. Todo aquello encajaba perfectamente en su mente haciendo que todo fuera diferente.
Dejó caer la llave inglesa justamente cuando sentía como su pulso comenzaba a temblar. En aquellos momentos necesitaba a Alexander, no a sus amigos o a sus padres, sino a su hermano. La única persona que sabía sus secretos más íntimos.
—Elara ya es hora.— Anunció Benson, su jefe. —¿Segura que estás bien? No te he visto venir con tu hermano.— El hombre, a pesar de ser ya de avanzada edad se fijaba en todo y en todos sus trabajadores.
—Sí, no se preocupe.— Sonrió la morena mientras terminaba de guardar las herramienta. El hombre la miró extrañado, puede que conociera a Elara de un par de meses, pero sabía que ocurría algo. No mostraba aquella energía inagotable y aquella alegría que le sorprendía. Todo aquello se había apagado.
Tras salir del taller observó que había comenzado a llover. Maldijo mientras se ponía la capucha de la sudadera y comenzaba a caminar con la cabeza agachada.
—¿Necesitas que te lleve?— Elara miró hacía su derecha viendo el Camaro.
—Esto empieza a parecer un poco acoso.— Sonrió la morena mientras miraba hacia el hombre lobo. —Voy bien andando.— Aseguró la morena mientras seguía caminando.
—Lo cazadores...— Al nombrarlos Elara se tensó.
—Sigues vivo por tanto no pasó nada.— Murmuró la morena mientras seguía caminando.
—Es ella, ¿no?— Derek podía oler la rabia y el miedo que ella desprendía. Además, no llegaba a entenderlo, pero sentía su dolor.
—Sí, ya te dije que con solo escuchar su voz podría reconocerla donde fuera. Esa mujer es quién mató a mi madre. Pero tampoco puedo hacer nada. ¿De qué va a servir vengarme de ella?— Elara mantuvo su mirada en el suelo mientras la tormenta comenzaba a intensificarse.
—Deberías de subir, Lara.— La morena mantuvo su rumbo.
—Y te he dicho que no voy a subir, agradezco que te preocupes. Pero se cuidarme perfectamente yo sola.— Aseguró mientras seguía caminando.
—Intento ser amable, dudo que quieras andar hasta tu casa ¿o sí?— Elara soltó un bufido mientras analizaba la propuesta. No era porque no confiara en Derek, confiaba tanto en él como confiaba en Lydia o en Stiles y Scott; pero cuando estaba cerca de él se sentía incomoda, no llegaba a definir cómo se sentía. Finalmente la morena se detuvo y se encaminó al coche, haciendo que el hombre lobo sonriera de lado.