Capítulo 4. "De armaduras griegas a skinny jeans"

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A lo lejos divisé el rótulo de "abierto" con luces neón de la pequeña tienda de ropa en una esquina apartada que había visto de camino al cementerio.

Debía admitir que hace unos minutos cuándo la vi pensé que era una de las más estúpidas técnicas de mercado dejar el local abierto las veinticuatro horas del día, ya que podía notarse que esa tienda no tenía mucha clientela ni siquiera de día, pero ahora agradecía lo conveniente que eso nos había resultado.

Me pregunté cuántos semidioses a la deriva que hubiesen revivido a una desorientada chica de siglos atrás visitarían la tienda.

No creía que muchos cometieran el mismo error.

Al llegar abrió la puerta dejándome pasar para entrar luego detrás de mí.

Me sentí entre avergonzado y furioso de que hubiese ocupado un acto caballeroso conmigo, pero no dije nada.

Pensé en decirle que guardara su espada o escudo pero al darme vuelta no tenía ninguno de los dos en sus manos, en cambio en su muñeca tenía un brazalete plateado con cuatro dijes, el primero era una espada como la que tenía en sus manos, el segundo era una daga, el tercero era un escudo y el último una flecha. Supuse que de ahí habían venido sus armas aunque no quise preguntarle. No es que me interesara demasiado.

En el mostrador se encontraba un hombre de mediana edad. Lucía una desaliñada barba oscura y gracienta con algunas migas de pan en ella. Llevaba lentes de montura negra que ocultaban sus ojos cafés, algo en ellos me hizo desconfiar de él. Era regordete y sus rasgos grotescos.

Pareció tensarse al ver a _______ pero se recompuso con rapidez.

Hice una mueca al verlo alzar una de sus desordenadas cejas hacia nosotros.

— ¿Compras nocturnas?— Su voz era gruesa y rasposa. Un escalfrío recorrió mi espalda al sentir la familiaridad de su voz pese a que no supe recordar porqué— ¿Y qué? ¿Vienen de una obra de media noche con griegas y góticos en ella?— Se burló. Su risa fue estridente e intolerable. Apreté los puños al notar que había hecho una broma a mi costa.

Ella fingió no darse cuenta de la mirada inquisidora y molesta que le dirigía, pero en los ojos de _______ pude ver la sorpresa. Algo andaba mal.

— Si. Algo así. El tema era algo innovador— Dijo tocando su pulsera un poco.

Él asintió y unas cuantas migas de pan bailaron en su barba.

— Ya me lo imagino— Rascó un poco su cabeza.

Ella fingió una sonrisa y observó a todos lados hasta que su vista finalmente encontró lo que parecía buscar.

— Si no le molesta iremos a ver algunas cosas al fondo— Le comentó.

Sin previo aviso me tomó de la muñeca, llevándome a los probadores.

Me separé molesto de ella, soltándola de mí.

— ¿Se puede saber que...?—

Me interrumpió poniendo su mano en mi boca.

— Guarda silencio— Me ordenó. Asentí sin poner objeción alguna de lo que me había dicho. Sacó un poco la cabeza del probadador y luego cerró la puerta— Bien. Quédate aquí. Yo te aviso cuando puedas salir—

Sacudí mi cabeza ligeramente para darme cuenta a lo que había accedido. Estaba cabreado, ¿Quién se creía que era para estarme diciendo que hacer? Y lo más importante, ¿Por qué estuve yo a punto de obedecerle?

Remember me... |Nico Di Angelo y tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora