Capítulo 13. "Advertencias divinas"

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Sin duda, si un sátiro hubiese caido del cielo usando unos leotardos de colores mientras bailaba y cantaba 'Single ladies' ocupando una barra de dulces de micrófono me impresionaría menos. En comparación con lo que estaba escuchando, mi idea sonaba hasta de lo más normal.

Sacudí mi cabeza ante mis pensamientos, aún más al recordar que el sátiro más conocido que tenía era el entrenador Hedge.

Si, no resultaba muy agradable pensar en él de esa manera.

El campamento mestizo incluso parecía un punto de reunión para los dioses del olimpo.

Guardé silencio en mi mente para poder concentrarme en la escena que tenía en frente, si quería entenderla más debía conocer su pasado.

La chica abrazó a la diosa con total confianza, rodeándola con sus brazos, y Atenea no se inmutó, al contrario, le respondió el abrazo en un gesto maternal que consiguió impactarme más.

No pude evitar notar la mirada cargada de pena que mantenía la diosa, mirando a _______ como si viese a algún cachorrito abandonado en un refugio que no lo mantenía como debería.

- ¿Cómo...? -Alcanzó a preguntar la espartana- ¿Los dioses ya saben que yo...? -

Atenea negó con la cabeza.

- No, aún no. Bueno, solo Afrodita por lo que me pude enterar -La diosa mencionaba el nombre con total repugnancia, casi tan molesta como la chica- Trataré que no comente nada en el olimpo, si no, podría arruinar las cosas -Prometió con solemnidad.

- ¿Le contarás a Apolo, Artemisa o a Ares? -Inquirió mi amiga.

Recordé lo que ella me había relatado de su mito y supe el porqué de su pregunta. Atenea alzó su mirada del suelo y pude sentir sus ojos analíticos posarse en mí. Supuse que solo había sido una casualidad, hasta que la oí decir mi nombre.

¡Rayos! Había sido descubierto.

- Di Angelo, creo que deberías saber que no me gustan las cotillas -Dijo, viendo en mi dirección.

Pensé en correr fuera de la percepción de ambas mujeres y de sus acusadoras miradas, pero sabía que sería en vano, la espartana ya había descubierto que yo la estaba espiando, así que no merecía la pena siquiera intentar ocultarlo, por lo que salí de mi escondite, que se ubicaba detrás de los vestidores, una estructura mediana color caoba de cinco metros, más o menos. Coloqué mis manos en los bolsillos de mi chaqueta y caminé con paso tranquilo y despreocupado hacia ambas, sentía que el calor se acumulaba en mis mofletes, seguramente teñidos de un tono rosa intenso, aunque no le tomé demasiada importancia a aquello.

Sentí la fría mirada de la griega puesta en mi, como si yo fuese una especie de conejillo de indias de algún laboratorio, o alguna criatura nueva e incomprensible. Su atención me hizo sentir inusualmente incómodo.

- Yo, lo sie... -Iba a disculparme, sin desearlo de verdad, cuando Atenea alzó una mano, para silenciarme.

- No lo digas, no hace falta. -Me cortó la diosa.

- Para mi sí hace falta, ¡Estaba espiándonos! -Tan pronto la queja de _______ entró en mis oidos pude notar ese sentimiento creciente en mi interior.

Estúpido y desagradable. Y si, me refiero a la culpa.

Torcí mi boca un poco, mascullando un 'lo siento' en su dirección, cosa que obviamente no serviría de mucho.

- No te preocupes, querida. Igual, estaba apunto de llamarlo para hablar con él -Explicó con parsimonia- Nico, créeme que estoy al tanto de tu... Situación -Hizo un gesto pensativo al intentar determinar con un sustantivo al embrollo en el que estaba- Y suponía que serías lo suficientemente inteligente para descubrir la respuesta a tu problema, pero en vista de que no es así, me temo que solo el tiempo podrá darte todas las respuestas que buscas -Me advirtió ella.

Remember me... |Nico Di Angelo y tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora