Capítulo 5. "Historias de una gran guerrera espartana"

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— Tengo un par de dudas— Comenté mientras me quitaba la camiseta para ir a dormir, ya tenía puesto unos pans color gris oscuro.

Ella salió del baño peinándose su ahora mojado cabello castaño, más oscuro a causa del agua. Usaba una camisa de tirantes negra sin estampa y unos shorts de franela azul oscuro.

— ¿Cuál?— Me preguntó, desenredando algunos pequeños nudos que se habían formado en las puntas.

Suspiré.

— Antes que nada dejaré en claro una cosa. No creas que por que seas una chica te sederé mi cama, estás muy equivocada si piensas eso. Puedes dormir en el sofá, puedes desplegarlo así que no habrá mayor problema, intenta descansar que mañana nos vamos— Le informé— ¿Y a qué te referías con exactitud cuando dijiste que habías sido entrenada toda tu vida para rescatar a las personas?—

Escuché como soltó un bufido y dejó el peine en el baño.

Su expresión se ensombreció ante el recuerdo. Podía ser que hubiese pasado cosas muy duras para su edad.

Le hice una seña para que se sentara en mi cama a la par mía y se colocó a una distancia prudencial, cómoda para ambos.

— No pensaba eso. De todas maneras, el sillón será la cosa más cómoda en la que he dormido en mucho tiempo— Se encogió de hombros— Creo que sería indicado aclarar que mi infancia no ha sido la más fácil de todas—

Di una gran calada de aire.

¿Creía que nadie más que ella no había sufrido problemas?

— No eres la única que ha tenido que pasar por dificultades— Contesté.

Pareció molestarse un poco por mi comentario.

— Realmente no sabes lo que estas diciendo, ¿Qué has pasado tú? ¿Has perdido un familiar? ¿Dos tal vez? Pues te aseguro que eso no es nada comparado con lo que he tenido que pasar— Mi cabeza se lleno de dudas, ¿Qué había vivido ella para considerar eso como hechos cualquieras?— Bien, debes saber que nací en el año 256 osea en el siglo II...—

Me sorprendí mucho.

— ¿Siglo II después de Cristo?— Ahogué una exclamación.

— No— Contestó con obviedad— Del siglo II antes de Cristo— Vaya, para ser una anciana de más de dos mil años se veía muy bien— Nací en Esparta, Grecia. No se si lo conozcas pero soy hija del semidiós Endimión...—

La volví a interrumpir.

— ¿Endimión? ¿Fundador de la ciudad Elis y primer rey de Élide?— Pregunté confundido— No lo creo. Endimión no tuvo más hijos que Epeo, Peón, Etolo y Eurícide entre sus otras cincuenta hijas que tuvo con la diosa de la luna, Selene, entre ellas Naxos. No puedes ser su hija—

Ella rodó los ojos, molesta por la interrupción.

Noté como su mueca se endurecía al contar por lo que había pasado. Apretó la mandíbula.

— Si te has dado cuenta no solo los dioses y diosas pueden ser infieles. Endimión nunca me reconoció como su hija por que Neis se puso iracunda al saber de mi nacimiento, aparte de que Naxos siempre me tuvo envidia. Por eso que a la edad de nueve años Endimión decidió venderme a un mercader en Athenas luego de que el oráculo de Delfos predijera que yo lo derrocaría y encarcelaría al llegar a la edad de 17 años. Escapé un par de días después cuando ese hombre al que Endimión me había vendido me dio una golpiza por defenderme cuando intentó abusar de mí. Llegué a Esparta, a la deriva por mi propia cuenta. Las noches eran frías y demasiado vacías— Sus ojos estaban teñidos de tristeza pero lo ocultaba en una expresión neutra.

Remember me... |Nico Di Angelo y tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora