uno

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Haise no estaba segura si quería hacer esto después de todo. Por supuesto—tenía curiosidad como cualquier otra chica de 24 años, aunque para su edad no sabía mucho sobre todas las fantasías y fetiches que habían allá afuera. No era de extrañar ya que estaba categorizada como una omega, y aun no tenía un alfa. No le agradaba mucho la idea de "pertenecerle" a alguien, y muchas de las omegas maestras en las escuelas lo explicaban así cuando era parte de la clase de salud.

Sus padres tenían una buena relación alfa/omega, pero no todas las historias eran así. Había escuchado historias espantosas sobre omegas que eran abusadas físicamente por sus alfas o eran tan dependiente de ellos que cuando ellos estaban lejos se sentían como si la parte mas importante de ellas les faltara. Por supuesto, se tenía que sentir así por el vínculo creado con el alfa, pero la idea de eso le aterrorizaba.

Aunque no tanto como la idea de no tener un alfa. Había escuchado historias de omegas que eran vendidas y abusadas sexualmente por cualquier alfa que pagara una buena cantidad por ellas por la noche. Sus padres estaban aterrorizados que alguna red de tráfico de omega se dieran cuenta que no tenía un alfa que la protegiera y la secuestraran para forzarla a hacer esas atrocidades.

—Puedes olvidarte de ello. —la voz de su mejor amiga la sacó de sus escalofriantes pensamientos.

—¿Olvidarme de que? —trató de hacerse la que no sabía de que hablaba.

—Tienes esa mirada que me deja saber cuando estás a punto de arrepentirte de hacer algo. —Leila le hizo mala cara.

—No la tengo. —puso sus ojos en blanco, esperando parecer creíble.

—Entonces camina conmigo. —la tomó del brazo para llevarla a una puerta negra de acero.

Su amiga tocó la puerta mientras que ella jugaba nerviosamente con sus dedos y mordía su labio inferior.

—No hagas eso, o nos dejarás al descubierto que es nuestra primera vez aquí. —golpeó suavemente sus dedos. —nos vamos a divertir, ¿alguna vez te he fallado en eso? —arqueó una ceja, esperando por su respuesta.

Leila tenía razón, ella nunca le había fallado en cuanto se refería a salir de fiesta y divertirse. Algunas veces esas salidas resultaban ser peligrosas ya que algunos alfas cachondos se querían propasar con ella. Ninguno de ellos buscaba marcarla, pero si a tener una aventura de una noche y Haise no era de ese tipo de personas. Ella tenía que tener una conexión especial y fuerte con esa persona para poder tener aunque sea deseos sexuales hacia ellos.

Era diferente con Leila, no solo porque era millonaria, sino porque era beta, los betas no eran perseguidos como los omegas, y aunque era mas difícil para ellos encontrar una pareja, ya que los alfas usualmente siempre se acompañaban con omegas.

El ruido de acero chocando contra si la sacó de sus pensamientos otra vez. Rápidamente volvió a ver hacia la puerta, esperándola verla abierta para dejarlas pasar, pero se sorprendió al ver que solo había un espacio rectangular abierto por donde podía ver los ojos de lo que parecía ser el fortachón del lugar. Leila se inclinó y dijo algo que ella no pudo escuchar, y el fortachón abrió la puerta, haciéndose a un lado para dejarlas pasar. Haise tragó saliva al ver al hombre rapado, de casi 1.93 de alto y musculoso de pies a cabeza.

—Eso es lo que me preocupa. —Haise susurró con miedo en su voz.

—Creo que quieres decir "eso es lo que me emociona, aprenderé nuevas cosas y todo es gracias a ti". —Leila sonrió de lado.

Cuando estaban adentro, la puerta se cerró con fuerza detrás de ellas. Leila, Haise y el fortachón estaban atrapados en un vestíbulo angosto y semi oscuro donde otro hombre estaba sentado detrás de un pequeño escritorio. Haise se dijo a si misma de no jugar con el collar que traía puesto por la repentina claustrofobia que la invadió y la tenía sintiendo retorcijones en el estómago.

MAGNATE ◈ HAISETOPHER +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora