El permanece callado mientras yo lo observo pasmado, a la espera de una explicación.
-¿Qué es esto una broma? –digo medio riendo.
Intento ignorar el magnífico cuerpo masculino que tengo delante y busco desesperadamente en mi cerebro algún tipo de guía o instrucción. No sirve de nada. Este hombre es más que perfecto. ¿Qué se supone que debería hacer? Sigue ahí, de pie, con la cabeza ligeramente inclinada, mirándome con fijeza bajo sus larguísimas pestañas. Su mirada es penetrante, tiene la boca entreabierta y percibo el subir y bajar de su increíble pecho. Si vestido me deja sin palabras, verlo así me arrastra al borde del infarto. Respiro hondo.
Madre mía, tiene el vientre en V. Su respiración agitada hace que los músculos se tensen y se destensen, y la frecuencia de las inhalaciones hace fracasar su intento de aparentar impasibilidad. Está muy nervioso. ¿Qué hace ahí y así, sólo con unos vaqueros, recién afeitado, mostrando todavía más su belleza? Me abofeteo mentalmente.
Me invade el deseo.
Debería marcharme pero, por más que sepa que debo hacerlo, por más que mi sensatez me obligue a huir, no lo hago. En vez de eso, bajo la mirada hasta sus muslos, cubiertos por los vaqueros, y advierto un bulto a la altura de su entrepierna. Está completamente excitado y, a juzgar por la violenta sacudida de deseo que acabo de sentir en el estómago, yo también.
Mi lado prudente me insta a largarme de aquí, pero mi lado temerario me ruega que me quede y que acepte lo que quiere darme. Esto está mal. Acabo de charlar con su novio en el piso inferior. Bueno, charlar exactamente no. Eso implicaría que hubiera sido una conversación amistosa, y no es el caso.
Mi mente en conflicto hace que cambie de postura mientras separo los labios e inspiro profundamente. Agacho la cabeza.
-Relájate, Adams —me tranquiliza con voz suave—. Sabes que lo estás deseando.
Casi rompo a reír. ¿Y quién no? Sólo hay que verlo. Me quedo quieto. El único movimiento visible es el de mi corazón golpeándome el pecho, y su ritmo se multiplica por diez cuando él empieza a caminar hacia mí despacio, con los ojos clavados en los míos.
Cuando se encuentra a tan sólo unos centímetros de distancia, su aroma fresco me inunda la nariz y hace que el cuerpo se me tense de manera involuntaria. No sé cómo lo consigo, pero dejo la mirada fija en la suya y levanto la vista para mantener el contacto mientras se acerca. Estamos tan cerca cómo se puede estar sin llegar a tocarme físicamente.
Mis hombros se tensan a la espera de su tacto, y mis esfuerzos mentales por obligarme a relajarme no están funcionando. El único sonido que interrumpe el ensordecedor silencio es el de las respiraciones agitadas de ambos. Permanezco así durante unos instantes y pronto me dispongo a volverme para marcharme es lo mejor, pero él me detiene al posar sobre mis hombros sus dos manos firmes, cálidas y ligeramente temblorosas. Me estremezco con su roce, y él levanta una mano lentamente, como para asegurarse de que no voy a moverme.
En mi oscuridad privada, oigo que mi cerebro me grita que huya, pero mi cuerpo tiene otros planes completamente diferentes y, desafiantes, desoye cualquier orden procedente de mi interior.
Jason vuelve a colocarme la mano sobre el hombro y empieza a masajearme muy despacio los músculos tensos. La sensación es maravillosa. Balanceo la cabeza en un gesto de agradecimiento y mis labios dejan escapar un leve suspiro. La presión aumenta y me deleito en los deliciosos movimientos de sus manos al mismo tiempo que siento cómo su aliento caliente y fresco se aproxima a mi oído. Me estremezco y acerco la cara a la suya. Sé que lo estoy incitando, pero a estas alturas ya he perdido el sentido por completo.
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Indomable - Mirame
ActionJason Miller un prestigioso empresario inglés acostumbrado a tener el control absoluto, consigue todo lo que quiere y a quien quiere con una sola mirada. Un hombre frío e impersonal. El mundo de Jason se desestabiliza cuando Adams Mason entra a su...