Positivo [Teddy & Lily]

22. Elígelo a Él.

Ted observó el sol salir, no había podido dormir nada, esperando noticias de Lily; pero era como si se la hubiese comido la tierra, una semana tenía que se había marchado y no sabía nada de ella, ni siquiera Scorpius o su familia, lo poco que se había atrevido a decirles, era que habían tenido una fuerte discusión, pero nada más.

Se duchó y vistió de forma mecánica para irse a trabajar, necesitaba distraerse un poco, en lo que las noticias de Lily llegaban, pero no, nada, le mandó un patronus, una lechuza, pero ella se negaba a contactarlo, necesitaba explicarle su relación con Susan.

Entró a la oficina, para toparse con Sebastian, estaba bastante tranquilo, también era la primera vez en esa semana que se dignaba a aparecerse en el trabajo.

— ¿Dónde está? –Preguntó furioso, yendo hasta el moreno y sujetándolo fuertemente de la túnica.

—No sé de qué me hablas –soltó irritado.

— ¿Dónde está Lily, dónde la tienes? –Lo sacudió enfadado.

—Mira, Ted, lamento decirte esto, pero tu esposa, no está conmigo, digo lo estuvo –sonrió encantado –pero se marchó antes de que yo pudiese detenerla y hablar un poco sobre lo que pasó entre nosotros.

—Ella jamás se involucraría contigo –soltó con una mueca de asco.

— ¿Estás seguro? –Soltó divertido –también pensaste que no era lo de ella meterse con desconocidos.

—Eso a ti no te interesa –lo señaló enfadado –ella jamás estaría contigo –dijo completamente seguro.

—Bueno, Teddy ¿estás familiarizado con esos hermosos tres lunares, los que tiene en forma de corazón, en su área del sacro? Son hermosos, no podrás negarlo ¿o sí?

El metamorfomago no supo en qué momento, pero estaba golpeando a Sebastian tan fuerte como podía, estaba completamente fuera de sí, Lily se había ido con él, y ahora resultaba que había decidido estar de esa forma con él, ella no lo hubiese hecho en sus cinco sentidos, por muy dolida que estuviera con él, ese imbécil debió forzarla.

— ¡Edward! –soltó su jefe en un tono furioso.

Dejó que lo apartaran de Sebastian, que estaba sangrando, se limpió la sangre de la cara y no quitó su mirada ni su sonrisa sardónica, lo estaba provocando.

—No se preocupe, señor Davies –soltó Sebastian –hay hombres que no saben perder, lo lamento, Lupin, pero tu esposa no es una santa.

—Basta los dos, están suspendidos –soltó Davies –y es mejor que mantengas tu boca cerrada, Keller –lo amenazó.

Lo que le faltaba, estaba suspendido, avanzó por los pasillos del ministerio, hasta llegar al Departamento de Aurores, ubicó a James de inmediato y fue hasta él, que estaba ocupado escribiendo un reporte de una de sus misiones.

—Necesito tu ayuda –soltó apresurado, asustando a su amigo.

—Ted, por todos magos, sé un poco civilizado ¿qué ocupas?

—Necesito tu ayuda, Lily no aparece y...

—Ella no quiere verte, mejor dicho –soltó incómodo –la engañaste con tu mejor amiga, Ted ¿qué esperabas?

—Scorpius te dijo eso...

—No, me lo dijo ella esta mañana –se recargó en la silla –está bastante enfadada, no tiene ganas de verte, y mi padre tampoco, así que mejor sal de aquí antes de que él llegue de su junta.

—Necesito hablar con ella, James, por favor, sería incapaz...

— ¿Entonces no es cierto que te veías con Susan desde antes de casarte con Lily? La embarazaste, amigo, y al mismo tiempo salías con otra, luego te casaste y continuaste con tu aventura.