CAPÍTULO 19: Armada

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–Hay que curar esa herida– Regynia se aproximó al Destructor  trayendo entre sus manos un pequeño botiquín. – ¿Qué diablos haces? –.

Abbadon permanecía tranquilo, despojado de sus prendas superiores, frente a un gran espejo parcialmente quebrado en una de las habitaciones del segundo piso de la taberna. Había colocado su hacha reposada en la pared y la funda de guitarra yacía abierta sobre la alcoba; en ella se divisaban variados cambios de ropa totalmente oscura, así como diminutos frascos de cristal, dos afilados cuchillos curvos y una cantimplora aparentemente llena.

–Cosiendo– Respondió el cazador, introduciendo una delgada y filosa aguja curva asegurada con un hilo negro a través de su carne, unificando sin cuidado la gruesa dermis que, aunque aún en rojo vivo, parecía ya no sangrar. Regynia permaneció inmóvil, y Abbadon sin demorar siquiera, realizó un nudo con el hilo y de un tirón terminó con la insana acción quirúrgica.

–Debiste esperar a que trajera algo para desinfectarte– La muchacha suspiró, dejando el botiquín sobre una pequeña mesa de estar, conocía bien las historias del Destructor, se habían cruzado un par de veces en América, pero era seguro que él no la recordaba, o que siquiera le hubiera prestado atención. Regynia se mantuvo en silencio, observando impresionada las múltiples cicatrices que recorrían gran parte de la fornida anatomía del misterioso individuo. Enormes cortes cruzaban su espalda, mezclándose en el altorrelieve de sus fibras musculares, algunos parecían haber arrancado amplios tajos de carne, que al cicatrizar se fundieron en un inusual cartílago endurecido.

–Ellos ya están aquí– Pronunció el cazador, arrancando a la muchacha de su concentración visual.

– ¿Cómo lo sabes...? – El estruendo de disparos en el exterior le hizo comprender, y sin siquiera esperar, descendió deprisa para dar el encuentro a los Criptocazadores que al fin llegaban. Morrison, Chaint y Moira ya se encontraban tras la puerta principal, esperando desde el pórtico la llegada de la armada.

A más de cincuenta metros, a través de la tenue espesura blanquecina, se divisaba una multitudinaria tropa aproximándose en silencio, a paso controlado, y con las armas fijas al cielo. Lentamente las efigies fueron tomando forma y los dos cazadores sobrevivientes reconocieron algunos rostros.

–Pues sí que son bastantes...– Balbuceó Morrison, intentando desechar de su mente la insana idea de aún aventurarse en la espesura, en busca de Tessa.

– ¿Cuántos crees que son? – Preguntó Moira, nuevamente esperanzada.

–Más de cincuenta, es seguro– Chaint tardó unos segundos– Creo que son siete u ocho equipos, reconozco a algunos...–.

– ¿Son buenos? – Moira, ansiosa, encendió un cigarrillo por pura automatización.

–Pues veo verdaderos veteranos– Contestó el muchacho– Mira, aquel de la izquierda, de cabello encrespado y chaleco militar, le dicen Affeth; es cazador desde los quince y su equipo no ha tenido pérdidas en más de cinco años.

–¿Y ese?– Moira exhaló el humo– Aquel calvo alto, que tiene...¿Una marca rodeando su ojo?–.

–A, ese es Tod, Tod "Revientacráneos", no creí ver aquí a los alemanes –Los ojos de Chaint parecían refulgir con emoción – Se rumorea que es hijo de un general Nazi. Está en el top de los más letales criptocazadores de este siglo; en cuanto a su marca, es solo un tatuaje–.

–Qué me dices del viejo de la Minigun... y aquel moreno más alto que todos..– Moira observaba a cada uno de los individuos intentando diferenciarlos entre sí, lo cierto era que sus vestimentas, aunque levemente distintas, contrastaban notoriamente, pudiendo separarlos solo con la mirada, un grupo vestía chalecos militares mientras que otro difería por gruesos sacos de cuero negro, jeans , incluso un número reducido portaba lo que parecía ser una pesada armadura de polímero vista raras veces en fuerzas militares de élite–.

En las Fauces del Vampiro (+18) [Actualizacion LENTA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora